Cómo prevenir las enfermedades típicas del verano

El aumento de la temperatura y los cambios en las rutinas –vida al aire libre, el acceso a piletas de natación, clubes, playas; el consumo de alimentos crudos o fuera del hogar- son la puerta de entrada a enfermedades de origen intestinal, que suelen ser más frecuentes durante el verano.

Intoxicaciones, gastroenteritis, diarrea, listeriosis, Síndrome Urémico Hemolítico, entre otras, son causadas por ingerir alimentos mal manipulados que contienen las bacterias causantes de estas patologías.

El modo de transmisión de las enfermedades de verano se produce fundamentalmente por vía fecal-oral y respiratoria. Es por esto que es sumamente importante tener las manos limpias ya que son grandes portadoras de gérmenes.

Un modo eficaz de prevenir  estos padecimientos estivales es cuidar la alimentación y la higiene, tanto de los alimentos como de las personas. El lavado de manos es tan esencial como la correcta higiene de frutas y verduras que, durante esta estación, se consumen mayormente crudas.

Pero también están las infecciones en la piel, oído y ojos, cuyo contagio se da principalmente en las piletas de natación. En estos casos, también se recomienda mantener una buena higiene de las manos antes de tocar el área afectada y así evitar que el cuadro se agrave.

Algunas de las enfermedades más frecuentes de esta época son:

• Otitis: es una infección o inflamación del oído, tanto de sus partes internas o externas. Durante el verano, el contacto frecuente con el agua –piletas de natación, playa o duchas- facilitan su aparición. Se recomienda secar bien los oídos después de haber estado en contacto con el agua, evitar introducir objetos o tocarse con las manos mal higienizadas.

• Conjuntivitis: es la inflamación de las membranas superficiales del ojo, y si bien no es grave, sí es de gran molestia. Puede surgir a raíz de varias causas, pero las más frecuentes  son virus o bacterias que se contraen en las piletas de natación, o alguna sustancia irritante. El contagio se da porque las piscinas están mal cloradas, ya que cuando el nivel de cloro es insuficiente, no se eliminan las bacterias; pero cuando es excesivo, ocasiona reacciones alérgicas en los ojos. Para prevenirse se recomienda utilizar antiparras, no abrir los ojos dentro del agua y no compartir objetos personales como la toalla o los lentes y lavarse las manos antes de tocarse los ojos.

• Gastroenteritis: puede ser causada por microorganismos que se multiplican en el estómago y el intestino o por un virus que se dispersa. Esta patología es altamente transmisible y para evitarla no ingresar a las piletas de natación si se padece diarrea, ducharse antes y después del baño, lavarse las manos con frecuencia, evitar tragar agua y, en el caso de los niños, llevarlos al baño reiteradamente, utilizar zonas alejadas para el cambio del pañal y lavarse las manos antes y después de cambiar un bebé.

• Listeriosis: es una infección bacterial poco frecuente en humanos, pero extremadamente grave. La contaminación tiene lugar, generalmente, a partir del consumo de comestibles que contienen la bacteria que la produce, por lo general alimentos poco tratados y con mucha vida útil en refrigeración. Entre ellos están la leche fría, carne cruda o mal cocinada, verduras crudas, embutidos, patés, quesos frescos o poco curados (camembert, brie, entre otros). Uno de los grupos más vulnerables a esta afección son las embarazadas.  La prevención pasa por evitar consumir las verduras crudas o poco cocidas, preferir los embutidos envasados a los que se venden cortados al momento, volver a cocer los alimentos conservados en heladeras, no consumir la parte exterior de los quesos de pasta blanda, hervir la leche cruda o pasteurizada antes de consumirla y no fiarse de los productos artesanales. Por otro lado, es aconsejable lavarse las manos después de haber manipulado los comestibles crudos y limpiar y desinfectar regularmente la heladera.

• Síndrome Urémico Hemolítico (SUH): se contrae, en la mayoría de los casos, por el consumo de carne mal cocida portadora de la bacteria Escherichia Coli. Afecta, sobre todo, a los niños de entre 6 meses y 5 años y provoca insuficiencia renal, anemia y alteraciones neurológicas. La prevención es sencilla: además de controlar la correcta cocción homogénea de las carnes, en especial la picada, se recomienda reforzar la higiene al cocinar, tanto de los utensilios como de la persona que manipulará los alimentos. Si bien la carne vacuna resulta la principal fuente de contagio, el consumo de lácteos y jugos de fruta no pasteurizados o de verduras y agua contaminada (que hayan estado en contacto con las heces de los animales), también puede desencadenar la enfermedad. Para evitar la vía de contagio de persona a persona, es fundamental lavarse las manos, con agua y jabón, luego de ir al baño y antes de manipular los alimentos.

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