Durante mucho tiempo buena parte de la humanidad consideró que los problemas de memoria eran típicos del proceso de envejecimiento e inevitables. Las últimas investigaciones médicas desmalezaron el terreno con dos conceptos centrales. Uno: el desgaste asociado con la edad es muy leve; no tiene por qué interferir con las actividades habituales. Otro: es posible mantener la memoria en óptimo estado en cualquier etapa de la vida, si se entrena la mente como si fuera un músculo.
Los trastornos de la memoria se pueden agrupar en dos tipos: los olvidos benignos (¿dónde dejé las llaves?, ¿cómo se llamaba esa actriz?) y las enfermedades cerebrales que afectan la memoria y pueden ser el inicio de demencias, como el Mal de Alzheimer. Un olvido benigno es muy diferente a una enfermedad vinculada a la memoria: no es lo mismo olvidar las llaves que no recordar para qué sirven. Cuando los olvidos se transforman en dificultades más graves, o interfieren en las actividades del día a día, se debe realizar una consulta para descartar o diagnosticar una enfermedad neurodegenerativa y prevenir en la medida de lo posible el deterioro.
Algunos olvidos están relacionados con la edad, suelen aparecer alrededor de la cuarta década e intensificarse a partir de la quinta. La ciencia ha comprobado que los trastornos de memoria –si no existe una enfermedad neurodegenerativa-, no se producen tanto por el desgaste cognitivo, como por factores como el estrés, problemas emocionales, depresión, trastornos de ansiedad, enfermedades cerebro-vasculares, el efecto adverso de algunos fármacos, el abuso de sustancias tóxicas (drogas, alcohol), intoxicaciones o deficiencia de vitaminas. Y esto puede ocurrir en cualquier momento de la vida.
Existen diferentes tipos de memoria, basadas en diversas estructuras neuronales diferentes. Las neuronas son sensibles al envejecimiento, pero éste no afecta a todas las áreas del cerebro por igual ni a todos los tipos de memoria. La más afectada suele ser la memoria reciente. La memoria remota, ahí donde se acumulan por ejemplo los recuerdos de la niñez, es mucho más resistente al paso del tiempo. Esto explica que alguien no pueda recordar parte de una charla mantenida el día anterior, pero conserva vívido un recuerdo de la infancia. En general, el envejecimiento compromete más el mecanismo de “búsqueda de archivo” que el “archivo” en sí.
ABC del arte de recordar
Actividad física: Un buen nivel de actividad física protege de los efectos del envejecimiento en general, y del cerebro en particular. Está comprobado que después de una caminata, la mayoría de la gente rinde mejor en las pruebas cognitivos.
Aparato cardiovascular: La integridad de las neuronas depende, en gran medida, del caudal circulatorio. Todas las medidas que protejan el aparato cardiovascular tienen impacto positivo sobre la salud de la mente.
Meditación & Yoga: La meditación puede ayudar a mejorar la memoria. Un experimento de la Universidad de George Mason (Virginia) encontró mejor performance en la memoria visual y espacial de quienes practican yoga que en la de quienes no realizan ningún tipo de meditación.
Mental fitness o neurogym: Dos términos recientes para los ejercicios específicos que ejercitan la memoria como si fuera un músculo, como por ejemplo hacer palabras cruzadas, hacer cuentas mentalmente o aprender un idioma
Programas de entrenamiento cognitivo: Son cursos cortos y puntuales, que ayudan a las personas a organizarse mejor y a recuperar la memoria perdida con ejercicios sencillos e intensivos.
Socializar: El contacto con el entorno nos mantiene ágiles. Intercambiar información, estar con gente de menor edad, mantenerse actualizado, involucra importantes destrezas cognitivas.
Una buena alimentacion: Algunos nutrientes pueden ayudar a mejorar la actividad neuronal. Las vitaminas, la colina, las grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas y la lecitina de soja entre otros.
Según Bruce Millar, Director del Centro de Memoria y Envejecimiento de la Universidad de California y uno de los profesionales más prestigiosos de la neurología cognitiva, “a partir de los ochenta años, el riesgo de padecer dificultades de la memoria es del 20%, aumenta al 40% a partir de los 90 y casi todo el mundo sufre de algún trastorno de la memoria después de los cien”. Pero también destaca que algunas actividades muy simples ayudan a envejecer mejor, especialmente hacer ejercicio y comer bien.