Desde el pasado 3 de junio, varios medios de habla hispana y anglosajones hicieron eco de un artículo difundido por la agencia EFE, que fue publicado originalmente por el periódico británico Daily Telegraph. Se trataba de una investigación realizada por científicos del Imperial College de Londres y la Universidad del Sur de Australia que, según señalaba el artículo periodístico, podría prevenir los trastornos del espectro autista.
La investigación formal
En el estudio original, presentado por el equipo médico que lidera el Dr. Jeremy Nicholson en el Journal of Proteome Research, se establece una asociación entre cepas específicas de unas bacterias intestinales (Clostridium) que se han descubierto en niños con autismo y que no se han encontrado en niños con desarrollo neurológico normal. Para ello, investigadores realizaron en 101 niños, en un rango de edad entre los 3 y 9 años, análisis químicos en orina para detectar metabolitos de la bacteria. Dicha muestra fue dividida en 3 grupos: 39 de ellos con autismo, 28 sin autismo pero con un hermano que autista y 34 sin autismo y sin hermanos autistas.
El estudio reveló que los niños sin la patología con un hermano autista, presentaban una huella química diferente a la de aquellos que no tenían hermanos autistas. A su vez, la de los niños con autismo era diferente a la de los otros dos grupos. Dada esta asociación entre la bacteria intestinal y el perfil metabólico de los niños autistas, sería posible distinguir mediante un análisis de orina a un niño autista de otro que no lo es, analizando los subproductos de esa flora bacteriana específica y los procesos metabólicos del organismo.
Para el equipo investigador, queda por determinar aún si dichas diferencias metabólicas están relacionadas con las causas de la condición o si son consecuencia de la progresión de la enfermedad. Esto podría abrir el camino a tratamientos probióticos contra el autismo. Mientras tanto, para ello, todavía es necesario realizar estudios longitudinales de mayor escala que comprueben si esta “asociación” que se encontró entre el perfil metabólico urinario de un pequeño grupo de niños con autismo está relacionado con la causa del trastorno.
Pero este procedimiento no se puede llamar, aún, un método diagnóstico temprano. Sobre este punto, la Dra. Alexia Rattazzi*, médica psiquiatra infanto-juvenil, comenta a DocSalud.com que “todavía es pronto para afirmar la posibilidad de detectar el trastorno autista a través de un análisis de laboratorio”. En sintonía con la conclusión del equipo británico, Rattazzi agrega que es necesario, además de ampliar la muestra, hacer otro tipo de estudios para validarlo como método. Recién entonces, la posibilidad de que dicho perfil metabólico sea un biomarcador pordría ser considerada pero, para ello, Rattazzi sostiene que “falta mucho tiempo e investigación”.
El diagnóstico del autismo es sumamente importante en relación al momento en el que se hace ya que el hecho de comenzar tempranamente las intervenciones mejora el pronóstico. Actualmente, la detección es clínica, y hay signos de alarma que pueden detectarse en el primer año de vida, pero es difícil hacer el diagnóstico definitivo antes de los 18 meses.
El artículo periodístico
En el texto original del Daily Telegraph, algunas conclusiones se corren del eje de la novedad científica y se afirma que dicha prueba “podría prevenir el autismo”. Para poder prevenir una enfermedad, hay que conocer la causa y, en el autismo, según explica a DocSalud.com la Dra. Rattazzi, todavía no fue descubierta, más allá de todas las alteraciones detectadas en distintas áreas del cerebro y de otros sistemas del organismo.
El autismo, por el momento, no es una enfermedad evitable. Si el perfil metabólico en orina resultara eventualmente un marcador temprano, esto tampoco significa que la enfermedad sea eludible.
Sobre los trastornos del espectro autista
El autismo es un trastorno del desarrollo que implica una alteración en la evolución del cerebro y de la mente. Aunque las personas que lo padecen presentan un amplio abanico de síntomas, los problemas de comunicación y habilidades sociales son rasgos comunes.
Tiene consecuencias fundamentalmente en tres áreas: la comunicación, la socialización y la conducta. Es decir, que en términos generales, el autismo se interpone en la capacidad de la persona para expresarse (comunicación verbal y no verbal), la de relacionarse con otros (interacción social) y está asociado con conductas repetitivas e intereses restringidos.
Además, las personas con autismo muchas veces son muy sensibles a los estímulos sensoriales, tales como ruidos u olores. Asimismo, pueden presentar algunos movimientos repetitivos, problemas en el sueño, y rigidez ante los cambios en la rutina.
Se estima que en la actualidad, uno de cada 150 niños tiene un trastorno del espectro autista, aunque cifras recientes de un estudio publicado en Inglaterra sugieren una prevalencia del 1%. Es decir que, 1 de cada 100 chicos, se ve afectado por esta patología.
*Dra. Alexia Rattazzi, psiquiatra infanto-juvenil del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.