Comer es una actividad necesaria, gratificante y primaria. Supeditarla a hacerlo delante de la televisión la reduce a una acción secundaria y accidental. Lleva a tomar distancia con la alimentación y a perder conciencia de su importancia. Es comprensible e inevitable que, en ocasiones, los padres se ayuden de la televisión para lograr que los hijos coman, que premien un buen comportamiento y les permitan ver sus programas favoritos durante la cena o que dejen a los niños delante de la tele para que los adultos puedan disfrutar de una comida. Estas actuaciones son naturales.
Pero hay que estar alerta y ser conscientes de que comer y ver la tele a la vez es un mal hábito, una mala costumbre.
Por qué ver tele mientras comemos es una mala costubre
Hacer las dos actividades juntas es poco satisfactorio, entre otras razones ya citadas, porque comer no es una actividad lúdica para momentos de ocio. Si se contempla así, se establece como hábito pasivo: «me dejo alimentar sin prestar atención a qué hago porque mi interés está ajeno a ese acto», «no interactúo en un proceso importante como es mi nutrición», reflexionan los nutricionistas. En definitiva, aunque en principio ayudarse de la tele para introducir alimentos en la boca o en la dieta pueda parecer más fácil, a la larga es un truco que esclaviza y los malos hábitos son muy difíciles de erradicar.