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Novedoso estudio para combatir el dengue: usan peces autóctonos

Un experimento llevado a cabo en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires dio resultados alentadores para eliminar el dengue.

Una investigación reciente de la UBA mostró las claves para combatir el dengue (Foto: Pixabay)
Una investigación reciente de la UBA mostró las claves para combatir el dengue (Foto: Pixabay)

La especie de peces nativos conocida como madrecitas del agua pueden eliminar por completo los huevos de los mosquitos Aedes aegypti, que se encuentren en su reservorio de agua. Así lo revela un estudio llevado a cabo en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.

El proyecto incluye asesoramiento y entrega de estos peces en forma totalmente gratuita. Mientras tanto, otra investigación la Facultad de Ciencias Exactas (UBA), demostró que esos insectos propagadores de dengue, chikungunya y otras enfermedades se fortalecieron y extendieron su acción a lo largo de casi todo el año, llegando también a regiones más frías del país.

La primavera suele ser la estación más esperada del año. En muchos casos tiene bien ganada su fama ya que es cuando llegan los primeros calores posinvernales y todo parece llenarse de color. Pero la contracara de este anhelado período se presenta con la reaparición de los mosquitos. Entre ellos, el Aedes aegypti puede dejar mucho más que una molesta hinchazón, ya que esta variante, en caso de estar infectada, es portadora de diferentes enfermedades como dengue, zika, chikungunya y fiebre amarilla.

Para intentar controlar su reproducción, desde la Facultad de Agronomía de la UBA comenzaron a utilizar, a partir de una novedosa investigación, peces nativos en reservorios de agua para que se alimenten de las larvas del Aedes aegypti. Esto es es una solución más natural ante su reproducción, ya que evita la utilización de insecticidas, que incluso no siempre son 100% efectivos. Y el hecho de que los peces, Cnesterodon Decemmaculatus (conocidos popularmente como madrecitas de agua), sean autóctonos tampoco es un dato menor, pues colaboran en la preservación del ecosistema.

“Se trata de un proyecto de extensión universitaria, en el que la Facultad transmite este conocimiento sobre cómo es la cría, la siembra y el manejo de peces para control biológico a otras instituciones. En este caso lo hacemos con un polo educativo, que es de donde provino la primera demanda, ya que tienen huertas con tanques de riego y demás reservorios de agua”, cuenta Alejandro Koko López, docente de la cátedra de Acuicultura de la FAUBA.

Pero la demanda también puede llegar de actores sociales no solo públicos, sino también del sector privado y de particulares, como puede ser el caso de alguien que tiene fuentes o un tanque australiano. Incluso una piscina recreativa abandonada, o que va a empezar a usarla en diciembre. “Allí se pueden colocar estos peces a partir de la primavera, momento en que empiezan a eclosionar los huevos de los mosquitos, hasta diciembre, que es cuando suele comenzar a usarse la pileta”, explica el docente.

En cuanto a la efectividad de las madrecitas de agua a la hora de terminar con las larvas, López es contundente. “Tenemos la certeza de que, en el reservorio de agua en el que colocamos estos peces, no sobrevive ninguna larva. Eso está confirmado”. Y agrega otros beneficios: “Además, no hay que darles alimentación suplementaria, comen lo que hay en el lugar y su población se amplía solo en caso de que tengan mayores recursos alimenticios”.

Es decir que las madrecitas de agua, cuyo tamaño máximo es de entre 2,5 y 3 cm, aseguran, con su presencia, la ausencia total de larvas para siempre. Ya que, a no ser que el lugar se quede sin agua, los peces se reproducirán en forma permanente.

Y es importante aclarar que la entrega de los peces para el control de mosquitos es totalmente gratuita, ya que el programa está financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Para solicitarlos se puede escribir a [email protected]. “A partir de allí se estudia el caso en particular, se hace un diagnóstico y se analiza qué tipo de siembra es la ideal. Es a demanda”, comenta el docente.

Dengue, una epidemia latente

La problemática de las enfermedades transmitidas por el mosquito Aedes aegypti no es menor. Según el Ministerio de Salud de la Nación, solo en el caso del dengue, se pasó de unos 40.000 casos en 2016 a casi 60.000 en 2020, teniendo en cuenta la particularidad de dicho año, con la aparición en escena del Covid-19 y las posteriores cuarentenas, por lo que el escenario podría haber sido incluso peor.

Y, solo en el ámbito del AMBA, se calcula que uno de cada cuatro adultos habría sido infectado por dicho virus a lo largo de su vida, lo cual es potencialmente peligroso, ya que “si una persona que tuvo dengue se vuelve a infectar con otra de las cuatro cepas de dicha enfermedad, no con la misma, tiene riesgos mayores de tener efectos más complicados de los habituales”, sostiene Sylvia Fischer, investigadora integrante del Grupo de Estudio de Mosquitos (GEM) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Parte del crecimiento de estos casos podría explicarse por una mayor resistencia del mosquito a las temperaturas bajas. Según un estudio del (GEM) el Aedes aegypti adquirió una gran capacidad adaptativa, lo cual explicaría la mayor expansión territorial de este insecto en Argentina, sobre todo hacia zonas más frescas y frías.

Según Fischer, esta adaptación del mosquito se debió, principalmente, a “la diapausa, algo así como una inhibición de los huevos para eclosionar durante los meses de invierno”. Pudiendo retomar su reproducción y desarrollo con la llegada de los primeros días de calor. Y, cuando lo hacen, finalmente poseen mayor cantidad de lípidos, que son las grasas necesarias como reservorio de energía.

Otras adaptaciones que hizo el Aedes aegypti, en comparación con diferentes especies de mosquitos de otras partes del mundo, es que el autóctono “completa su desarrollo a temperaturas más bajas que los demás, pudiendo hacerlo hasta a 12°C”, unos 3 o 4 grados menos que otras, describe la investigadora. Y, agrega que “cuánto más frío es su origen, mayor es su desarrollo”.

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