Moretones espontáneos: qué problemas revelan

¿Qué indican los moretones que salen sin darnos cuenta? (Foto: Pixabay)

Por mucho que asuste su presencia, los moretones sin explicación, al igual que el sangrado espontáneo por la nariz, de las encías, en menstruaciones abundantes, cirugías o procedimientos dentales, no son fenómenos extraños. Tampoco tienen por qué interpretarse como un problema serio de salud: se estima que entre una cuarta parte y la mitad de las personas sanas tiene antecedentes. ¿Pero por qué suceden? ¿Y en qué casos hay que buscar ayuda?

Cuando alguien se choca con la esquina de un mueble, se ponen en marcha las proteínas que se sitúan junto a los vasos sanguíneos pequeños, los capilares ubicados cerca de la superficie de la piel, al romperse por el impacto del golpe. Dichas proteínas interactúan para formar una especie de tirita, un coágulo que limita la fuga de la sangre de las venas y que da lugar a una marca morada que varía de color con el tiempo.

“Los glóbulos rojos se filtran hacia el tejido circundante, donde empiezan a degradarse y reabsorberse, y se produce un caleidoscopio de colores cambiantes a medida que el hematoma progresa de morado a marrón, verde y amarillo, hasta desaparecer”, describe María Luisa Lozano, presidenta del Grupo Español de Trombopenia Inmune de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia.

A primera vista, el hematoma espontáneo, que puede aparecer en cualquier lugar del cuerpo y a cualquier edad, es fácil de confundir con el moretón habitual, el que se produce en la piel, en el tejido subcutáneo o en los órganos internos a causa de una contusión. Sin embargo, este proceso se da de manera espontánea en algunas personas, y solo unas pocas son capaces de resistir al sentimiento de pánico cuando no son capaces de recordar el desencadenante. “Un aspecto relevante es tranquilizar a la persona respecto a la ausencia de enfermedades que los provoquen”, admite Lozano.

 

Cuándo consultar a un médico

Los moretones espontáneos desaparecen muchas veces pasadas dos semanas, y no representan mucho más problema que una molestia estética. Es lo que suele suceder, por ejemplo, tras un entrenamiento físico excepcionalmente duro como el de los atletas, que puede causar hematomas por la presión que hacen los músculos en los capilares. Pero cuando estas manchas llegan a ser muy dolorosas o grandes y se localizan en el tronco, la espalda o la cara, o si perduran más de dos semanas sin signos de mejora, hay que consultar con un médico porque pueden deberse a algo más serio.

“Las causas en personas sanas pueden ser variadas, pero suelen atribuirse a una función subóptima del colágeno—el tejido de soporte en la dermis—, y pueden contribuir otros factores como el grosor de la piel”, señala Lozano, especialista del Hospital Morales Meseguer de Murcia. Pero también advierte de que los hematomas espontáneos son, en ocasiones, la primera manifestación de una enfermedad, y señala que factores como la edad, el sexo y la medicación ya proporcionan pistas útiles sobre su causa en la primera exploración.

Un moretón espontáneo merece un estudio detallado cuando se encienden las siguientes alarmas: los hematomas son frecuentes y a veces grandes, sin causa conocida, hay un sangrado posquirúrgico excesivo o inexplicable y existen antecedentes familiares de trastornos que favorecen la hemorragia, describe José Ramón González Porras, médico del Servicio de Hematología del Hospital Universitario de Salamanca y profesor de la Universidad de Salamanca.

 

La importancia del historial familiar

Los hematomas sin antecedente traumático, que suelen surgir en un número de entre tres y cinco, distribuidos generalmente en brazos y piernas, se relacionan con las plaquetas y las proteínas de la coagulación, que son esenciales para evitar la extravasación o derrame de la sangre. Por tanto, no es extraño que parte de la explicación del fenómeno esté en las enfermedades que provocan niveles bajos de las proteínas de la coagulación (hemofilias, enfermedades hepáticas, sepsis o déficit de vitamina K), niveles bajos de plaquetas (púrpuras) o funcionamiento anómalo de las mismas (de origen congénito o adquirido, como en la insuficiencia renal), además de las enfermedades de los vasos sanguíneos que predisponen a la fragilidad o la inflamación.

