Cada vez hay más pruebas de que el estrés, la depresión, los estados ansiosos y la falta de redes sociales, entre otras situaciones emocionalmente desestabilizantes, aumentan el riesgo de sufrir cáncer, enfermedades inmunes, asma y otros cuadros. La evidencia es aplastante en el caso de los males cardiovasculares: las personas con depresión clínicamente diagnosticada tienen 2,5 veces más riesgo cardiaco que el resto de la población, lo que resulta más elevado que fumar, tener diabetes o colesterol alto.
El estrés prolongado hace secretar mayor cantidad de hormonas adrenérgicas, que son potentes vasoconstrictores, por lo tanto, elevan la presión.
El mal genio es otro factor de riesgo. Las mujeres con alto nivel de rabia, desconfianza y agresividad tienen el doble de posibilidad de ataque al corazón o muerte cardiaca. Entre los hombres, quienes manifiestan más irritabilidad y enojo tienen tres veces más riesgo de enfermedad cardiovascular y cinco más de sufrir un ataque cardíaco antes de los 55 años.
Así, hoy se sabe que las conductas y las emociones provocan cambios a nivel endocrino, metabólico y del sistema inmune. Tarde o temprano esto termina por expresarse en cuadros que van desde la susceptibilidad a contraer infecciones y dificultad para cicatrizar, hasta lumbagos, jaquecas, psoriasis, infartos y tumores, entre otros padecimientos.
Los especialistas coinciden en que, además de tratamiento médico, el antídoto viene de la mano de la psicoterapia, el adecuado manejo del estrés, cambios en el estilo de vida y más redes de apoyo social.