Científicos descubren nuevas vías de evitar transmisión de malaria

Hallaron que una proteína juega un papel clave en la propagación del mal. El descubrimiento abre nuevas líneas de investigación en prevención.

Un grupo de científicos de varios países descubrieron una proteína que juega un papel clave en la transmisión de la malaria, lo que esperan que ayude a desarrollar nuevas vías para evitar la propagación de la enfermedad.

Según informó el Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona, España, esta investigación descubre nuevas vías para interrumpir la transmisión de la malaria mediante la prevención de la formación y maduración de las etapas sexuales del parásito.

El estudio, cuyos resultados se publican en la revista Nature y en el que participaron también la Universidad de Princeton (EEUU) y la Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical, reveló que la proteína AP2-G es «esencial» para la diferenciación sexual del parásito de la malaria.

«La diferenciación sexual, que se activa en algunos de los parásitos, es básica para transmitir la enfermedad de un humano al mosquito e iniciar nuevas infecciones en otros humanos», afirmó el investigador Alfred Cortés, que lideró la parte española del estudio.

«Hemos descubierto que la proteína AP2-G juega un papel clave en el control de la diferenciación sexual. En la fase asexual de los parásitos en sangre, el gen que codifica la proteína AP2-G está ‘apagado’ en la mayoría de los parásitos, pero es propenso a la activación espontánea», explicó Cortés.

«Los parásitos en que se ‘enciende’ la expresión de este gen se desarrollarán como gametocitos sexuales, que son los únicos que pueden sobrevivir en el mosquito y transmitir la enfermedad a otra persona», concluyó el investigador.

«No solo es necesario y básico curar a los pacientes afectados por malaria, sino también impedir la transmisión», recordó Cortés.

El último informe sobre paludismo de la Organización Mundial de la Salud estima que en 2012 hubo hasta 207 millones de casos de malaria en el mundo, y más de 627.000 muertes por este motivo, la mayoría de ellas localizadas en el África subsahariana. 

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