Un estudio afirma que las sustancias placebo, fármacos terapéuticamente inactivos, no trabajan sólo con la imaginación y a menudo ejercen un efecto real sobre el cuerpo del enfermo, tanto positivo como negativo. El trabajo, publicado por la revista Annals of Internal Medicine, sostiene que si el placebo usado en el ensayo clínico que evalúa la eficacia de un fármaco es mal elegido, las pruebas podrían arrojar resultados erróneos.
Antes de que un fármaco entre al mercado debe superar una serie de pruebas en seres humanos. Esta experimentación clínica prevé que el efecto de un fármaco sea confrontado con el que produce una sustancia inerte, totalmente ineficaz, llamada placebo.
Se dan a dos grupos de voluntarios sendas píldoras, idénticas en forma y color.
Sin que ninguno de ellos, incluyendo los que hacen el experimento, sepa cuál es cuál, sólo una de las pastillas contiene el verdadero fármaco, mientras que la otra sólo es el placebo.
El axioma es que el placebo no hace nada, como máximo produce algunos efectos positivos por la sugestión. Pero según el estudio, eso no es así.
Un grupo de investigadores liderado por Beatrice Golomb, de la universidad de San Diego, analizó 167 pruebas clínicas publicadas en revistas científicas y comprobó que el placebo utilizado podía surtir algún efecto físico sobre el organismo. Esto significa que podría reducir la precisión de las experimentaciones clínicas.
Un ejemplo citado por Golomb fue el de los enfermos de sida, que a menudo no toleran la lactosa, y por lo tanto utilizar esta azúcar como placebo para estudiar fármacos contra esa enfermedad, significa dar una «ventaja» ficticia a los remedios. De esa manera, se sobreestima la eficacia del fármaco, ya que los pacientes que recibieron el placebo sufren más problemas gastro-intestinales, y de ese modo se sugiere que la nueva droga defiende al cuerpo de esas dificultades.
En otra prueba, recordó Golomb, fármacos para el corazón eran probados utilizando aceite de oliva como placebo. Pero ahora se sabe que el óleo reduce el colesterol «malo» y por eso el test podría haber llevado a sobreestimar los efectos del fármaco para proteger al órgano vital.
Además, los grandes laboratorios, ante la falta de reglas claras sobre el placebo, complican las cosas. Esto ocurre porque, aunque usan varios tipos de sustancias, en menos de un caso sobre diez publican la identidad del placebo empleado en una prueba.
«Esto es obviamente peligroso para la salud pública, concluye Jeremy Howick, de la Universidad de Oxford, otro autor del estudio, porque podría llevar al uso de terapias ineficaces y no evitar que fármacos ineficaces sean lanzados al mercado».