De acuerdo a cómo somos, viajamos. De ahí que cada uno tenga múltiples desafíos emocionales cuando se dispone a andar: desde la posibilidad de crecer, ampliar la perspectiva y abrazar los cambios hasta fobias, estrés, intolerancia a la frustración, crisis de identidad o angustia. “En cualquier travesía surgen diversas preguntas: quién viaja, cuándo, a dónde, por qué, para qué, con quién, cuánto tiempo, a través de qué medio, con qué perspectivas y esperanzas. Todo esto es muy importante en relación a las emociones y a lo que le puede ocurrir a un viajero, ya que la reacción dependerá del estilo de personalidad, de las expectativas, de la situación personal y el estado emocional de cada uno”, explica a DocSalud.com el licenciado Modesto Alonso, psicoterapeuta y piloto, especialista en Psicología Aeronáutica y Factores Humanos.
Alonso reflexiona acerca de cuán enriquecedoras pueden ser las travesías, que además permiten enfrentar ciertos temores no realistas que, si bien se colocan afuera (en lugares, personas o modos de transporte), su origen está en el interior de cada uno. Del mismo modo, invita a prepararse, buscar asesoramiento y aventurarse, mientras recuerda: “El hombre viajó siempre porque tiene el impulso de explorar y conocer. Por un lado, nuestras matrices socioculturales y las costumbres en las que vivimos, nos modelan, nos dan pertenencia e identidad. Al mismo tiempo, la curiosidad nos lleva a querer ver siempre lo del otro, que es exótico para nosotros. Los viajes son experiencias de cambio que ponen a prueba los recursos que tenemos para tratar de hacer una vida lo más creativa, productiva y sana posible”.
Periodista (P.): ¿Cómo prepararse emocionalmente para viajar?
Licenciado Modesto Alonso (M.A.): Para poder prepararse, evitar ciertas frustraciones y tener más satisfacciones hay que conocer la expectativa y la motivación. Hay personas que tienen un estilo que empobrece su vida al frenar su curiosidad y su capacidad de probar lo nuevo y distinto, eso es motivo para terapia. Pero hay quienes tienen una expectativa tan desmesurada, que la posibilidad de que se frustren es alta. Además hay estresores, por ejemplo, las diferencias de lengua o costumbres que a algunos atrae, pero a otros puede generarles un shock cultural con consecuencias. En todos los casos, se aconseja preparar bien el viaje y organizarlo a partir del autoconocimiento: saber cómo es cada uno y cómo le pueden afectar las distintas variables permite prever, a partir de reacciones anteriores. También se aconseja investigar los problemas frecuentes que existen en el destino a visitar.
P.: ¿Cómo influyen las expectativas previas, durante y después de la travesía?
M.A.: Depende de cada viajero, hay múltiples posibilidades: una persona se puede sentir defraudada al no obtener lo que esperaba, otra puede angustiarse y entrar en ansiedad porque se le hace demasiado impactante o inmanejable. Si la vacación se vive como la revancha por todo lo sufrido, por un año difícil u otra razón, se carga de tanta expectativa que aumenta la posibilidad de frustración, en cambio, si la actitud es más tranquila y prudente, la experiencia podrá ser mucho más enriquecedora. También depende de dónde coloca cada uno la satisfacción: de acuerdo a cómo es alguien y a su propia historia, va a variar si viaja, cuánto lo hace, hacia dónde, cómo, con quién, qué hace en los lugares y a la vuelta. Los japoneses denominan “síndrome de Paris” a lo que le ocurre a muchos que visitan la ciudad y entran en crisis porque la habían idealizado, los llamados “síndrome de Jerusalén” y “síndrome de la India” pueden ocurrir a aquellos que buscan una vivencia religiosa o mística y, al no encontrarla, tienen depresiones o crisis de angustia. Del mismo modo, hay paradojas: en el “síndrome de Stendhal” puede haber una crisis por exceso de deleite y satisfacción, en personas que disfrutan o conocen mucho de estética, cuando vistan sitios como Florencia o Venecia.
P.: Los viajes también pueden generar angustia y trastornos de ansiedad.
M.A.: Cualquier persona se puede emocionar hasta las lágrimas en un lugar, por su belleza o por lo que le recuerda, o puede entrar en ansiedad porque lo desconocido es tan extraño y diferente, que lo desconcierta. Antes de viajar, un terapeuta puede brindar asesoramiento a quienes tienen cuadros de angustia para enfrentar los problemas, ahora se aprovechan las nuevas tecnologías y si un paciente tiene complicaciones en el exterior, se puede hacer una sesión vía Skype. Otra experiencia que resulta de gran impacto emocional es conocer el lugar de origen de abuelos y bisabuelos inmigrantes, o el retorno de quienes emigraron: muchos buscan estas fuertes emociones que contribuyen a crecer, pero otros nunca se animan a volver.
P.: ¿Por qué es importante vencer los miedos y fobias relacionadas con viajar?
