Las gaseosas azucaradas en envases gigantes están prohibidos a partir de hoy en la ciudad de Nueva York, gracias una medida polémica y pionera en EEUU con la que su alcalde, Michael Bloomberg, pretende combatir la obesidad de sus conciudadanos.
La prohibición afectará a las bebidas con altos niveles de azúcar y de más de 16 onzas (0,464 litros) en los comercios regulados por el Departamento de Salud de Nueva York.
Restaurantes, cadenas de comida rápida, carritos de compra callejeros, estadios, salas de conciertos, y las populares «bodegas» son los establecimientos que se verán perjudicados por la nueva normativa, que afectará a gaseosas, limonadas, té helado o bebidas energéticas.
No obstante, los neoyorquinos y turistas que quieran adquirir los tamaños grandes podrán hacerlo en los supermercados y grandes cadenas, pues quedan exentos de la regulación al regirse por la normativa estatal.
Este veto a las bebidas gigantes, el primero en EEUU, no estuvo exento de polémica y ya son muchos los que llaman al alcalde «niñera Bloomberg» por sus pioneras y controvertidas medidas para mejorar la salud de los neoyorquinos.
Desde que el pasado mes de septiembre la Junta de Salud de la ciudad votara a favor de la normativa, los pequeños negocios han manifestado en repetidas ocasiones su oposición y malestar al considerar que la medida les perjudicará frente a las grandes cadenas.
Consideran que la norma les discrimina porque mientras que cadenas como 7-Eleven podrán seguir vendiendo sus bebidas de gran tamaño (como el famoso «Big Gulp»), los establecimientos pequeños, como las bodegas, administrados en la mayoría de los casos por miembros de las minorías, no podrán hacerlo.
La medida tampoco ha sido bien recibida por los consumidores que criticaron el plan de Bloomberg, e incluso el Centro para la Libertad del Consumidor lanzó recientemente una campaña publicitaria bajo el lema «Los neoyorquinos necesitan un alcalde, no una niñera».
Pese a las críticas, el alcalde se mantuvo fiel a su particular cruzada contra el sobrepeso, alegando que aproximadamente 6.000 neoyorquinos mueren cada año a causa de problemas derivados de la obesidad, la segunda mayor causa de mortalidad prevenible, tan solo por detrás del tabaco.
Ésta no es la única medida impulsada por el multimillonario edil neoyorquino para mejorar la salud de sus conciudadanos, pues también ha multiplicado los impuestos sobre el tabaco (un paquete cuesta casi 12 dólares) y prohibió fumar en restaurantes, parques públicos, piscinas, playas y lugares históricos de la ciudad.
Bloomberg también obligó a incluir el número de calorías de los alimentos al lado del precio e impulsó medidas para reducir el contenido de sal en los alimentos envasados y en los que se sirven en los restaurantes.
Pese a que estas decisiones pioneras para el resto del país y seguidas por otras ciudades, algunos neoyorquinos se resisten a aceptarlas al considerarlas desproporcionadas y que invaden su vida privada.