A principios del mes, pero en 1981, se registraron los primeros casos de sida en el mundo en la ciudad de Los Angeles, EEUU por lo que este año se cumplen 30 años de la aparición de la enfermedad.
Los diagnósticos correspondieron a pacientes jóvenes que presentaban una neumonía inusual que les ocasionó la muerte. El cuadro era producido por un microorganismo llamado Pneumocistis, ahora conocido como Pneumocistis jiroveci, y se daba en personas que tenían una alteración no explicada de la inmunidad.
En ese primer momento, “The New York Times” publicó una nota de tapa con el título “Una extraña enfermedad que altera la inmunidad se podría convertir en amenaza”. En ese punto, solo sabíamos que los pacientes que presentaban esta alteración tenían en común que eran hombres jóvenes que habían mantenido relaciones sexuales con otros hombres.
Los primeros artículos publicados sobre el tema, daban cuenta de que posiblemente se trataba de un virus que alteraba la inmunidad y que se podía transmitir por vía sexual, por sangre contaminada, y por transmisión vertical (de la madre al hijo).
Más adelante, estos hallazgos fueron confirmados, es decir que se establecen esas tres vías de adquisición del VIH, hasta que en 1983 se logra identificar el virus causante de la enfermedad: un Retrovirus que produce una inmunodeficiencia, ocasionando la enfermedad del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirido, SIDA. Esta primera etapa finaliza cuando entre 1984 y 1985 aparece el test de Elisa, que permite identificar más precozmente a las personas infectadas con VIH.
Primeros tratamientos
Los años siguientes se caracterizaron por la aparición de enfermedades oportunistas y tumores, como el sarcoma de Kaposi, que aparecían como consecuencia de la alteración de la inmunidad. Esa fue una época de mucha incertidumbre en la que los médicos nos enfrentábamos a una enfermedad que llevaba a la muerte de personas jóvenes, sin poder hacer nada. Una época difícil de olvidar.
El primer avance importante en materia de tratamiento se dio en 1987 con la aparición del AZT, una primera droga para el tratamiento de la infección por VIH que se indicaba a pacientes que ya estaban enfermos.
Recuerdo este momento, porque fue mi primer contacto con la enfermedad. Habíamos viajado a Los Angeles con dos compañeros más enviados por el Dr. Daniel Stamboulian para realizar un entrenamiento. Fue impactante: gente joven muy enferma, familia que los abandonaba, niños huérfanos, estigmatización, discriminación. Regresamos convencidos de que era necesario trabajar intensamente en el tema también en la Argentina. Así lo hicimos.
El año 1995 marcó un hito en tratamiento con el advenimiento del HAART (tratamiento antirretroviral de alta eficacia), que consiste en la administración de tres drogas. Estos famosos “cócteles” significaron un cambio en la historia, ya que se registró una disminución de la mortalidad del 80% al 90 %. Es entonces que las personas con VIH comienzan a tener una mejor sobrevida y calidad de vida.
Desde entonces los tratamientos han mejorado significativamente. Hoy en día se dispone de regímenes más compactos, con menor cantidad de comprimidos y menos tóxicos. A la vez, se generan nuevas drogas que fueron aprobadas en los últimos cuatro años y que ofrecen hoy una alternativa para los pacientes que no han obtenido resultados con los tratamientos previos.
Si bien se han registrado algunos inconvenientes relacionados con los tratamientos antirretrovirales, como ser la aparición de toxicidades, la resistencia (el virus se puede hacer resistente a través de los años), es necesario que los pacientes se comprometan con el tratamiento y obtengan la “adherencia” y la tolerancia adecuada. El éxito de esta teraoua se ve reflejado en la mejoría de la sobrevida de nuestros pacientes e incluso hoy hemos aprendido a manejar y a prevenir en muchas instancias las dificultades que se presentan.
