La exposición prolongada al sol o las pantallas sin protección alguna produce manchas. La falta de sueño o el descanso interrumpido, provoca ojeras. El alcohol y el cigarrillo, envejecen y resecan la piel antes de tiempo. La mala alimentación alienta la aparición de acné, espinillas y arrugas. Y el estrés, altera las hormonas responsables de todo lo mencionado anteriormente.
Son las situaciones a las que nos enfrentamos todos los días; las mismas por las que aparentamos más años de los que en verdad tenemos. Y es que cuando al fin queremos librarnos de los efectos negativos que dejan en la piel, el camino correcto no siempre resulta ser el más fácil (o agradable).
Mantener la tez del rostro en buenas condiciones es, más que nada, resultado de una serie de buenos hábitos, y conseguirlo, no es asunto que pueda tratarse de la noche a la mañana.
- Diagnóstico según tu tipo de piel, fundamental
Pasar por alto este proceso puede costarnos muchos errores. El diagnóstico del tipo de piel es muy importante ya que determina qué productos y qué conductas llevar a cabo para la limpieza profunda.
Las que más sobresalen son las oleosas (grasas) y mixtas (zona T grasosa y el resto normal). Pero para una evaluación precisa es necesario acudir a un profesional. Si bien es posible diagnosticar el tipo de piel pasando una toalla de papel por el rostro -para ver cuánta grasa recoge-, es más seguro recurrir a las palabras de un médico.
- Lavar el rostro con agua fría
La regla es: el calor abre los poros y el frío los cierra, evitando que los factores externos ingresen y provoquen suciedad. Las altas temperaturas dilatan los poros, por eso es comprensible la manera en que se insta a la hidratación y al uso del protector; ya que, hasta el calor intenso de la ciudad, los abre. Para quienes se bañan con agua tibia: el vapor del agua sube también al rostro. Pero con tal de que el último chorro de agua sea frío, está bien; ya que los poros volverán a cerrarse.
- Utilizar limpiadores correctos
Ya sabemos que “el jabón de tocador no se utiliza en el rostro”. El producto que diariamente nos higieniza en la ducha no sirve para la limpieza profunda del cutis, agrede a la piel porque no contiene su mismo pH -cantidad de hidrógeno- y no arrastra las impurezas.
Por eso, y sobre todo en pieles grasas, es recomendable utilizar un jabón que no genere espuma, que absorba rápido y deje la dermis suave.
- Máxima hidratación
Luego de la emulsión (o limpieza con el jabón adecuado para tu tipo de piel), es el turno de la hidratación. Cremas, sérum facial o tónicos: cualquiera de estas tres opciones es válidas para dar vida al rostro por la mañana. A diferencia de los dos últimos, debido al calor las cremas no son absorbidas por la piel con rapidez y tienden a formar una pasta en el cuerpo.
- Protección solar
¡Volvemos a repetirlo! Siempre a mano, porque no solamente el sol daña a la piel, sino todas aquellas luces de focos y fluorescentes a las que estamos expuestas en la oficina. Las computadoras y celulares también. Sí, los rayos UV del astro rey lideran el ránking de los productores de manchas en la piel, pero los artefactos que emiten luz no se quedan atrás.
A quienes están sobreexpuestos a las pantallas se les recomienda utilizar bloqueador dos veces al día, ya que a puertas cerradas tiene un efecto de cuatro a cinco horas. En la calle, el cuidado es distinto: tres veces como mínimo (cada tres a cuatro horas) sobre todo si el sudor se hace presente (porque abre los poros).
El gran plus de los protectores es que, hoy en día, están compuestos de antioxidantes. Esto quiere decir que la piel no sólo se protege del sol, sino también de todos los factores externos (como la polución) que afectan a los radicales libres del organismo (responsables del envejecimiento).
- Exfoliar el rostro una sola vez
Lo que hace la exfoliación es retirar las células muertas de la piel, abriendo paso a una mejor oxigenación, por ende, a una mejor penetración de los nutrientes y activos de los productos hidratantes que utilizamos.
En las pieles grasas, sí se recomienda la exfoliación dos veces por semana; en las secas, una sola vez y, en las sensibles, cada 10 días (por esto es importante diagnosticar el tipo de piel). De ninguna manera hay que hacerlo todos los días, ya que se puede dañar la capa superficial de la piel -la que nos protege del sol- y con ello hacernos más propensos a las quemaduras e irritaciones.
El exfoliante dependerá también del tipo de piel. Pero generalmente los más efectivos -para piel oleosa o mixta- son los que están compuestos de piedras más gruesas.
- Aplicar mascarillas para el acné
El acné se produce por problemas hormonales o mala alimentación. Es recurrente en pieles grasas y, aunque la hidratación ayuda a limpiar el rostro, no remueve esos pequeños pero tormentosos e inoportunos “granitos”.
Para tratar al acné es necesario visitar al profesional si o si y, de modo a saber cuál es su origen y el tratamiento a seguir. Ahora bien, no está mal aplicar una mascarilla, ya que ayudará a que las pápulas y pústulas se sequen.
- Limpiar el rostro, sí o sí, todas las noches
Es el momento más importante de la limpieza facial, el paso obligatorio para mantener la piel en buenas condiciones. Y consta de dos pasos: primero, remover toda la suciedad del día con una toalla húmeda hidratante y segundo, aplicar nuevamente una crema hidratante o, preferentemente, un tónico para cerrar los poros.
• Evitar los vicios
El alcohol no sólo daña las neuronas, sino también debilita a las células del organismo. El cigarrillo envejece y hace que la piel se vuelva seca, con el correr de los años.
*Johanna Furlan es cirujana estética.