Depresión: más allá del bajón anímico

Se considera una enfermedad si existe una pérdida de interés o placer por todas las actividades usuales o pasatiempos. Se divide en reactiva, de origen físico y trastorno bipolar. Una buena comunicación con el médico es esencial a la hora de elegir un tratamiento.

La vida nos pone a diario frente a situaciones complejas, difíciles, que pueden provocar tristeza, un decaimiento anímico, la sensación de estar deprimido. Esto, claro, no requiere ningún tratamiento médico. Pero si esto se convierte en un problema en sí mismo, que interfiere con nuestras ocupaciones cotidianas y nuestra vida social, estamos en presencia de la depresión como enfermedad.

 

¿Cómo distinguir el bajón anímico de la depresión? Si se trata de la enfermedad, podría definirse como “la pérdida de interés o placer en todas las actividades usuales y pasatiempos” (según la Asociación Psiquiátrica de los Estados Unidos). De todos modos, hay diferentes clases de depresión, con distintas características y tratamientos:

 

• Depresión reactiva. Se trata de los síntomas que resultan de una situación estresante o difícil de la vida cotidiana (como la muerte de un familiar o las complicaciones laborales). La tristeza es una forma típica de esta clase de depresión.

 

• Depresión de origen físico. Suele estar asociada a fenómenos físicos o cambios bioquímicos en el cerebro. En general, se estima que existe una tendencia genética a desarrollar esta afección, ya que se suele encontrar varios casos en una misma familia. Esta depresión puede estar originada como una reacción a ciertas enfermedades infecciosas, como hepatitis, mononucleosis y tuberculosis. También pueden estar vinculados algunos depresores del sistema nervioso central, como el alcohol o los barbitúricos.

 

• Manía depresiva o trastorno bipolar. Se caracteriza por atravesar períodos de gran actividad y creatividad, alternados con profundos pasajes de intensa desesperación. Estos inexplicables cambios de humor también tendrían un origen bioquímico.

 

Síntomas visibles

 

A pesar de que la depresión puede exteriorizarse de varias maneras, es común encontrar problemas digestivos, dolores de cabeza frecuentes, cansancio o nervios como las situaciones más visibles. En muchos casos, el paciente acude al médico por alguno de estos síntomas, pero un cuestionario exhaustivo del profesional puede sacar a la luz otros síntomas que parecían inconexos:

 

• dificultades con el sueño, ya sea para dormir o bien para mantenerse despierto durante parte del día.

 

• inexplicables raptos de llanto.

 

• incapacidad para concentrarse o bien recordar hechos recientes.

 

• sentimientos de culpa.

 

• pérdida de apetito o compulsión por la comida, con evidente cambio de peso

 

• períodos de intenso ejercicio o decaimiento severo de la capacidad física.

 

• pérdida de interés en las actividades habituales o menor deseo sexual.

 

•recurrentes pensamientos en la muerte o el suicidio.

 

Cualquiera de estos síntomas, aislados en la vida diaria, no son indicadores de enfermedad. Pero cuando algunos de ellos se combinan y persisten por algunas semanas, es probable que estemos en presencia de una depresión.

 

Tratamiento

 

La depresión puede ser tratada con resultados positivos de diversas maneras. Pero cualquiera sea el camino que se elija, el primer paso debe ser tener una charla profunda con el médico acerca de los sentimientos que genera la enfermedad. De ese vínculo de confianza con el médico dependerá en gran parte el éxito del tratamiento elegido.

 

Un aspecto para mejorar los síntomas no requiere el consejo de un médico: el ejercicio moderado puede ser clave para superar la depresión. Quizá sea difícil empezar, pero la actividad física regular (en lo posible, diaria) ayuda a dormir mejor y recuperar el humor. A su vez, es bueno involucrarse en proyectos que le den satisfacción y superar la tentación de desligarse de ellos. Familia y amigos, en este sentido, son de vital ayuda, como contención para la sensación de soledad.

 

Por el contrario, se deben evitar las siestas, porque pueden empeorar el insomnio, así como también resulta necesario eliminar el consumo de drogas y alcohol.

 

El aspecto más formal del tratamiento suele incluir psicoterapia y medicación. Un profesional experto (psicólogo, psiquiatra o trabajador social) puede colaborar para, a partir de charlas profundas, identificar el origen de los conflictos, frustraciones e infelicidad que derivan en la depresión. Sólo una vez descubiertas esas causas profundas se puede intentar cambiarlas.

 

En cuanto a la medicación, la hay muy variada para atacar esta afección, de acuerdo a los síntomas de cada paciente. Por eso se recomienda fuertemente seguir con especial atención la prescripción del médico; es usual que los efectos sólo se vean con el paso de las semanas, por lo que no hay que desalentarse si en los primeros días no se perciben mejoras en la situación.

 

También es importante mencionarle al especialista si existen efectos secundarios, para que pueda modificar la medicación o la dosis si lo cree necesario. Además, los antidepresivos no deben ser combinados con ningún tipo de bebida alcohólica y hasta puede ser necesario un cambio de dieta.

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