Una historia familiar en la que no se conozcan antecedentes no excluye la existencia de un trastorno heredado genéticamente, pero, para descartar posibles causas, Lozano recomienda conocer los problemas de sangrado en la familia de las personas preocupadas por la aparición de moretones espontáneos. “Es especialmente importante en los niños porque puede que, al no haberse sometido a intervenciones, lo único que presenten sea los hematomas”, observa la hematóloga.

No obstante, estos trastornos sanguíneos suelen venir acompañados de síntomas como hemorragias nasales sin razón aparente, encías que sangran mucho después de cepillarse los dientes o usar hilo dental, o un sangrado excesivo tras pequeños cortes o rasguños. “En enfermedades adquiridas de la sangre, como las leucemias, pueden cursar con tendencia hemorrágica y hematomas, que aparecen progresivamente, pero con signos adicionales como cansancio, dolor, fiebre o pérdida de peso. En el caso de enfermedades hereditarias, como el síndrome de Ehlers-Danlos, el trastorno del colágeno ocasiona articulaciones extremadamente laxas y piel muy elástica, en la que se forman también hematomas con gran facilidad”, añade Lozano.

 

Factores clave: consumo de medicamentos, sexo y edad

Fármacos como la aspirina, los antiplaquetarios y anticoagulantes, y algunos suplementos dietéticos reducen la capacidad de coagulación de la sangre, por lo que su consumo puede también desencadenar la aparición de hematomas. “El sangrado por daño capilar puede tardar más de lo normal en detenerse, lo que permite que se filtre suficiente sangre para causar un hematoma más grande. También los corticosteroides tópicos y sistémicos —sea en forma de ungüento, crema, inyección o pastilla— facilitan que la piel se adelgace y la aparición de hematomas”, explica Lozano. No obstante, la hematóloga sugiere que si una persona experimenta más moretones tras la toma de un medicamento concreto, “no debe abandonarlo, sino comunicárselo a su médico para sustituirlo por alternativas que eviten esta complicación”.

Aunque pueden aparecer en cualquier momento de la vida, los moretones sin causa traumática son más frecuentes en la población femenina y en la anciana. “En las mujeres, esta propensión viene marcada por la matriz fibrosa, elemento que mantiene la cohesión adecuada de la piel y los vasos sanguíneos. La integridad de esa función facilita el soporte adecuado de los capilares, que se mantienen más firmemente en su lugar y, por lo tanto, tienen menos probabilidades de romperse y provocar hematomas cuando se produce una distensión de la piel. Los hombres tienden a tener la ventaja de que la capa fibrosa de la piel es más gruesa, por regla general, que en las mujeres”.

La edad también puede provocar fragilidad capilar por pérdida del tejido de sostén de los vasos sanguíneos. Además, la piel pierde grasa y elasticidad que protege a los vasos, y es más probable que los hematomas se vean en el dorso de manos y brazos. “Este trastorno se denomina púrpura senil, y es más frecuente en mujeres. Además, en población anciana es más habitual la toma de anticoagulantes o ácido acetilsalicílico para prevenir trombosis, con el efecto secundario de las hemorragias”, anota González Porras.

La exposición al sol

Por sus efectos dañinos en la piel, las radiaciones solares también representan un factor importante en la aparición de hematomas espontáneos. Las personas que se han expuesto a lo largo de su vida durante mucho tiempo al sol pueden notar la facilidad con que aparecen estos cardenales. “Con el tiempo, el sol debilita la firmeza de piel y su matriz, y también los pequeños vasos sanguíneos debajo de ella. Los moretones relacionados con el daño solar son comunes en los antebrazos en hombres y mujeres, y en la parte inferior de las piernas en las mujeres debido al uso de vestidos”, recuerda Lozano.

Con todo, suelen desaparecer con el tiempo gracias a que el cuerpo es capaz de reabsorber la sangre acumulada, pero en la gente mayor este proceso fisiológico puede prolongarse, además de quedar secuelas en la coloración de la piel. “Elevar la zona afectada o administrar hielo son medidas físicas útiles. En caso de presentar alguna enfermedad que predisponga a las hemorragias, existen medicamentos para prevenir la formación de más hematomas. Y también ayuda la actividad física no traumática como la natación”, enumera González Porras.

 

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