Logros y dificultades
En estos 30 años hemos conseguido varios avances, tras enfrentar diversas dificultades. Por un lado, en poco tiempo el avance de la ciencia fue impensado, tan rápido como único. En ninguna otra enfermedad infecciosa los progresos se registraron en tan corto tiempo.
Se identificó rápidamente el agente causal, se desarrollaron técnicas de identificación de anticuerpos como el Elisa, aparecieron técnicas de detección y cuantificación del VIH (a través de la carga viral, medimos la cantidad de virus que hay en la sangre). Se implementó el recuento de CD4, a través del cual podemos categorizar a nuestros pacientes, ya que se trata de una expresión del sistema inmunológico. A menor nivel de CD4, más deterioro del sistema inmunológico y en consecuencia más probabilidad de tener complicaciones.
Por otro lado, estas técnicas han mejorado la sensibilidad y hoy los test de Elisa de última generación permiten acortar el período de ventana, el tiempo de infección a partir del cual se puede detectar el virus. Actualmente, se puede detectar el virus entre el mes y los tres meses de producida la infección, con el test de Elisa, pero incluso mucho antes a través de la carga viral en sangre.
También se dispone de los Test de Resistencia, un gran avance en el manejo de los tratamientos, ya que permite ver la resistencia que es capaz de producir el virus a las diferentes drogas, lo que nos ha permitido diseñar más racionalmente el nuevo esquema de tratamiento.
A la vez, las técnicas de medición de la carga viral ahora son más sensibles que en el pasado y nos permite medir la respuesta del tratamiento a través de la carga viral. De esta forma, buscamos que la misma sea no detectable (lo menor que se pueda lograr).
Todos estos avances también influyen en la disminución, hasta casi desaparición, de varias infecciones oportunistas y tumores. En definitiva, la calidad de vida ha mejorado sustancialmente y hoy podemos hablar del sida como una enfermedad crónica. Esto quiere decir que existe la posibilidad de llevar una vida con proyectos de trabajo y de familia, e incluso tener hijos sanos, a través del conocimiento de los riesgos y beneficios de las técnicas de fertilización asistida. Incluso se ha logrado disminuir la transmisión en la comunidad a través del tratamiento antirretroviral aplicado a un mayor número de personas.
Por el otro lado, las principales dificultades que se presentan son la adherencia a largo plazo a los tratamientos, las toxicidades de las drogas, la resistencia del virus y la imposibilidad de controlar la epidemia. Aunque en un grado mucho menor que en el pasado, todavía persiste la discriminación, la estigmatización, la ignorancia, y el miedo que paraliza.
Desafíos
El principal reto, sin lugar a dudas, es la erradicación del virus o curación de la enfermedad. En el plano más inmediato, es importante contrarrestar la aparición de enfermedades no relacionadas al VIH, pero que hoy aparecen como consecuencia de los fenómenos inflamatorios asociados al virus y del tratamiento antirretroviral.
Otro desafío cotidiano es cómo lograr que la gente tenga conciencia de que esta es una enfermedad 100% prevenible por vía sexual. Todos estamos expuestos y es necesario recordar las medidas de prevención en forma continua y consistente. Es fundamental transmitir a todos las medidas de profilaxis, por ejemplo, hoy en día la infección por VIH está creciendo en los adultos mayores de 50 años y las mujeres.
Es necesario lograr que más gente se haga el análisis de VIH y aprovechar las oportunidades para hacer el diagnóstico. En el país, la mitad de gente que está infectada no lo sabe y puede estar trasmitiendo el virus a otras personas.
En resumen, en estos 30 años observamos logros, dificultades y desafíos que tenemos que enfrentar en el presente y en el futuro. Pero lo más importante es que todos los sectores estén unidos para trabajar en prevención. Recuerdo a aquel profesor que decía “la intención sin acción, es solo una ilusión”. Es hora de actuar para que el deseo profundo de que algo de esto se pueda concretar, se vuelva una realidad.