Llegan las vacaciones de invierno, una buena oportunidad para que los más chicos conozcan lugares nuevos. Existe una gran variedad de destinos para elegir pero, a la hora de decidirse, es importante tener en cuenta ciertos aspectos para que toda la familia pueda disfrutar sin complicaciones.
Lo primero es realizar una consulta con el pediatra de cabecera o con un especialista en Medicina del Viajero, para que actualice el calendario de vacunas e indique otras según el recorrido y actividades previstas, así como las condiciones previas del niño. Además, si el itinerario incluye áreas tropicales o subtropicales con malaria el médico le recetará medicinas para prevenirla, ya que esta enfermedad puede ser severa en los niños menores de 5 años. La medicación debe tomarse antes de entrar en la zona malárica, durante toda la estadía y unos días después; y es crucial que haga una consulta médica si durante el viaje o al regreso presenta fiebre.
Como los cambios de clima pueden generar molestias y complicaciones digestivas a los pequeños, se recomienda que mantengan los horarios de comidas y descanso, con una dieta e hidratación apropiadas. Esto no sólo les ayudará a evitar las descomposturas relacionadas sino también a no sufrir tanto el desfasaje horario.
Para los traslados es conveniente elegir ropa cómoda y llevar juegos, juguetes y libritos para entretener a los chicos. Al planear un viaje en auto, hay que recordar que los chicos siempre deben ir en sillas de seguridad o con un sistema de retención acorde a la edad. Para prevenir los mareos frecuentes en ómnibus, barcos o automóviles, se recomienda comer liviano antes de salir y evitar la lectura o los videojuegos en el vehículo.
Antes de viajar en avión, los lactantes y niños con enfermedades pulmonares o cardíacas deben consultar a su médico de cabecera. Quienes vuelen con bebés, pueden solicitar un asiento en primera fila y la aerolínea suele proveer de una cuna colgante para acostarlo. Quienes lleven niños, pueden elegir los asientos del pasillo para caminar durante vuelos largos. También hay que prestar atención cuando se sirven las comidas con el fin de evitar derrames de líquidos calientes. Además, como los cambios de presión dentro de la cabina pueden provocar dolor de oído, al aterrizar o al despegar es conveniente que los pequeños masquen chicle sin azúcar, coman un caramelo o beban líquido, mientras que los bebés pueden amamantar, tomar biberón o usar el chupete, conductas que les ayudará a reducir la molestia.
Para evitar el síndrome de jet lag que suele ocurrir tras vuelos largos, conviene ajustar el horario de sueño dos a tres días antes de partir. Para facilitar el ajuste al llegar, es bueno que tengan actividad al aire libre o en áreas iluminadas durante las horas del día.
Una vez en destino y mientras dure la estadía, es muy importante cuidar que consuman agua y alimentos seguros. Para prevenir la diarrea, se aconseja que los mayores supervisen que los niños se laven las manos antes de comer y luego de ir al baño, así como que no tomen agua de la canilla ni se cepillen los dientes con ella. También hay que evitar el uso de hielo y preferir el agua embotellada. En cuanto a los bebés que reciben pecho materno, lo mejor es que continúen con la lactancia como forma exclusiva de alimentación.
Si a pesar de los recaudos, presentan diarrea, se debe asegurar que ingieran suficiente cantidad de líquidos y las sales de rehidratación oral son útiles si comienza con signos de deshidratación; pero no hay que darles antidiarreicos. Si el cuadro ocurre durante un viaje en crucero, es decisivo que se avise al médico a bordo, porque podría tratarse de una infección por norovirus de muy fácil propagación en esas embarcaciones.
Los pequeños suelen ser curiosos y movedizos, por lo que siempre hay que estar atentos para evitar posibles accidentes. Si se visita una zona silvestre con animales salvajes sueltos, hay que explicarles que no deben tocarlos ni jugar con ellos; así se evitarán mordeduras. Pero, si ocurre una agresión de este tipo, primero hay que lavar la herida con agua y jabón, y luego, consultar al médico para que indique el tratamiento oportuno.
Aunque los paseos se realicen en período invernal o en lugares con bajas temperaturas, hay que mantener una adecuada protección solar. Se debe recordar que las superficies refractarias como la nieve, el cemento o el agua potencian los efectos del sol. Los niños tienen que usar pantalla solar en el cuerpo y en los labios con factor de protección no menor de 15 y con anteojos con filtro ultravioleta.
Las claves para cuidar la salud en zonas frías incluyen una alimentación abundante y de alto grado calórico, una hidratación adecuada con suficientes líquidos, en especial calientes. Al momento de vestirlos, es mejor hacerlo en varias capas, ya que esto mantiene la sequedad y el calor entre prendas. Hay que evitar que coman nieve o hielo.
Otro factor esencial es prevenir las enfermedades transmitidas por insectos. Para evitar las picaduras de mosquitos se pueden adoptar estrategias como usar repelente DEET (que puede usarse en niños y es efectivo), dormir en cuartos con mosquiteros o con aire acondicionado, cubrir las camas de los chicos con mosquiteros, no permanecer mucho tiempo cerca de agua estancada, lagos o ríos, evitar estar al aire libre al amanecer o a la hora de la puesta del sol , no usar perfume ni ropa muy colorida que atraen a los insectos, y vestirse con prendas que cubran el cuerpo (mangas largas y pantalones largos).
Por último, si el pequeño tiene un problema de salud crónico, se aconseja llevar un botiquín y suficiente provisión de medicamentos recetados. En estos casos, es preciso contar con un seguro médico y llevar la documentación e indicaciones médicas apropiadas.
