El asma es una infección respiratoria de alta prevalencia mundial. De hecho, unas 300 millones de personas la sufren en el mundo y 250 mil mueren por años a causa de sus consecuencias.
Si bien la afección es más grave en adultos, esta patología es la enfermedad crónica más frecuente en niños. De hecho de las casi 10 mil hospitalizaciones que se producen por esta causa en el país, la mayoría corresponden a chicos menores de 10 años, mientras que según el el estudio ISAAC (International Study of Ashtma and Allergies in Childhood) entre el 10 y el 20% de los niños sufren este problema.
“En el país, al igual que en el mundo, se estima que entre el 7% de los niños en la escuela primaria y el 11% de los adolescentes en la escuela secundaria tiene asma”, indicó la médica neumonóloga Ana Balanzat, Jefa del Departamento del Hospital de Clínicas “José de San Martín” y agregó que muchos de ellos padecen síntomas graves, lo que genera visitas inesperadas al médico y hasta hospitalizaciones.
El estudio AIRLA (Asthma Insights and Reality in Latin America), realizado en 2004, entre el 5 y 10% de los pacientes con asma de todas las edades presenta manifestaciones graves, las que generan ausentismo escolar en el 62% de los niños y laboral en el 20% de los adultos. Estos síntomas pueden deberse al inadecuado abordaje de la patología, ya sea por el acceso a la salud o la adherencia del paciente, así como al asma de difícil control (ADC), que es aquel en donde no se logran reducir las manifestaciones ni al administrar las más altas dosis recomendadas por las guías internacionales GINA, una sigla que remite a la Iniciativa Global para el Asma.
Con motivo del día mundial de la patología, que se celebra cada 7 de mayo, GINA lanzó una campaña bajo la iniciativa, “Usted puede controlar su asma”, que tiene por objetivo reducir el 50% de las hospitalizaciones a causa de esta enfermedad.
En coincidencia con esta iniciativa, un trabajo de especialistas argentinos, publicado en la revista Medicina compartió claves para tratar casos difíciles en la población pediátrica. El estudio, titulado “Asma de difícil control en niños y adolescentes – Estrategias diagnóstico-terapéuticas” recomienda una serie de pasos para controlar la enfermedad en los pacientes menores de 18 años.
El estudio fue liderado por el médico neumonólogo Hugo Neffen, Jefe de la Unidad de Medicina Respiratoria del Hospital Orlando Alassia de Santa Fe, quien aseguró que en la población evaluada, “el manejo de las exacerbaciones representa el 60% de los gastos directos destinados a la enfermedad”.
Pero estas crisis no sólo devienen del asma de difícil control, sino también del asma mal controlado, que puede surgir por fallas en el diagnóstico y tratamiento médico o porque no es posible acceder a la medicación necesaria. De hecho, para Neffen, un dato preocupante es que según cifras de estudios de campo correspondientes al 2012, “al 30% de los pacientes argentinos nunca se le hizo la espirometría, una prueba esencial para confirmar el diagnóstico y que puede realizarse a partir de los 5 o 6 años ”.
Por otra parte, si el asma que no responde al tratamiento puede deberse a “ser confundido con otras patologías”, según explicitó el doctor Jorge Máspero, Miembro del Servicio de Alergia e Inmunología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Entre estos males, están la fibrosis quística, la bronquiolitis viral, la laringitis subglótica y los síndromes aspirativos de cuerpo extraño.
Por eso, para Máspero, la estrategia para el diagnóstico del asma de difícil control es confirmar la presencia de la enfermedad mediante pruebas específicas y corroborar el adecuado tratamiento y su cumplimiento.
Es que el ADC se divide en el Asma difícil de tratar, ya que aparenta no responder a la medicación, pero con el manejo optimizado se logra controlar, y el Asma grave resistente al tratamiento, que es el que permanece en esta categoría a pesar del uso de las más altas dosis de medicaciones disponibles o incluso los corticoides orales. A este grupo, según especifica GINA, se le debe adicionar además una terapia con omalizumab, un medicamento biológico que mostró efectividad para el manejo de la patología cuando los otros abordajes no responden del todo.
El trabajo agrega que “la edad del niño que padece asma es condicionante de diferencias de expresión fenotípicas, desencadenantes, de evolución natural, limitaciones diagnósticas ty de la intervención terapéutica que no deben soslayarse”. En lactantes y preescolares (0 a 5 años) se potencian las dificultades diagnósticas “por el conocimiento parcial de los mecanismos etiopatogénicos y la mayor posibilidad de diagnósticos diferenciales” y que a ello “se agregan limitaciones para la determinación objetiva de la obstrucción bronquial, su reversibilidad y para el estudio de marcadores de la inflamación y el fenotipo clínico (episódico viral o con desencadenantes múltiples) o evolutivo (transitorio, de comienzo tardío o persistentes).
Agrega que en escolares (6 a 12 años), “los síntomas a menudo son precipitados por el ejercicio, la sensibilización alérgica se torna más relevante y la valoración de la función pulmonar y el estudio de la inflamación de la vía aérea son más factibles”. En este grupo, “el manejo y cumplimiento terapéutico son altamente dependientes de padres o cuidadores”. Entre adolescentes (12 a 17 años) “la expresión clínica puede ser variable, más frecuente en el sexo femenino, con tendencia a subestimar los síntomas”, destacando que “los factores psicológicos son fuertes agravantes, lo que puede contribuir a dificultar el tratamiento, su cumplimiento y por ende, el control del asma”.