Un grupo de científicos del Conicet y la Universidad Nacional de Quilmes desarrollaron una droga para diversos tratamientos oncológicos. Se trata de la floxuridina, que se usa principalmente en el tratamiento del cáncer de colon.
El compuesto fue desarrollado dentro de una iniciativa que se conoce como “biotecnología sustentable” y se emplea tanto en Argentina como en otros países. Este enfoque pretende impulsar para la biosíntesis de fármacos alternativas sostenibles a procesos químicos obsoletos, costosos y de elevado impacto ambiental.
“Más del 90 % del mercado de la biotecnología está dominado por un grupo de empresas internacionales y los sustratos utilizados en los procesos de producción tienen precios internacionales inaccesibles para pymes regionales”, afirmó Jorge Trelles, doctor en Ciencias Básicas y Aplicadas de la Universidad Nacional de Quilmes.
En este contexto, el enfoque ayudó a la creación de este fármaco, que, según confirmó el investigador, “también ha sido ensayado satisfactoriamente en diferentes tipos de tumores, como los de cabeza y cuello, cerebro e hígado”.
Según Trelles, los productos para el tratamiento del cáncer son protegidos mediante patentes que generan un único y elevado valor de mercado y una riesgosa dependencia regional. En ese contexto, “el desarrollo de métodos alternativos para la obtención de estos compuestos permitirá la posibilidad de intervenir competitivamente en la región disminuyendo costos y promoviendo la masiva accesibilidad a compuestos de elevado valor agregado”, precisó.
En un trabajo publicado en la revista de la Federación de Sociedades Europeas de Microbiología, Trelles y un equipo de investigadores anunciaron la obtención de floxuridina mediante el empleo de una técnica biotecnológica que incluye, como “fábrica biológica”, el uso de bacterias estabilizadas en termogeles naturales.
Para este fin, el equipo de investigadores realizó una suerte de “casting” o preselección de más de cien microorganismos, para finalmente elegir a la especie Aeromonas salmonicida y así formar parte del “biocatalizador”.
Una vez estabilizado o inmovilizado en matrices de azarosa, las enzimas bacterianas “son capaces de convertir los sustratos de partida en floxuridina con rendimientos mayores al 80 %”, explicó Trelles, quien también dirige el Laboratorio de Investigaciones en Biotecnología Sustentable (LIBioS) de la Universidad Nacional de Quilmes. La vida útil del biocatalizador es de cuatro meses y puede ser reutilizado en más de 30 procesos sucesivos.
El laboratorio conducido por Trelles se maneja de acuerdo a los doce principios de la “química verde”. Esto significa que la implementación de esta tecnología tiene el objetivo de reducir los requerimientos de energía; permitir el uso de materias primas renovables; minimizar las cantidades de reactivos necesarias y mejorar la selectividad de la reacción disminuyendo la necesidad de costosos y complejos procesos de separación del producto. “En definitiva, nuestro propósito es el desarrollo de bioprocesos sustentables de elevada productividad y bajo impacto ambiental utilizando enzimas y microorganismos inmovilizados”, concluyó el experto.
En el estudio participaron la doctora Cintia W. Rivero, las licenciadas Claudia N. Britos, Eliana De Benedetti y Valeria A. Cappa de LIBioS. Contaron con la colaboración del Laboratorio de Ingeniería Genética y Biología Celular y Molecular (LIGBCM-AVEZ) dirigido por el doctor Mario Lozano y el Servicio de Biotransformaciones (SBI) del Parque Científico de Madrid dirigido por el doctor José Vicente Sinisterra.
Fuente: Agencia CyTA – Instituto Leloir