Una de las mayores innovaciones que produjo la tecnología moderna son los celulares. Cumplen con varias funciones que lo hacen sumamente práctico: comunican, sacan fotos, despiertan, tienen agenda e internet. Esta cualidad hizo que sean incorporados a nuestras vidas y en ese sentido hay varios puntos que preocupan. Uno de ellos es sin duda, cuándo dar uno de estos teléfonos a los niños.
Los móviles emiten energía de bajo voltaje que puede ser absorbida por los tejidos cercanos y la cantidad de energía que recibe cada individuo depende de la duración de cada llamada, el tiempo de uso diario y de la distancia con respecto al cuerpo. Si bien se realizaron estudios, los resultados no son concluyentes en relación al uso del celular y tumores cerebrales.
Los teléfonos móviles se comunican entre sí mediante el envío y recepción de señales a torres (antenas) a través de ondas de radiofrecuencia (RF). Ésta es una forma de energía electromagnética que se encuentra entre las ondas de radio FM y las de los microondas pero que no son lo suficientemente fuertes como para dañar directamente el ADN celular a corto plazo.
Por otra parte, las ondas van perdiendo energía a medida que se alejan del aparato. De ahí que se aconseja una distancia ideal 30 o 40 centímetros entre el celular y el individuo. Pero esto no es solo patrimonio de los teléfonos móviles, sino también de tablets, computadoras, TV y DVD.
Diversas investigaciones estudiaron los efectos a corto plazo entre los campos electromagnéticos de bajo voltaje y los trastornos del sueño, la concentración y el ritmo cardíaco. Hasta la fecha no hay evidencia que sugiera que la exposición a estas radiaciones resulte perjudicial para la salud.
Con respecto a los efectos a largo plazo, todavía no hay ninguna relación probada que demuestre riesgos definitivos de cáncer de cerebro o testicular en los hombres que llevan el celular muchas horas en el bolsillo del pantalón.
Este revolucionario avance tecnológico llegó también al mundo infantil. ¿Y por qué no? Es una apreciada herramienta barata para contactarse con los niños y de mantener cierto control, en especial cuando se trata de menores de edad.
Saber donde están los hijos es uno de los aspectos que explica que en la última década se haya duplicado el uso del móvil. El 85% de los adolescentes de entre 14 y 17 años tiene celulares, mientras que lo portan el 69% del grupo de 11 a 14 y el 31% de los niños de entre 8 y10 años.
A nivel mundial existe una gran preocupación porque se sabe que la tasa de absorción de las ondas de RF es de dos a cinco veces mayor en la niñez que en la adultez. Lo alarmante es que cada vez son más chicos los niños que tienen celulares. Si bien no hay trabajo que respalde científicamente el impacto de las ondas de RF podría pensarse en un efecto acumulativo.
Por otro lado, aún no se sabe con certeza cual es la edad correcta para entregar a los niños un celular o una tablet. Lo que si es evidente es que la necesidad aumenta hacia la adolescencia. Es en este grupo donde los padres evalúan si los hijos son lo suficientemente responsables a la hora de comprarles un smartphone.
Algunas consideraciones son válidas para todos los usuarios de celulares. Por ejemplo usar el dispositivo lo más lejos posible del cuerpo, e incentivar el empleo de mensajes de textos o WhatsApps. Está desaconsejado dormir con el celular prendido o debajo de la almohada.
Teniendo en cuenta que el tiempo de formación para la mayoría de estos tumores es de 15 a 20 años, un gran desafío enfrentan los científicos a quienes les corresponden demostrar si algunos tumores cerebrales, testiculares u otras enfermedades son debido a la alta exposición a ondas de radiofrecuencia emitidas por móviles.