“¿Cómo podemos llegar a la gente con un mensaje sincero, si nosotras no donamos nunca?”, se preguntaron Anabel Dopslaff y Cristina Santana. Corría el año 2011 y estaban en el patio de comidas de un centro comercial, pensando ideas para un proyecto del curso de creatividad publicitaria que seguían. La consigna era incentivar la donación voluntaria de sangre y presentar las piezas generadas en el festival El Ojo de Iberoamérica. Así nació “Lo digo, lo hago”.
“No ganamos el festival, pero sí algo mejor: conciencia”, asegura Dopslaff. Ella y su compañera de proyecto le pusieron el cuerpo a la donación, para “mostrar el proceso y aniquilar las creencias erróneas”. En ocasión del Día Nacional del Donante Voluntario de Sangre, dialogó con DocSalud.com sobre esta iniciativa, que además de mantenerse activa en las redes sociales, se ganó un espacio en el sitio www.massangremasvida.org del Ministerio de Salud de la Nación.
Periodista: ¿Por qué no habían donado sangre antes de crear “Lo digo, lo hago”?
Anabel Dopslaff: En mi caso, fue por ignorancia. Me da un poco de vergüenza confesar que en ese momento, con 26 años, no sabía de la existencia de la donación voluntaria o de los bancos de sangre. Estaba acostumbrada a que las donaciones fueran por pedido, el clásico «llamado a la solidaridad” solicitando dadores de sangre de cualquier grupo y factor para una determinada persona internada en un determinado lugar. Para Cristina, que hoy vive en Venezuela, su país de origen, era una mezcla de miedo y pereza.
P: ¿Qué sintieron después de dar ese primer paso?
AD: Las dos nos sentimos bien y felices por ayudar con una pequeña donación que puede salvar vidas. Pero quisiera compartir algo inesperado o sorprendente: me sentí poderosa. Si bien esta palabra puede tener alguna connotación negativa, recurro a ella en todos sus aspectos positivos: poderosa por estar comprometida en palabras y en acciones con lo que me propongo –lo digo y realmente lo hago, soy coherente con mi intención–; poderosa por entender el compromiso primero conmigo misma, alineando mis palabras y mis actos, y después con los otros; y por comprender que puedo “hacer”, que los mitos y creencias no me detienen.
P: ¿Cuál creen que es el principal mito en torno a la donación?
AD: Yo no creo que haya un mito principal en este tema. Todos actúan en conjunto y cada persona “se agarra” del que más le cierra. Los impedimentos para hacer algo por primera vez suelen tener que ver con las creencias. Como cuando sos chico y decís que no te gusta la coliflor sin haberla probado. Tanto Cristina como yo pensábamos que donar sangre era doloroso. Yo también creía que insumía mucho tiempo (lo cual me generaba mala predisposición), que había que estar en ayunas (lo que me daba fiaca), que era posible contagiarse alguna enfermedad (lo cual me daba miedo) y, sobre todo, creía que yo era una «cobarde» que iba a llorar cuando viera la aguja, es decir, me subestimaba. La realidad es que en ninguna de las ocasiones que doné desde que empezó “Lo digo, lo hago” sentí dolor. Es más, no me sentí mal o débil, ni me bajó la presión. Claro que esto le puede pasar a alguien, pero el punto es que lo que yo creía que era mi limitación en verdad no lo era. Y, en cuanto al tiempo, fue rapidísimo.
P: ¿Por dónde creen que empieza el cambio de actitud para poder decir y hacer?
AD: En el plano personal, creo que empieza por la intención. No hay un gran secreto, es simplemente ir y hacerlo. Pero, para eso, la voluntad tiene que ser clara. De lo contrario, siempre nos van a ganar las falsas creencias. Cuando empezamos el proyecto, también nos planteamos que el cambio requiere dar a conocer lo fácil que es donar sangre. Al analizar distintas piezas de comunicación, notamos que el mensaje era muy alejado de la práctica. Aunque es totalmente cierto que «donar es dar vida, es dar amor, salva vidas», nos pareció abstracto y lejos de lo concreto. Al sumar esto al desconocimiento, solo supimos que teníamos que acercar la donación a la gente de alguna forma. Por otra parte, en un plano más social, pienso que el cambio ya empezó y que tiene que seguir. Me refiero a que los medios de comunicación, la prensa, las fundaciones y las organizaciones privadas y estatales están poniendo este tema cada vez más sobre la mesa. Aún falta mucho por hacer, y la forma de comunicarlo es clave.
P: ¿Qué respuesta encuentran en sus círculos cercanos y sus seguidores en las redes sociales?
AD: En nuestro círculo cercano, encontramos apoyo. Y los seguidores empezaron a crecer de manera espontánea. Pero no podemos dejar de notar que, en su mayoría, quienes nos siguen suelen ser personas que ya están vinculadas al tema de una u otra manera. Por eso, ahora pensamos una idea para llevar más allá el mensaje. Se trata de un banner web que, de forma interactiva, lo expandiría por las redes sociales. Para concretar esta idea, todavía necesitamos pautar la implementación gratuita con diferentes sitios, preferentemente, de interés general.
P: ¿Qué les dirías hoy a los lectores para que se animen a dar el primer paso?
AD: A los que alguna vez dijeron que querían donar y no lo hicieron, les propondría que no lo posterguen más, que no se repitan: “Hay tiempo, mañana empiezo”. Esto lo solemos hacer con todo, desde las dietas que siempre decimos que vamos iniciar ese lunes que nunca llega, hasta con nuestros deseos más profundos. Cuando ponemos en práctica eso que deseamos en lugar de postergarlo, cuando ponemos el cuerpo para alcanzarlo, la existencia cobra un nuevo sabor llamado “vida”. Cuando no alineamos nuestras palabras y nuestro cuerpo, no vivimos, simplemente, sobrevivimos. Las cosas nos pasan y creemos que no podemos hacer nada. Desde el punto de vista médico, si donás de manera voluntaria una vez, le das la oportunidad de vivir a tres personas. Me atrevo a decir que los médicos en este punto se equivocan. Si dijiste querer hacerlo y lo hiciste, le diste la oportunidad de vivir a cuatro personas. ¡Vos estás incluido! La satisfacción de cumplir, la felicidad por ayudar, lo bien que te hace sentir saber que sos capaz de hacer lo que decís que querés, no te la puedo contar, la tenés que experimentar. A quienes nunca pensaron en la posibilidad de donar, les diría que dar sangre de manera voluntaria es en verdad una solución a muchos dolores de cabeza. Si lo hacemos, no tendremos que sumarle a un momento doloroso la preocupación por conseguir donantes. La sangre ya estará disponible en el banco, para nosotros o para nuestros seres queridos. No pensemos que “nunca nos va a pasar” o que “es para otro tipo de realidades”. ¿Por qué estar en la situación de desesperación para actuar? Que ese día en el que nos arrepintamos de no haber hecho nada pensando que éramos intocables no llegue. Ya lo asegura el dicho: mejor prevenir que lamentar.
Para conocer más sobre esta iniciativa: lodigolohago.tumblr.com
En Twitter: @lodigolohago
En Facebook: Lo digo lo hago