Sal, vital pero en su justa medida

Es un mineral indispensable para el buen funcionamiento celular y se encuentra en casi todos los alimentos. Pero su consumo excesivo y sostenido implica la aparición de ciertas enfermedades cardiacas. 

La definición más cercana a una dieta saludable es la de sostener un equilibro entre el consumo  de verduras, frutas, carnes y lácteos. Sin embargo omitir a otro protagonista estelar que impacta sobre la salud sería inaceptable. Se trata del cloruro de sodio (Cl Na)  conocido como “sal”. Está demostrado que el consumo abusivo genera aumento de presión arterial y las posibilidades de accidentes cerebrovasculares con muertes tempranas.

Volver la mirada hacia los primeros años de la vida resulta necesario. Es en esa etapa donde se modelan los hábitos, entre ellos los alimentarios. Al respecto, una reciente publicación de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC, por sus siglas en inglés), señala la importancia que tiene la concientización en la reducción de sal en las dietas de los niños. El 90% de los chicos norteamericanos menores de 18 años comen más sal de lo recomendado y uno de cada seis registran hipertensión arterial por esta causa.

Las llamadas “comidas chatarras” (platos con pocos nutrientes y alto contenido de sal, azúcar y grasas) figuran entre las más consumidas en muchos países del mundo, incluido el nuestro. Contrarrestar el irresistible sabor de  las papas fritas, hamburguesas y pizzas no es tarea fácil, pero tampoco imposible. Cambios en la alimentación a favor de otros comestibles con menos sal, pero con el agregado de especies o hierbas aromáticas volverán a la dieta más sana.

Qué se come en casa o qué se pide en los restaurantes son decisiones que toman los padres. A la hora de elegir, son dos las alternativas más probables: comida natural y balanceada (verduras, frutas y carnes) o comida elaborada enriquecida en sal. El abuso de la segunda opción a lo largo del tiempo tiene consecuencias nefastas para la salud, por ejemplo la hipertensión arterial y el accidente cerebrovascular (ACV).

En un interesante estudio analizado por los CDC participaron 2.200 niños de entre 6 y 18 años para averiguar el consumo de sal por día y de qué productos procedía el sodio ingerido. Pudo saberse que alrededor del 43% del mineral consumido provino de alimentos procesados como pizza, pan, fiambres, embutidos, hamburguesas, sándwiches y sopas. Se documentó que el 65% del ingreso de sal en la niñez viene de comidas compradas, el 13% de los alimentos consumidos en restaurantes y pizzerías y el 9% de los comedores infantiles.

Tanto la leche materna como las leches maternizadas cumplen con los requerimientos que establece la Academia Americana de Pediatría en Nutrición. Pero a la hora de incorporar los primeros alimentos sólidos como la papilla, comienzan las primeras dudas y los inconvenientes. Para evitarlos, solo basta leer las etiquetas de los productos, donde se expresa el contenido de los nutrientes. Si bien el sistema renal en los lactantes se adapta al mayor ingreso de sodio, tiene dificultades en deshacerse de una sobrecarga.

A partir de los 12 meses, la sal consumida supera los valores recomendados para la edad de 1,5 gramos. El panorama se complica aún más hacia los 2 años por los innumerables mensajes que  los chicos reciben, de los padres y los avisos publicitarios que estimulan el consumo de comidas saladas. Las papas fritas, los sándwiches, las hamburguesas están entre las preferidas.

Lo que se debe hacerse frente a esta situación es ser prudente en el consumo de sodio (Na) sin necesidad de demonizarlo. De hecho la mayoría de los cardiólogos recomiendan un plan balanceado de alimentación que incluye baja sal y grasas, a la par que estimulan el consumo de frutas, vegetales, lácteos desgrasados, pescado y pollo. Beneficios adicionales de esta forma de comer es la incorporación de otros minerales como calcio y magnesio, necesarios para proteger al organismo de ciertas enfermedades como la osteoporosis en los adultos.

De forma natural el Na se encuentra en ínfimas cuotas en casi todos los alimentos y es vital para el adecuado funcionamiento celular. Participa activamente en las funciones del sistema nervioso, ayuda en el balance de los líquidos corporales y actúa en el proceso de contracción y relajación muscular. Queda claro que para vivir  una vida sana se necesita de un determinado equilibrio.

Un informe técnico de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que para alcanzar una alimentación saludable y prevenir  patologías cardíacas, resulta suficiente una ingesta de sal de menos de 5grs/día/persona equivalente a dos gramos de sodio. Una opción interesante es leer atentamente las etiquetas nutricionales de los productos a comprar y elegir por la de menor contenido de Na.

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la OMS, el  30% de la población de las Américas padece de hipertensión arterial. Estos valores se traducen en miles de accidentes cerebrovasculares, infartos, y muertes prematuras. Por eso el organismo llama a los consumidores a “parar, observar y elegir la opción con menos sal.”

Situación local

En Argentina el Ministerio de Salud de la Nación lanzó una iniciativa llamada “Menos sal, más vida” dirigido a los fabricantes de alimentos y a los consumidores, para reducir la ingesta de sal y mejorar la salud. Desde que se aprobó el proyecto de Ley de Regulación del Consumo de sodio, el porcentaje de la población que cocina y consume alimentos salados disminuyó del 25% en 2009 al 17% en 2013. La ley Nª 26.905 fue promulgada en diciembre del 2013.

Los aspectos más relevantes de esta norma son:

• Obliga a incluir etiquetas en los alimentos para advertir sobre los peligros del consumo excesivo de sal.

• Limita el tamaño máximo de los envases de sal.

• Establece un plazo para que los fabricantes de alimentos reduzcan el nivel de sal de sus productos.

En poco tiempo se logró que 50 productores acordaran reducir el contenido de sal de 528 alimentos, como queso, galletitas, salchichas, pastas y pan. Los productos panaderos representan el  25% del consumo total de sodio de la población. Sin embargo es para destacar la gran adhesión que se obtuvo en este rubro, así como la de los restaurantes de quitar los saleros de la mesa y ofrecer para quienes lo soliciten sal en sobres.

Cada ciudadano consume 11 gramos de sal por día, el doble de la cifra recomendada por OMS. Estos valores explican por qué el 34% de la población mayor a 18 años es hipertensa. Lo lamentable es que una gran mayoría no recibe tratamiento porque ignora su condición. El control periódico de salud. Es una medida de bajo costo y práctica que permite identificar  precozmente los factores de riesgo.

La clave para disminuir la hipertensión arterial y las muertes tempranas está en sensibilizar a la población en la elección de los alimentos pobres en sodio. La implementación de estrategias de prevención y las campañas en los medios de comunicación ayudarán a mejorar la calidad de vida en  todas sus etapas.

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