Todos buscan el tono perfecto, pero a veces sin tener en cuenta lo que esto puede ocasionar a largo plazo. Ningún bronceado es saludable y debe entenderse como un daño solar. Más peligroso aún es el uso de camas solares, y la tendencia de las inyecciones de bronceado.
Las inyecciones de bronceado son análogos sintéticos no regulados de la hormona alfa melanocito estimulante (alpha-MSH), y su uso fue aumentando en los últimos años. Existen dos tipos: melanotan I y melanotan II y ambas dan color a la piel. Estas se unen a los receptores de melanocortina ubicados en los melanocitos, estimulando la producción de melanina. En EEUU no están aprobadas, debido a la falta de evidencia en cuanto a eficacia y seguridad.
“Entre los riesgos para la salud del melanotan se encuentran, en primer lugar, los referidos a la aplicación: enfermedades transmitidas por vía sanguínea, infecciones y exposición a contaminantes”, indicó el dermatólogo Javier Solé, de la Clínica San Camilo.
“Se reportaron casos de alteraciones neurológicas, rabdomiolisis (descomposición del tejido muscular) e insuficiencia renal en pacientes que recibieron melanotan I o II. Por otro lado, existen varios reportes de asociaciones entre el uso de estas inyecciones con cambios en nevos (lunares) preexistentes y aparición de nevos displásicos (lunares atípicos)”, agregó.
Por su parte, el bronceado a través de camas solares es producto de un aumento de la melanina estimulada por la radiación. La UV es la que más deterioro puede producir en la piel. Y, aunque la tonalidad puede ir disminuyendo, los daños recibidos son permanentes y acarrean múltiples efectos biológicos: interviene en la síntesis de vitamina D, causa fotoenvejecimiento, inmunosupresión, y está estrechamente relacionada al cáncer de piel.
Se estima que 30 minutos de exposición a camas solares equivalen a un día al sol aproximadamente. Además, estos lugares producen entre 10 a 15 veces más radiación UV que el sol. De hecho, más de 10 sesiones aumentan más de cuatro veces el riesgo de contraer cáncer de piel.
“Además del envejecimiento de la piel, la exposición a camas solares aumenta un 56% el riesgo de melanoma. En EEUU, una de cada cuatro muertes por melanoma se asocian a su uso. Fueron declaradas carcinógenas por la OMS en 2010, y están en vías de ser prohibidas a nivel mundial”, concluyó Solé.