Como muchos jóvenes, el estudiante L.L., de 29 años, ama su computadora. Tanto que empezó a tener efectos en sus estudios y sus relaciones personales. El aparato se convirtió en una forma de evitar a las personas. Ahí, se dio cuenta que necesitaba ayuda.
L.L. sufre dependencia digital o nomofobia (del inglés «no-mobile-phone phobia»), una patología con consecuencias psíquicas, sociales y físicas en auge en Brasil, el cuarto país más conectado del mundo en número de usuarios en Internet.
En septiembre, este estudiante -que pidió no ser identificado- inició un tratamiento en el Instituto Delete, el primero en el país especializado en «detox digital» y con servicios gratuitos.
Instalado en el Instituto de Psiquiatría de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), Delete nació en 2013 de la mano de la psicóloga Anna Lucia King y desde entonces ha ayudado a alrededor de 800 personas que padecían algún tipo de dependencia tecnológica.
El perfil es variado: desde adolescentes que pasan horas en juegos online en la computadora, hasta adultos que perdieron a su pareja o que fueron despedidos de sus trabajos por estar demasiado tiempo en Facebook o WhatsApp.
Cuando llegan al Instituto, los pacientes pasan por la evaluación de un equipo multidisciplinario y son sometidos a un cuestionario para identificar el origen de su dependencia. En una entrevista posterior, un psiquiatra evalúa si hay algún tipo de trastorno como ansiedad, pánico, obsesión compulsiva o fobia social.
Después, los pacientes son clasificados en tres grupos: conscientes, abusivos y dependientes. Y se les ofrece un tratamiento personalizado, en función de la gravedad del caso.
El objetivo del tratamiento no es demonizar las tecnologías, sino hacer que los dependientes aprendan a usarlas de forma saludable.
En Delete se hacen intercambios de experiencias en terapias de grupo semanales, se dan varios ejercicios -como intentar leer un libro o ver una película sin mirar el celular-, se ponen metas y se enseña «etiqueta digital», buenas prácticas que ayuden a transformar el uso abusivo a un uso consciente.
A veces, para tratar los trastornos, se puede necesitar incluso medicación. Y, además de los problemas emocionales, la nomofobia causa también daños físicos.
La fisioterapeuta del centro, Mariana King Pádua, explica que el uso prolongado de smartphones -y el hecho de mantener la cabeza inclinada- causa tanta presión en el cuello que produce lesiones. «La musculatura del cuello no está preparada para sostener esta carga», asegura.
Sin embargo, cuando una persona usa mucho las tecnologías no necesariamente quiere decir que es dependiente. Lo es solamente cuando las usa de forma exagerada.
«El uso abusivo es cuando lo virtual interfiere en lo real, cuando uno pierde el control. Ese nivel de pérdida de control es algo muy tenue», resume el investigador y orientador especializado en medios digitales de Delete Eduardo Guedes.
La omnipresencia de las tecnologías e Internet en la vida moderna puede dificultar la identificación del problema. Muchas veces, son las personas alrededor del adicto quienes van a buscar ayuda.
Fue el caso del estudiante H.B, de 24 años. Su madre fue quien lo llevó al Instituto Delete en agosto pasado para tratar su dependencia a juegos de computadora.
«Ni yo mismo notaba que tenía un problema. Uno se acostumbra con eso, es difícil dejarlo», explica.
Pero la moderación es difícil de alcanzar. Más si se toma en cuenta que en 2015 Brasil tenía más de la mitad de la población (120 millones de personas) conectada a Internet, sólo por detrás de China (705 millones), India (333 millones) y Estados Unidos (242 millones), según un informe de la ONU sobre economía de la información publicado en octubre.
Y los brasileños, principalmente, lo usan para comunicarse (85%), enviando mensajes de WhatsApp o usando redes sociales como Facebook, Instagram o Snapchat (77%), de acuerdo con el Comité Gestor de Internet en Brasil.
Aunque la nomofobia es todavía un tema relativamente nuevo en Brasil, en Corea del Sur, Japón o China ya consideran esa dependencia como un problema de salud pública que se trata en centros de rehabilitación.
En Rio, tanto los pacientes como terapeutas de Delete creen que es posible vivir
armónicamente con las tecnologías.
«Estoy mejorando con los ejercicios. El problema del uso intensivo de Internet es que terminás dejando otros aspectos de tu vida desatendidos», dice L.L.
¿Y qué pasa cuando termina la terapia? «Si ellos lo sienten necesario, siempre pueden regresar», concluye Anna Lucia King.