En la última década el estudio de la flora intestinal humana ha atrapado el interés de los investigadores, porque las bacterias, habitantes normales del intestino viven en comunidades conocidas como la microbiota o microbioma humana.
A la microbiota se la considera clave en la digestión de los alimentos, en la producción de vitaminas, en la regulación del estado de ánimo y en la protección contra microorganismos patógenos.
Un sinfín de colonias bacterianas conviven bajo un mismo techo y en armonía. Se cree que ya están presentes en la vida intrauterina, se diversifican con la lactancia y más tarde con la introducción de nuevos nutrientes.
Pero si de microbiota se habla, no siempre todo es orden sino que a veces reina el desorden. ¿Y quienes son los agitadores? Nada ni nada menos que los antibióticos. Si estos fármacos son administrados de forma reiterada en los primeros años de la vida provocan un reemplazo de la microbioma habitual del intestino por bacterias agresivas y perjudiciales para la salud. La persistencia de estos gérmenes, llamada disbacteriosis, es vinculada a posteriores estados de alergias, trastornos de la inmunidad y obesidad en los adultos.
Así lo confirma una reciente publicación en la revista Cell Host & Microbe donde un grupo de investigadores reveló una fuerte asociación entre la administración repetida de antibióticos en la infancia, el cambio de la flora intestinal habitual por una patógena y la aparición de enfermedades crónicas en la adultez.
Dan Caballeros, investigador principal, biólogo y asistente computacional en la Universidad de Minnesota Departamento de Ciencia e Ingeniería Informática y colaboradores desarrollaron un modelo que ayudaría a entender como los antibióticos administrados en la niñez actúan en el intestino y causarían enfermedad en el futuro.
De acuerdo a este hallazgo, en el caso de las alergias, la alteración del microbioma disminuiría la presencia de células inmunes maduras necesarias para contrarrestar al alérgeno. En el contexto de la obesidad produciría un aumento de los ácidos grasos de cadena corta.
Con renovado entusiasmo esperamos nuevos estudios que respalden estos resultados de manera que constituyan una guía para intervenir tempranamente en el uso racional de los antibióticos en la infancia y evitar enfermedades crónicas en la adultez.