En abril de 2009, el descubrimiento en México y en Estados Unidos de un virus hasta entonces desconocido, el H1N1, despertó el espectro de una pandemia mortífera y desató una cadena de acciones sin precedentes de parte de las autoridades, cuyo criticado costo se eleva a miles de millones de dólares.
Un año después sigue circulando sin respuesta la pregunta sobre si la decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de declarar la primera pandemia del siglo XXI fue un exceso de dramatización o incluso si estuvo supeditada a intereses comerciales.
«Es una decisión que costó enormes cantidades de dinero, que alarmó a la población de todo el mundo de manera innecesaria», dijo Paul Flynn, parlamentario británico que dirige una investigación del Consejo de Europa sobre el tema.
Flynn subrayó que se destinaron cifras millonarias para adquirir antivirales y vacunas que finalmente no fueron utilizadas por el escepticismo de la población a aplicárselas. En Francia, por ejemplo, la compra de 94 millones de dosis tuvo un costo de unos 600 millones de euros (unos 800 millones de dólares) pero menos del 10% de la población se inmunizó. Estados Unidos destinó 1.880 millones de dólares a la compra de vacunas, Alemania unos 380 millones de dólares, y España unos 125 millones.
«Es un despilfarro», se indignó la senadora francesa, Marie-Christine Blandin, que participó en la redacción de una investigación parlamentaria francesa sobre cómo se trató el problema de la gripe. Al ver el poco éxito de sus campañas los gobiernos se precipitaron para cancelar las vacunas encargadas, al tiempo que las críticas surgían sobre los verdaderos ganadores de este episodio pandémico: las compañías farmacéuticas.
«Todo lo que mezcla dinero y salud constituye un problema de credibilidad para las decisiones que se toman», explicó por su parte el universitario Didier Tabutau, profesor del Instituto de Estudios Políticos de París.
Sin embargo, numerosos científicos defienden a la OMS. «Muchas de las críticas son políticas. No las escuché de ningún virólogo», dijo John Oxford, especialista en la materia y profesor de la británica Queen Mary’s School of Medicine.
En base a sus pautas determinadas, el comité de expertos de la OMS la declaró en junio la primera pandemia mundial del siglo XXI. Diferentes países lanzaron entonces una serie de acciones destinadas a adquirir antivirales mientras que se ordenó a las compañías farmacéuticas que desarrollaran vacunas.
Al mismo tiempo que declaró la pandemia, la OMS precisó que era una de tipo «moderado», aunque agitaba el espectro de la gripe española que dejó al menos 40 millones de muertos en 1918. El pánico cundió en el mundo: desde Tokio hasta Bogotá las máscaras y los alcoholes desinfectantes para las manos desaparecieron de las tiendas mientras que el cierre de las escuelas y la prohibición de realizar reuniones públicas se multiplicaron.
En nombre de la «transparencia» y para responder a las críticas, la OMS, que niega toda interferencia de los laboratorios en sus decisiones, creó un comité independiente para evaluar cómo se trató la pandemia. Keiji Fukuda, al frente de la agencia, reconoció, con la distancia, que una mejor respuesta hubiese generado «menor confusión».