Prueban un “páncreas artificial” asociado a un teléfono celular

Un «páncreas artificial» probado en nueve hospitales de Francia que inyecta en tiempo real la dosis adecuada de insulina calculada gracias a un teléfono móvil podría cambiar la vida de los diabéticos.

El sistema, llamado Diabeloop, asocia tres aparatos unidos por Bluetooth: una bomba de insulina y un sensor de glicemia colocados bajo la piel -ambos ya son utilizados por millones de enfermos de todo el mundo- y un teléfono Android con una aplicación específica que usa un complejo algoritmo.

El teléfono podrá también transmitir de forma permanente los datos del paciente a un centro de telemedicina.

Con este sistema, los diabéticos de tipo 1 (insulinodependientes) ya no tendrán que hacer difíciles cálculos para determinar su dosis de insulina, que varía mucho en función de las comidas, del estrés, o de las horas del día.

También permitirá evitar episodios de hipo o de hiperglicemia, es decir falta o exceso de azúcar en la sangre.

El programa está basado en un algoritmo «hipercomplejo de 13 ecuaciones con 13 incógnitas» explica Sylvain Rousson, uno de los ingenieros que lo desarrolló. «La idea es calcular de forma permanente y anticipada el índice de sangre que el paciente tendrá dentro de dos horas, para determinar qué cantidad de insulina necesita de inmediato», añade.

El programa es además capaz de aportar por sí mismo mejoras en sus funciones, afinando sus cálculos para adaptarse más al paciente y lograr así un resultado mejor.

«Ya no necesitamos pensar o preocuparnos por si vamos a estar en hipo o hiperglicemia» explica Marie-Claude Lehmann, una de las 45 voluntarias que probó el dispositivo. Hospitalizada dos veces, cada una durante tres días, en Estrasburgo, esta paciente de 45 años, diabética desde hace 16, tuvo como consigna reducir su actividad física durante el tiempo que duró el experimento.

En otros hospitales de Francia, en cambio, otros participantes debían hacer deporte o englutir comidas gastronómicas.

En todos los casos, el paciente delega al aparato la parte esencial de la gestión de su enfermedad. Solamente debe precisar al software la cantidad de glúcidos que ingiere así como su actividad física.

«Eso me libera de la ansiedad, en particular durante la noche en que tengo miedo de sentirme mal por falta de azúcar», explica Lehmann.

El programa, que proporciona «relativamente buenos resultados», va a «cambiar la vida de los pacientes, al disminuir sus obligaciones» explica la profesora Nathalie Jeandidier, una diabetóloga de los hospitales universitarios de Estrasburgo.

A nivel planetario -en el mundo hay 25 millones de diabéticos insulinodependientes- más de 15 equipos trabajan en proyectos de modelización matemática más o menos similares, precisa Guillaume Charpentier, presidente de Diabeloop, una start-up con sede en Grenoble, en el sudeste de Francia.

«El objetivo prioritario son el 50% de los pacientes que pese a sus esfuerzos no consiguen regular correctamente sus tasas de glucemia y corren el riesgo de sufrir complicaciones» según Charpentier.

Los responsables del programa relatan el caso de uno de los voluntarios. «Era diabético desde hace 50 años y le sorprendió que una máquina que no lo conocía llegara a gestionar mejor que él su enfermedad, pese a que estaba acostumbrado a hacerlo todos los días y desde hace años» explica el ingeniero Sylvain Rousson.

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