Los antibióticos constituyen una de las drogas más activas e importantes en medicina. Cuando se los usa correctamente controlan muchas enfermedades e inclusive salvan vidas. Sin embargo, a veces, se los usa inadecuadamente, lo que lleva a la aparición de bacterias resistentes. Esto ha generado, en la actualidad, un problema importante en la salud pública mundial. Las revistas médicas y los diarios detallan a menudo el aumento de las «superbacterias», como los gérmenes intrahospitalarios resistentes a casi todos los antibióticos, y la aparición de tuberculosis que resisten a las drogas habituales.
¿Qué podemos hacer para disminuir la aparición de estas bacterias tan difíciles de tratar?
En primer lugar no usar los antibióticos para «tratar» infecciones virales como son los resfríos, la gripe, las bronquitis, y la mayoría de las anginas. No tienen ninguna acción ni tampoco modifican la fiebre que acompaña estos cuadros.
En relación con las anginas, dado que algunas pueden necesitarlos por ser de origen bacteriano, es conveniente confirmarlas por un simple análisis de laboratorio, el cultivo del exudado de fauses. De esta forma, sólo se tratan con antibióticos dos de cada diez anginas.
En segundo lugar, procesos febriles de más de siete días de evolución sin una causa clara suelen tratarse con antibióticos muchas veces en forma empírica. En estos casos, es mejor estudiar las posibles causas antes, para evitar no sólo la aparición de resistencia, sino también para no encubrir el diagnóstico de la enfermedad.
En síntesis, el uso inadecuado de antibióticos tiene dos responsables principales: la comunidad, que se automedica, y los médicos, que en muchos casos no los prescriben con suficiente criterio. A causa del abuso de antibióticos, hoy tenemos infecciones muy difíciles de tratar. Por ello, es importante recordar que estas drogas sólo deben ser indicadas cuando sean imprescindibles y, por supuesto, debe evitarse la automedicación.