El consumo de sal en el país supera ampliamente las recomendaciones: se ubica entre 9,8 y 12,7 gramos por día, cuando la sugerencia de OMS es menos de 5,5 gramos diarios. En el marco de la Semana Mundial de Sensibilización sobre el consumo de sal, celebrada entre el 12 y el 18 de marzo, la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA) advirtió que “de acuerdo a estas cifras estamos entre los países con mayor consumo de sal de América”, según alertó Walter Espeche, médico (MP 115064) y vocal de SAHA.
Esta situación es un dilema para la salud pública, ya que cuenta entre los factores más proclives a generar hipertensión arterial (HTA). Además de los alimentos ya muy conocidos por su excesivo contenido de sodio, como los embutidos y los productos de copetín, existen otros potencialmente más peligrosos porque contienen «sal oculta».
“Estos alimentos a veces ni siquiera tienen gusto salado y pertenecen a dos grandes grupos: los panificados (pan, galletitas dulces y saladas, medialunas, facturas, tortas, budines y pizzas) y los quesos. En conjunto son responsables de la mayor parte del sodio que consumimos en el día. Por suerte hay cada vez más variedades de panificados y quesos que vienen sin sal agregada”, señaló Jessica Barochiner, médica (MN 110606) y vocal de SAHA.
Los niños que consumen altos contenidos de sal durante su infancia “tienen mayor predisposición a la elevación de la presión arterial y posibilidades de padecer hipertensión y obesidad. Para reducir el consumo en el hogar hay que evitar el agregado de sal en la preparación de las comidas, no poner saleros en la mesa, limitar el consumo de snacks o alimentos elaborados, y consumir productos de bajo contenido de sodio”, puntualizó Judith Zilberman, médica (MN 82159) y presidenta de la misma Sociedad.
Si bien los índices actuales de consumo en Argentina resultan preocupantes, habría un dato alentador: “La Encuesta Nacional de Factores de Riesgo 2013 mostró que el 17,3% de la población agregaba siempre o casi siempre sal a la comida luego de la cocción o en la mesa, contra el 25,3% evidenciado en la encuesta del 2009. Esto implica una tendencia positiva en el control del consumo de sodio”, apuntó el médico Carlos Castellaro (MN 76439).
Otro dato esperanzador es que las nuevas generaciones se muestran más interesadas en llevar una vida saludable: “Los jóvenes que rondan los 30 años se interesan por la salud. Si bien no hay estudios que determinen el consumo de sodio en esta población, el 51% evita la comida rápida cuando lleva un ritmo de vida dinámico, mientras que un 63% busca mejorar la salud mediante los alimentos y las bebidas que consume”, comentó Marcos Marín, médico (MN 63580) y secretario de SAHA.
En Argentina rige la ley nacional N° 26905, sancionada en 2013, que establece metas de reducción del consumo de cloruro de sodio con valores máximos permitidos para los productos cárnicos y derivados, farináceos y sopas. No obstante, desde el Estado hay una serie de asignaturas pendientes: “Se requiere el seguimiento adecuado del convenio de reducción voluntaria y progresiva de sodio en los alimentos procesados, fijar nuevos valores máximos y acompañar a las pymes en los procesos tecnológicos para reducir el sodio en los alimentos. Con el decreto 16/2017 se creó la Comisión Asesora para la Promoción de la Reducción del Consumo de Sodio, que buscará coordinar políticas para lograr la aplicación de la ley 26.905”, completó Carlos Castellaro, médico (MN 76439) y vocal de SAHA.