Cómo sentirnos mejor

Sentirse mejor puede ser el resultado de una serie de estrategias destinadas a ayudarnos para alcanzar un mayor bienestar. Parte de los aspectos más importantes es tener buena autoestima y analizar qué cosas nos preocupan.

Sentirnos mejor puede ser el resultado de una serie de estrategias destinadas a ayudarnos para alcanzar un mayor bienestar.

Uno de los aspectos más importantes es tener buena autoestima, es decir un concepto sano y equilibrado de nosotros mismos, mediante la aceptación de nuestras virtudes y debilidades. La baja autoestima o falta de confianza en uno mismo produce una sensación de frustración y temor. Es útil preguntarnos y analizar qué cosas nos preocupan: los problemas económicos, el trabajo, la vida sexual, las relaciones interpersonales, el futuro, las enfermedades, la soledad. Ante estas situaciones, destacamos algunas acciones positivas que nos pueden ayudar:

 

Capitalizar las experiencias.

No es suficiente hablar de lo que nos pasa. Muchas veces vivimos soñando con lo que nos gustaría hacer en lugar de hacerlo. Tenemos que realizar acciones a pesar de correr el riesgo de equivocarnos. Lo importante es insistir e intentar de nuevo.

Las personas que están en el camino del éxito son aquellas que capitalizan las experiencias y tratan nuevamente.

Se dice que es genio el que aprende de la experiencia del otro, inteligente el que aprende de su propia experiencia, y necio el que no aprende ni de una ni de otra.

 

Hablar de lo que sentimos y pedir ayuda.

Es importante no guardar en secreto nuestros sentimientos, angustias, éxitos o fracasos.

Poder compartirlos con nuestros amigos o con aquellos que nos quieren siempre nos enriquecerá. Si sentimos que los problemas nos sobrepasan y no podemos resolverlos, busquemos ayuda profesional.

 

Respetar al otro.

Siempre ayuda ser responsable, honesto y cumplir con lo que prometemos. Cuando hacemos cosas buenas nos sentimos bien. Es importante desarrollar la empatía, es decir, ese modo de participación afectiva que nos permite entendernos con los otros.

 

Cultivar el buen humor y saber reírnos de nosotros mismos.

Lo decía Santo Tomás Moro: “Dichosos los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse”. Está comprobado científicamente que la risa es saludable y reduce las tensiones.

 

Evitar el enojo.

Aprendamos a controlar el mal carácter y la forma de expresarnos con el prójimo.

La ofensa verbal es tan dañina como una agresión física y deja cicatrices que muchas veces perduran.

Recordemos que la tensión, el enojo y la ira son pequeñas dosis de veneno que intoxican nuestro cuerpo y nuestra mente.

 

No vivir lamentándonos.

No permitamos que los pensamientos negativos y lamentos se transformen en hábitos. Evitarlos nos hará sentir más libres y con paz interior.

 

Disfrutar los buenos momentos del presente.

La vida es una sucesión de momentos. Muchas veces gastamos tiempo lamentándonos por el pasado, discutiendo acerca del presente y preocupados por el futuro, en lugar de valorar las cosas positivas de la vida.

 

Aprender a ser objetivos.

Cuando estamos ante una gran dificultad, dediquemos un tiempo al final del día para transformarnos en observadores externos del problema. Esto nos ayudará a ubicar el mismo en un contexto real y así, seguramente encontraremos una salida creativa.

 

Ser realistas con el manejo del tiempo.

“No todo puede o debe hacerse hoy”. Muchas veces el trabajo que nos proponemos realizar nos lleva el doble del tiempo calculado. Además, debemos saber que no es posible hacer todas las cosas que pensamos o queremos. Seamos más realistas al organizar nuestro tiempo y al ordenar nuestras prioridades.

 

Invertir tiempo en aquellas cosas que nos hacen felices.

Los placeres favoritos so habitualmente simples: caminar, mirar una puesta de sol, encontrarse con amigos, leer un libro…

 

Descubrir y desarrollar nuestra creatividad.

Todos estamos dotados de un potencial creativo. Aprendamos a ponerlo en marcha a través de aquellas actividades que nos permitan canalizarlo.

 

Cuidar nuestro cuerpo. Realizar actividad física.

Practicada regularmente, produce un aumento del nivel de los neurotransmisores, como la serotonina, dopamina,  epinefrina, las cuales nos producen una sensación de bienestar y reducen la tensión muscular causada por la ansiedad.

 

Comer con moderación.

Comer en exceso es una de las causas que más pueden destruir nuestro cuerpo. Si ésta es nuestra tendencia, tratemos de comer siempre menos de lo que pensamos, eligiendo una dieta saludable.

 

Dormir lo suficiente.

Dormir es una forma natural de restaurar las energías y mantener una buena salud.

 

Adoptar una actitud positiva.

Frente a un problema, una enfermedad o un hecho cualquiera, uno puede adoptar tres actitudes: positiva, indiferente o negativa. Como médicos, sabemos que es más fácil que nuestros pacientes se curen cuando creen que pueden hacerlo. El pesimismo y la indiferencia nos derrotan de antemano. Ser optimista ayuda siempre.

En síntesis, para lograr sentirnos mejor cada día frente a las distintas situaciones que se nos plantean, es importante aprender a tomar una actitud positiva.

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