Fiestas: a no vivirlas como una obligación

Festividades religiosas, en particular la Navidad, se implantaron en nuestra cultura como un momento festivo casi obligatorio, de manera independiente de la condición de creyente. Si en estas fechas se produce un pasaje depresivo, es quizá porque se idealiza dicho momento, en el cual se supone que las familias se reúnen en paz y sin conflictos, como si debiera alcanzarse una armonía perfecta que poco tiene que ver con la realidad.

Por otro lado el aspecto instituido de las Fiestas es contrario a la festividad espontánea, lo que le da a veces un carácter imperativo. Los malabares que deben hacerse para reunirse, en particular en el caso de familias ensambladas, para que nadie se sienta excluido, hablan por sí mismos.

En esas fechas las emociones suelen estar a flor de piel. Por un lado porque son íconos relacionados con la infancia, dan cuenta del tiempo que pasa y de la ausencia de seres queridos que no están más. Señalan con agudeza la presencia de las ausencias que en otros momentos del año no suelen ser tan vívidas. Pero también afloran conflictos latentes que pueden paradójicamente revitalizarse ante expectativas desmesuradas.

Es probable que la Navidad sea un momento en el cual algunas personas se contactan con sus emociones más profundas ligadas a la niñez, que no se despiertan en otro momento del año

No es necesario que las personas que no creen en la Navidad desde un punto de vista religioso se plieguen a ese festejo colectivo si no lo desean. La vida merece que uno tenga la disposición de festejar no tanto de manera instituida sino de manera espontánea a lo largo del año.

La presión cultural del gran momento de felicidad que deberían ser las Fiestas no deja de ser una forma de imperativo angustiante: ¡tenés que ser feliz en Navidad!  Como si un momento de alegría, algo tan inmanente y subjetivo,  pudiera alcanzarse de manera voluntarista en una fecha predeterminada.

También el festejo por el Año Nuevo suele ser un momento de balance, de evaluación de aquello que se logró, pero también de frustración por lo que no pudo lograrse en el curso del año que pasó. Así surgen proyectos de cambio y propósitos loables, como si el fin del año marcara en la persona un momento bisagra en sus deseos, cuando en realidad los proyectos y deseos están pautados por tiempos internos y no por fechas de calendario.

Los grupos más vulnerables son aquellas personas que por el motivo que sea se encuentran solas y no viven su situación de manera serena. Puede generarse en ellas un sentimiento de exclusión de las festividades colectivas y por ende de la vida en sociedad, lo que incrementa su vivencia de soledad angustiante. Pero también lo son los niños en situaciones precarias de vida, momento en el cual las carencias, ya sean afectivas, económicas o ambas, se ponen en relieve.

Puede ser un momento de generosa empatía para con el otro que quisiera festejar y no tiene con quién, acercarse, compartir. En estos casos  existe la oportunidad de festejar el momento solidario

Por ende, se sugiere:

• No vivir las fiestas como un momento obligado de reunión sino como una ocasión más de encuentro grupal, pero sin expectativas desmesuradas en cuanto a la «perfección» de dicho festejo.

• Vivir estas fechas de manera serena, dándoles un contenido simbólico que permita lograr a la vez sustancia y sentido.

• No esperar el fin de año para hacer balances de vida, sino ir haciéndolos en el curso del año, de acuerdo a los propios deseos, y no en función de mandatos externos que nos alienan.

• Tener en cuenta que las festividades suelen revelar estados de ánimo latentes, ya sea de tristeza o de alegría. Una manera de tomar consciencia de un estado de ánimo que en otros momentos del año puede pasar desapercibido.

• Y si no se logró una fiesta «perfecta» y usted no fue «totalmente feliz» es porque usted es un ser humano que no logrará nunca la perfección, algo que si se logra aceptar es digno de ser festejado.

*El doctor Juan Eduardo Tesone es psicoanalista,  Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina  y de la Psychanalytique de Paris y  Médico psiquiatra de la Universidad de París XII.

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