“Don Carlos llegó a la terapia ocupacional a los 80 años. Hacía 30 que estaba bajo internación psiquiátrica. Vivía en la sala más alejada, no recibía visitas ni tenía vínculos familiares. Tampoco escuchaba ni veía bien. Para comenzar a trabajar, le ofrecí varios materiales y él tomó unas revistas. Solo veía las imágenes grandes, por lo que le tramité anteojos. Así empezó nuestra relación: yo le conseguía revistas que le gustaban y le leía. Luego, se las dejaba y, al reencontrarnos, él me contaba algo que había leído. Un día llegué y lo encontré con un piyama impecable, recostado en una de las primeras habitaciones, leyendo. Pasó de estar en el fondo y ser un número, a ser mirado y atendido. Gracias a estas pequeñas intervenciones, los compañeros comenzaron a tratarlo de otra manera, a hablarle. No tenía posibilidad de externarse, pero sí de mejorar su calidad de vida. Y pudimos restituirle un algo de su condición de persona.”
Sara Daneri habla con pasión de su profesión y logra conmover con las historias de vida en las que intervino. “Si nos preguntan con quién trabajamos, nosotros decimos con la persona, no con el paciente. No preguntamos por su enfermedad, sino por su vida y por lo cotidiano: por cómo es y cómo funciona en el mundo”, destaca a DocSalud.com la vicepresidenta de la Asociación Argentina de Terapistas Ocupacionales (TO). Y agrega: “El eje de nuestro abordaje es la actividad o la ocupación, que es propia del ser humano. Hacemos o nos ocupamos con un sentido, un porqué o para qué, esto nos distingue de otras especies”.
Según explica Daneri, también ex jefa del Servicio de Terapia Ocupacional del Hospital de Salud Mental «J. T. Borda», el gran objetivo de las intervenciones es favorecer la autonomía para hacer y decidir de una persona, grupo o comunidad. “Trabajamos para lograr que esa posibilidad de autodeterminación, por más mínima que sea, no se pierda. A veces apuntamos a algo simple, como puede ser elegir qué ropa usar. Y, si se puede, avanzamos por algo más”, enfatiza.
“Trabajamos con las actividades cotidianas”, agrega Fernanda Suppicich, miembro del equipo de Terapia Ocupacional del Instituto de Neurología Cognitiva de Buenos Aires, y explica que las mismas se organizan en áreas del desempeño que tienen una complejidad variable. Dentro de ellas se incluyen: las actividades básicas de la vida diaria –aquellas que una persona hace por sí misma, como comer, bañarse o vestirse–, las instrumentales –por ejemplo, moverse en la vía pública, manejar dinero, administrar la medicación–, el estudio, el trabajo, el juego, el descanso, el tiempo libre y la participación social.
“Generalmente, se nos asocia con la rehabilitación porque esa fue raíz de la terapia ocupacional en Argentina, pero intervenimos en una gran diversidad de campos”, afirma Daneri. Así, existen profesionales que se desempeñan en instituciones educativas, hospitales, centros de rehabilitación, centros de salud y acción comunitaria y cárceles. Otro ámbito son las poblaciones en situación de riesgo, vulnerabilidad o desventaja social, que tienen enormes carencias en términos sanitarios o educativos, donde los TO ayudan a planificar y organizar proyectos de cooperativas o microemprendimientos. También actúan en áreas de cuidados paliativos y hay quienes, incluso, trabajan para las ART o en orientación vocacional.
Sin embargo, hoy los graduados en Argentina no alcanzan a cubrir estos puestos ni los que se espera que se creen en el futuro. “En 2010 se estimó que el número de TO era de seis mil –principalmente mujeres–, mientras que los psicólogos llegaban a 60 mil”, cuenta Daneri. A esto se suma la desigual distribución. Mientras que la provincia y la Ciudad de Buenos Aires nuclean a unos cuatro mil profesionales, Formosa solo tiene dos.
Terapia ocupacional y rehabilitación
“Como causa de algún síntoma, enfermedad, secuela o diagnóstico temporario o crónico, una persona puede verse impedida de hacer ‘las cosas de todos los días’ como lo hacía antes, de manera independiente y segura –detalla Suppicich–. El compromiso puede afectar su desempeño funcional en cualquiera de las áreas mencionadas, ya sea por limitaciones de tipo cognitivas, conductuales, motoras o sensoriales.”
Según explica, algunas personas llegan a la terapia por derivación de sus médicos. Otras veces, los profesionales del equipo identifican la necesidad y sugieren la interconsulta. Daneri agrega que también es muy importante el “boca a boca” entre quienes recibieron terapia o sus familiares, y que en el caso de los niños juegan un rol clave los docentes. Para Suppicich, algunos pacientes y profesionales no comprenden inmediatamente en qué consiste su profesión; pero una vez que entienden su alcance y beneficios, la reconocen como indispensable para el proceso de rehabilitación.
Durante los últimos tres años, Mirta de Forbitti conoció a varias TO. Fue luego de que su marido, Javier, tuviera un ACV hemorrágico severo. Desde que pudo volver a su casa, Javier va de lunes a viernes, por la mañana, a una fundación donde lo atienden TO, fonoaudiólogos y otros profesionales. “Nunca estuve presente en las sesiones, no sé bien qué hacen. Puedo decir que Javier recuperó muy bien la capacidad de comer solo: maneja los cubiertos, se sirve comida y bebida, tiene buenos hábitos”, cuenta. Pero, enfatiza que le resultó más práctico que una TO fuera a su casa y guiara a los asistentes terapéuticos que atienden a Javier. “Veo que tienen buenos conocimientos para dar pautas a quienes están todos los días con él. Por ejemplo, trabajaron en la rutina del baño y yo veo más progresos de esta manera”, afirma. Sobre la experiencia, también reconoce que la situación de su marido es difícil y que suele desalentar a quienes trabajan con él.
“Creo que lo más difícil de la profesión es el estar en permanente contacto con la fragilidad del ser humano y vulnerabilidad de la vida”, opina Suppicich, para quien estar en contacto desde muy joven con personas que tenían algún tipo de discapacidad fue determinante en la elección de la carrera. Dice que le costó decidirse, pero que tomó la decisión correcta: “Es un estilo de vida que elijo día a día. Puedo empezar una jornada trabajando con un paciente en su casa, ir luego al consultorio y terminar haciendo un curso a la noche. Es muy gratificante trabajar con personas, en pos de una mejor calidad de vida y del bienestar de ellas y su entorno. Acompañarlas en el proceso de recuperación, tanto en los momentos difíciles como en el logro de los objetivos, hace que el trabajo diario valga totalmente la pena y que uno vuelva a su casa con el alma llena”.