Bajo el lema “detener la sepsis salva vidas”, hoy, 13 de septiembre, se celebra por primera vez el Día Mundial de esta enfermedad, según acordaron la Federación Mundial de Sociedades de Medicina Intensiva y Cuidados Críticos, la Alianza Mundial contra la Sepsis (GSA, por sus siglas en inglés) y las principales sociedades médicas internacionales.
Según lo indica la GSA, la sepsis es una de las primeras causas de muerte en el mundo, cobrándose más vidas que el cáncer de próstata, el de mama y el VIH/sida juntos. Se estima que, por año, la contraen más de 20 millones de personas, de las cuales cerca de seis millones son lactantes y niños menores de cinco años.
Su origen es una respuesta del cuerpo ante una infección por bacterias, virus, hongos o parásitos. “Es una de las últimas etapas de un proceso infeccioso”, explica a DocSalud.com la doctora Lilián Testón, médica infectóloga y coordinadora del Departamento de Epidemiología de FIDEC y FUNCEI. “Se llega a esta situación luego de que el germen de una infección localizada, o sus toxinas, pasan a la sangre. Lo que sucede a partir de ese momento depende del agente infeccioso, de las condiciones de la persona y de la sospecha clínica del profesional”, agrega.
Al producirse la sepsis, el organismo libera factores contra el germen en forma masiva y desproporcionada. Esto desencadena una reacción inflamatoria generalizada, que actúa en contra del propio organismo, afectando las sus funciones normales, y puede terminar con la muerte del individuo. “Si el paciente tiene disminuida su inmunidad, la gravedad es mucho mayor, ya que no cuenta con una respuesta inflamatoria adecuada”, advierte Testón.
Las “horas de oro”
“El diagnóstico y tratamiento de la sepsis es una verdadera emergencia médica”, declara un documento de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva y remarca que si se la diagnostica durante la primera hora posterior a su presentación, la tasa de supervivencia es del 80%. Si se detecta luego de seis horas, el paciente tiene solo un 30 % de posibilidades de sobrevivir. Por eso, enfatiza que es de suma importancia que el público y los agentes de salud reconozcan los síntomas precoces de la enfermedad, para comenzar el tratamiento dentro de la primera hora, llamada “de oro”.
“La detección precoz de un caso potencialmente grave depende en gran medida de la solidez técnica del médico”, afirma Testón. Es común que el cuadro no se sospeche al inicio y que el diagnóstico se retrase. Los primeros signos y síntomas –fiebre, pulso acelerado, aumento de la frecuencia respiratoria– son inespecíficos y en los niños suelen estar aún más solapados. “En algunos casos, puede no producirse un aumento de la temperatura corporal”, advierte la especialista.
Iniciar rápidamente el tratamiento es entonces clave para revertir la situación. Se deben utilizar los antibióticos o antiomicrobianos apropiados, y administrar líquidos por vía intravenosa. Los pacientes con sospecha de sepsis deben ser trasladados a un centro asistencial con cuidados intensivos.
El avance de la enfermedad
En una etapa posterior, la sepsis puede progresar y comprometer las funciones de órganos individuales. “Por ejemplo, cuando afecta al corazón, la persona puede presentar presión baja y taquicardia. Pueden producirse también fallas de coagulación y consumo de plaquetas, y daño renal”, detalla Testón. En el último estadio, ocurre una falla múltiple de todos los órganos con hipotensión, falta de oxigenación de los tejidos y estado de shock.
A pesar de los avances científicos alcanzados en el campo de las vacunas, los nuevos antibióticos y los progresos en la atención médica, la mortalidad de la enfermedad es alta: entre un 30 y 50 % de los pacientes fallece. Y los que sobreviven al cuadro pueden quedar con secuelas. “Están relacionadas con el órgano que recibió el mayor impacto”, confirma Testón, pero deja en claro que una persona puede recuperarse sin que queden vestigios de la enfermedad.
Grupos de riesgo
De acuerdo a la información difundida por GSA, existen investigaciones que muestran que entre el 20 y 40% de los pacientes con sepsis atendidos en terapia intensiva adquirió la infección fuera del hospital, es decir en la comunidad. “No hay grupos etarios que tengan mayor riesgo de enfermarse, este depende de la inmunidad de la personas y de la virulencia del germen”, señala Testón.
Muchos de los avances de la Medicina debilitan el sistema de defensas, como las drogas contra el cáncer, algunos fármacos para tratar las enfermedades autoinmunes o para suprimir el rechazo de los trasplantes de órganos, y el uso prolongado de corticoides. Los pacientes con diabetes o con patologías renales crónicas también tienen mayor riesgo de presentar sepsis, así como aquellas personas sometidas a cirugías mayores.
Cómo prevenirla
En los niños pequeños, la vacuna antineumocócica ayuda a prevenir infecciones graves, como neumonía, meningitis y sepsis. También protege al resto de las personas, porque reduce el contagio y diseminación del germen en la población general. La inmunización contra la bacteria Haemophilus influenzae tipo B y el meningococo también evita la meningitis y otras infecciones graves. Además de los niños menores de dos años, es muy importante que los mayores de 65, las personas con diabetes, obesidad o enfermedades crónicas de corazón, pulmón o riñón, los individuos sin bazo o con enfermedades que afectan el normal funcionamiento de este órgano, y aquellos que tienen disminuidas sus defensas reciban también la vacuna contra el neumococo.
Una correcta higiene de manos es el factor más relevante para reducir la sepsis por infecciones intrahospitalarias. Logra disminuir hasta un 20% de los casos cuando se cumple estrictamente el procedimiento de lavado con jabón o desinfectantes con alcohol en gel. En los países en vías de desarrollo, las deficientes condiciones de limpieza en los hospitales es un problema muy serio, en particular afecta a las mujeres embarazadas que dan a luz y dificulta el cuidado de las heridas. En algunos lugares del mundo, las deficiencias sanitarias y el agua contaminada son causa de infecciones digestivas que comúnmente favorecen los casos de sepsis.
Otro paso decisivo contra esta enfermedad es evitar el uso indiscriminado y por tiempo prolongado de antibióticos, para reducir la aparición de gérmenes resistentes. De esta manera, aumentan las posibilidades de sobrevida de un paciente con sepsis.