Entre el 60 y el 90 por ciento de las embarazadas sufren, en mayor o menor medida los tan conocidos antojos, que no son otra cosa más que un deseo irrefrenable de ingerir un alimento concreto, ante el cual de nada sirven los sustitutivos: ¡tiene que ser eso o nada!
Cualquier comida, incluso la que antes de estar embarazada nos resultaba desagradable o indiferente, puede convertirse en el objetivo de nuestro paladar, aunque existen algunos más comunes que otros: las bebidas con gas y el hielo picado, muy eficaces para paliar las náuseas y los vómitos; el picante, las comidas muy saladas o condimentadas, el dulce.
Sobre las causas de estos antojos, los científicos no se ponen de acuerdo. Para algunos son una llamada de atención del cuerpo sobre una necesidad concreta, por ejemplo el deseo de una comida salada podría deberse a una carencia de sodio en el organismo. Otros cuestionan este argumento con la siguiente reflexión, si realmente estas llamadas de atención respondiesen únicamente a una necesidad nutricional, ¿no sería cierto que nuestra dieta sería más rica en verduras y frutas y menos en dulces y alimentos grasos?
Otra explicación sobre este tema pasa por los cambios hormonales que la mujer sufre durante los meses de gestación, que pueden modificar nuestros gustos y manías en lo referente no sólo a los olores, sino también a los alimentos.
¡A consentir!
Sea cual sea la causa, lo cierto es que los antojos se producen y deben ser atendidos. Eso sí, las madres deberían controlar los pedidos y reducir al máximo los alimentos nocivos. Una alimentación sana y equilibrada durante el embarazo es básica para el desarrollo del bebé y para el bienestar de la futura madre.