El síndrome de vejiga hiperactiva afecta a más del 15% de la población argentina, aunque los especialistas destacaron que este problema puede ser tratado a través de la aplicación de toxina botulínica como opción terapéutica.
El cuadro se caracteriza por el aumento en la frecuencia y urgencia miccional -con o sin incontinencia urinaria-, en ausencia de patologías locales o problemas hormonales. Con predominio en mujeres, afecta entre el 5 y 10% de las que se encuentran en la etapa premenopáusica, llegando al 38% en ancianas.
Este problema ocupó el centro de la escena en el marco de la última Jornada Anual de Cirugía Urológica realizada días atrás en el Hospital Italiano de Buenos Aires, donde se llevó a cabo la aplicación de toxina botulínica en vivo a un paciente. En la mayoría de los casos la causa del síndrome es desconocida, aunque en muchas personas este desorden responde a trastornos neurológicos severos, tales como traumatismos medulares, craneoencefálicos, esclerosis múltiple, entre otros. En estas ocasiones, la vejiga es incapaz de almacenar volúmenes normales de orina, provocando muchas veces su expulsión incontrolada (incontinencia urinaria).
«Se estima que una gran población de pacientes no diagnosticados no recurren al médico por vergüenza, lo cual impacta negativamente en su autoestima y en sus relaciones íntimas y sociales», afirmó Juan Carlos Tejerizo, Subdirector del Hospital Italiano, director del Departamento de Incontinencia y Urodinamia de la misma institución y uno de los oradores de la jornada.
Por su parte, Gabriel Favre, médico del staff del servicio de urología del nosocomio, remarcó que «el síndrome de vejiga hiperactiva puede afectar a personas de cualquier edad e impacta negativamente sobre la calidad de vida, por eso es importante saber que existen tratamientos y que en general funcionan. El paciente vuelve a hacer una vida normal».
Una de las conclusiones a las que se arribó durante la Jornada fue que la detección y diagnóstico de este trastorno se está haciendo cada vez más frecuente en la práctica urológica.
«El tratamiento de elección que existe para combatir este problema es la medicación por vía oral, combinada muchas veces con ejercicios kinésicos perineales. Frente al fracaso del método, la aplicación de Toxina Botulínica Tipo A (Botox, por su nombre comercial) intravesical es una muy buena alternativa, con alta efectividad y baja tasa de complicaciones, ya demostrado por múltiples autores, entre ellos Schurch, Smith, Kuo, entre otros», sostuvo Tejerizo.
El uso localizado de Botox permite disminuir o evitar los episodios de incontinencia urinaria, devolviéndole a los pacientes su independencia en las actividades diarias, tanto laborales como sociales y personales. De todas maneras, ante cualquier duda o inquietud, siempre es aconsejable consultar a un especialista.
Para los especialistas, esta toxina es de gran utilidad para el tratamiento de varias enfermedades neurológicas que se caracterizan por contracciones anormales de los músculos, entre ellas están el blefaroespasmo, la distonía cervical, el espasmo hemifacial y la espasticidad en adultos y niños con parálisis cerebral.
Su uso al campo de la urología se produce a fines de la década del 90, publicándose en el año 2000 los resultados de las primeras investigaciones de la aplicación de toxina botulínica tipo A tanto en el esfínter interno de la uretra como en la vejiga, ampliando de esa manera el espectro de patologías a tratar.