La española Teresa Romero, la primera persona que se contagió de ébola fuera de África y quien esta semana superó definitivamente el virus, sufre un «bajón emocional» tras saber que su perro Excálibur fue sacrificado por orden de las autoridades españolas mientras ella luchaba por su vida.
Tiene «un bajón emocional importante», dijo hoy la portavoz de la familia tras haber hablado con Romero, que sigue hospitalizada y aislada recuperándose de las secuelas físicas del virus.
«Me siento atropellada», dijo la paciente a su amiga y portavoz, según la cual también el aislamiento está pasando factura a Romero, auxiliar de enfermería que se contagió de ébola al cuidar de uno de los religiosos repatriados de África con el virus.
El caso de su perro Excálibur saltó a los titulares de todo el mundo cuando las autoridades españolas ordenaron sacrificar al animal por haber estado en contacto con ella en los seis días que tardaron en diagnosticarle la enfermedad desde que comenzó a tener síntomas.
Su marido, hospitalizado en cuarentena, se negó a que mataran al animal y desde el centro sanitario hizo un llamamiento para que le ayudaran a impedirlo. Pero la campaña ciudadana que se montó no logró evitarlo.
Romero se enteró esta semana de la muerte del animal, una vez los médicos dieron por desaparecido el virus en su cuerpo y habló con su marido por teléfono.
La muerte de Excálibur enfadó aún más a los defensores de los derechos de los animales cuando las autoridades estadounidenses aseguraron que no iban a sacrificar al perro de la enfermera que se contagió con ébola en Dallas.
Entretanto, cinco de las personas que estaban hospitalizadas en observación tras haber tenido contacto con la auxiliar de enfermería ya han sido dadas de alta.