Surgen más bacterias resistentes, pero no nuevos antibióticos

Hoy nos enfrentamos al serio problema de la falta de drogas para tratar las enfermedades que provocan estos organismos. El lavado de manos, el uso adecuado de los tratamientos y los programas de control de infecciones son las estrategias disponibles hasta que se desarrollen nuevas y efectivas sustancias antimicrobianas.

En la actualidad la medicina se enfrenta a dos problemas extremadamente serios: la falta de antibióticos para tratar en forma adecuada las infecciones que provocan los organismos multirresistentes y la menor inversión en investigación para generar nuevas drogas por parte de la industria farmacéutica.

La situación se agravó durante los últimos años, debido a la aparición de las llamadas bacterias KPC (Klebsiella productora de carbapenemasa), capaces de sobrevivir a todos los antibióticos del mercado. Esto deja  a los profesionales sin herramientas terapéuticas y expone a los pacientes a un mayor riesgo enfermedad y muerte. En Panamá ya fallecieron alrededor de 100 personas por infecciones causadas por estos microorganismos.

Por otra parte, muchos individuos sanos, que no tienen contacto con personas que trabajan en instituciones de salud ni asisten en forma periódica a centros asistenciales, portan en sus vías nasales la bacteria Staphilococcus aureus resistente a los antibióticos de primera línea. En general, este germen causa infecciones de la piel, de los llamados tejidos blandos y de los huesos. Si este microorganismo traspasa las defensas de estos individuos  y los infecta, el riesgo de que se manifieste una resistencia es cercano al 70%.

Para contribuir a revertir la situación, durante el último Congreso de la Sociedad Americana de Infectologia (IDSA), que se realizó en noviembre de 2011 en Boston, se propuso la iniciativa denominada 10×20, que aspira al desarrollo de 10 nuevos antibióticos para el año 2020.

El primer paso para alcanzar este objetivo fue la generación de una ley que se encuentra hoy en el Senado de los EEUU y se denomina Generando Ahora Incentivos para Antibióticos (Generating Antibiotic Incentives Now, GAIN). La misma consiste en la búsqueda de apoyo económico de las compañías farmacéuticas, para continuar con el desarrollo de nuevos agentes antimicrobianos.

Cuando un químico encuentra una nueva sustancia, la misma debe atravesar diferentes pruebas de laboratorio hasta llegar a la fase final de los ensayos clínicos. Durante este complejo y largo período, se seleccionan aquellas sustancias que demuestran su eficacia y seguridad.

La probabilidad de éxito de conseguir la droga adecuada para cada principio activo que se estudia es de uno en ocho o 10 mil intentos y el tiempo previsto para el desarrollo oscila entre los nueve y 12 años.

Aunque diariamente laboratorios públicos y privados descubren nuevos compuestos y examinan sus propiedades farmacológicas, el prolongado período que involucra la investigación animal –destinado a reducir el riesgo de la aplicación de un fármaco en los seres humanos–, sólo puede ser llevado a cabo con la ayuda de la industria farmacéutica.

Esto resulta evidente cuando se analiza el aporte que ésta hizo a la introducción de nuevos medicamentos: entre 1935-1949 su contribución fue del 54%, cifra que alcanzó el 92% entre 1981 y 1990.

Ante este panorama, es necesario diseñar estrategias que permitan el manejo de estas serias infecciones hasta tanto se disponga de antibióticos efectivos para combatirlas. Es sabido que el problema de la resistencia a estos fármacos se debe, entre otros factores, a la gran utilización de agentes antimicrobianos. Es común que los médicos los indiquen o los pacientes se automediquen en situaciones en que no son necesarios y de forma inapropiada en cuanto a la duración del tratamiento y las dosis usadas.

Dentro de todos los programas de vigilancia de las infecciones asociadas al cuidado de la salud, también conocidas como infecciones intrahospitalarias, se contempla la supervisión de la utilización de antibióticos, para evitar, además de lo enunciado anteriormente, el reemplazo de las drogas habituales por otras de mayor espectro. De no ser necesarios, estos tratamientos también inducen a las bacterias a volverse cada vez más resistentes a los antibióticos conocidos.

Como estrategia actual para el manejo de estas serias infecciones, se utilizan drogas que estuvieron en desuso o que se utilizaron en forma limitada durante muchos años, como por ejemplo el colistin. Otras medidas alternativas son el uso asociado de varios fármacos o el ciclado de antibióticos, que consiste en “dejar descansar” durante un cierto tiempo y en forma programada drogas que se sabe son generadoras de resistencia, para luego volver  a utilizarlas. Este descanso hace que aquellas bacterias que habían adquirido resistencia a estos compuestos se vuelvan nuevamente sensibles, cumpliéndose de esta manera un ciclo que, a largo plazo, ayuda a utilizar nuevamente agentes antimicrobianos que se habían descartado luego de volverse inefectivos contra ciertas infecciones específicas.

Hasta que se desarrollen nuevas y efectivas drogas antibacterianas, el lavado de manos, el uso adecuado de antibióticos y los programas de control de infecciones en los centros asistenciales son las mejores armas con las que contamos para enfrentar a los microorganismos multirresistentes.

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