M.A.: Siguiendo el ejemplo anterior, el conflicto vinculado con tomar contacto con emociones e historias, que pueden ser muy duras o conmocionantes, está colocado en el espacio, pero en realidad es una dificultad interior. Aunque el destino es un estímulo real y concreto, quien tiene una actitud fóbica y no va a un lugar al que querría ir porque teme no soportarlo, en realidad tiene un problema interno, por cómo sobreestima el impacto de lo que va a sentir y cómo subestima los recursos que tiene para procesarlo.
P.: También ocurre con los transportes, como con el miedo a volar.
M.A.: Exacto, el mecanismo es el mismo: se evita algo creyendo que así “se salvan”, aunque en general se trata de algo más imaginario que real. Lo mejor con los problemas es tratar de resolverlos, o por lo menos llegar al punto de admitir que no tienen solución. La evasión a veces puede ser puntual y resultar aparentemente exitosa, pero cuando se mantiene como estructura de personalidad o como estrategia ante un conflicto determinado, empobrece, porque impide la vivencia y entrar en contacto con algo que está adentro, como por ejemplo, el propio temor o las fantasías acerca del efecto que le podría producir.
P.: ¿Hay tratamientos más puntuales para las fobias?
M.A.: Depende mucho de cada persona, ya que a algunas les ocurre por falta de información pero en otras puede ser un síntoma de otra enfermedad. Hay muchas técnicas, pero en el mundo predominan las cognitivo-conductuales que tienden a ser más breves y más dirigidas a frenar el síntoma, mientras que las más psicodinámicas apuntan a desmarañar, entender y significar aquello que se encierra en la dramática personal. Al tratamiento de la fobia al vuelo lo llamo training, porque es focalizado y dirigido, con instrucción aeronáutica, tests y un promedio de siete entrevistas dinámicas. Son estrategias operativas de intervención breve, mediante integración de recursos terapéuticos adaptativos y de afrontamiento de estresores. Se pueden aprender métodos de relajación, respiración, meditación, ejercicios de distracción o concentración y actividad física.
P.: ¿Cómo lidiar con demoras, esperas y contratiempos?
M.A.: La gente tiene que ir preparándose para la cantidad de problemas que puede llegar a encontrar, como por ejemplo una huelga de controladores y suspensiones de vuelos. Hay mucho que está fuera de nuestro control y que puede influir. Siempre hay que tener en cuenta que habrá inconvenientes y que la tolerancia a la frustración tiene que ser parte del equipaje; quien no la tiene, puede asesorarse y desarrollar recursos para manejarse de otro modo, y no amargarse por situaciones que muchas veces son inevitables y otras previsibles. Ante menor tolerancia en la vida diaria, mayor necesidad de preparación y de tener expectativas realistas.
P.: Hay personas que tienen emociones fuertes al regresar.
M.A.: El regreso siempre es un balance dinámico entre las expectativas, lo vivido y el cambio de posición que eso produjo, frente a uno mismo y frente al mundo. En general, la gente vuelve contenta y enriquecida, pero puede haber distintas situaciones al volver según las vivencias, el grado de transformación interna, o el nivel de contraste o choque que tengan con lo cotidiano. Quienes tuvieron una experiencia muy decepcionante, o aquellos que sintieron despersonalización o inseguridad personal, se alivian al regresar a lo que ellos consideran seguro y conocido; quienes no vuelven con aquello que fueron a buscar pueden estar decepcionados o sentir ansiedad, enojo, angustia. Otros pueden tener crisis después de haber conocido lugares, personas o formas de vida que son las que desearían pero que no pueden tener. A veces es necesario hacer algunas consultas con un terapeuta para que la persona pueda reacomodarse, son asesoramientos operativos, no necesariamente psicoterapia.
P.: ¿Y cuando los viajes funcionan como evasión?
M.A.: Aunque se suele creer que al hacer las valijas se dejan los problemas en casa, los conflictos van con el viajero. La travesía es útil cuando no es una negación sino un modo de recuperar energías para enfrentar algo, pero hay que estar atentos cuando se le da una connotación mágica, como si por sí misma pudiera cambiar la vida o el pasado. Viajar siempre se relaciona con una fantasía de renacimiento, ya en la mitología y las leyendas se usaba como símbolo del transcurso de la vida, en la Odisea la exploración del mundo se simboliza por un periplo que lleva a lo desconocido, a superar pruebas y a la supervivencia. Todo eso está incluido, consciente o inconscientemente, cuando se piensa en viajes, sean imaginarios o reales, buscados o no.
P.: Hay quienes desean evitar los cambios y las conmociones.
M.A.: Quien trata de vivir esquivando cuanto riesgo emocional existe, se empobrece. Es cierto que la búsqueda de lo desconocido asusta y fascina a la vez, pero hay que tener presente que lo único estable en la realidad es el cambio, y este se intensifica en las travesías con la apertura a estímulos nuevos de manera intensa y rápida, al salir de la trama protectora (la matriz espaciotemporal y sociocultural en la que se vive), que da pertenencia, identidad, modelos mentales y parámetros que dan seguridad. La vida es cambio, y este se puede estimular para ampliar la riqueza de experiencias, que también enriquecen internamente, y ayudan a su vez a cambiar, a ampliar nuestro modo de mirarnos y de mirar, de sentirnos y de sentir, de comprendernos y de comprender.
Entrevista de Ana Paula Cordero.