Uno de cada diez medicamentos que circulan en los países en desarrollo es falsificado o de calidad inferior, lo que puede ocasionar graves problemas de salud e incluso la muerte además de redundar en pérdidas económicas para las personas y el sistema sanitario, según una investigación que presentó este martes la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se trata del primer relevamiento del Sistema Mundial de Vigilancia y Monitoreo (GSMS), cuyo grupo de trabajo funciona desde 2013 y es liderado por Argentina, que recopiló 1.500 casos de productos de calidad inferior o falsificados, de los cuales los antipalúdicos y los antibióticos fueron los más informados.
A su vez, la mayoría de estos reportes (42%) provinieron del África subsahariana, 21% de las Américas y 21% de la región europea.
Los productos médicos involucrados van desde el tratamiento del cáncer hasta la anticoncepción y, según detalló el comunicado de prensa de la OMS, «no se limitan a medicamentos de alto valor o nombres de marcas conocidas», al tiempo que «se dividen casi de manera homogénea entre productos genéricos y patentados».
Junto a este primer relevamiento, la OMS publicó también el «Estudio sobre el impacto en la salud pública y socioeconómica de los productos médicos de baja calidad y falsificados», que se referencia en el informe, y en el que estimó que constituyen 10,5% de los productos médicos utilizados en países de bajos y medianos ingresos.
Este estudio se basó en más de 100 trabajos de investigación publicados sobre encuestas de calidad de medicamentos realizados en 88 países de ingresos bajos y medios sobre la base de 48.000 muestras de remedios.
Sobre la tasa de falla calculada en 10,5%, el de la Universidad de Edimburgo estimó que entre 72.000 y 169.000 niños pueden morir cada año por neumonía debido a antibióticos de calidad inferior y falsificados; en tanto la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres calculó 116.000 muertes adicionales por malaria en África subsahariana por esta causa.
El comunicado difundido por la OMS señaló que «los productos médicos de calidad inferior llegan a los pacientes cuando las herramientas y la capacidad técnica para hacer cumplir los estándares en la fabricación, el suministro y la distribución son limitados».
En tanto, «los productos falsificados tienden a circular donde la regulación es inadecuada y los gobiernos tienen prácticas poco éticas por parte de mayoristas, distribuidores, minoristas y trabajadores de la salud».
La OMS destacó que «una gran proporción de los casos notificados a la organización se producen en países con acceso restringido a productos médicos».
«Los modelos de compra modernos, como las farmacias en línea, pueden eludir fácilmente la supervisión reguladora. Estos son especialmente populares en los países de altos ingresos, pero se necesita más investigación para determinar la proporción y el impacto de las ventas de productos médicos de calidad inferior o falsificada», sostuvo.
De acuerdo al informe, «la globalización está dificultando la regulación de productos médicos. Muchos falsificadores fabrican e imprimen empaques en diferentes países, enviando los componentes a un destino final donde se ensamblan y distribuyen. A veces, las compañías offshore y las cuentas bancarias se utilizaron para facilitar la venta de medicamentos falsificados».
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, afirmó que «las medicinas subestándar y falsificadas afectan particularmente a las comunidades más vulnerables».
«Imagínese a una madre que deja de comer u otras necesidades básicas para pagar el tratamiento de su hijo, sin saber que los medicamentos son de calidad inferior o falsificados, y luego ese tratamiento causa la muerte de su hijo», señaló el funcionario.
Por su parte, Mariángela Simão, subdirectora general de Acceso a Medicamentos, Vacunas y Productos Farmacéuticos de la OMS, indicó que «muchos de estos productos, como los antibióticos, son vitales para la supervivencia y el bienestar de las personas».
Y remarcó que estos remedios «no sólo tienen un impacto trágico en los pacientes individuales y sus familias, sino que también son una amenaza para la resistencia a los antimicrobianos, lo que se suma a la tendencia preocupante de que los medicamentos pierdan su poder de tratar».
«La conclusión es que este es un problema mundial. Los países deben evaluar el alcance del problema en su territorio y cooperar regional y globalmente para evitar el tráfico de estos productos y mejorar la detección y la respuesta», concluyó Simão.