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¿Cuáles son las experiencias traumáticas que pueden afectar al cerebro?

Una experiencia traumática puede tener efectos muy graves para toda la vida. Una persona traumada puede sentirse abrumada, indefensa o angustiada después del evento. Sin embargo, los efectos no sólo son psicológicos, el cuerpo también tiene una respuesta física frente al trauma.

Cómo los traumas afectan al cerebro (Foto: Pixabay)
Cómo los traumas afectan al cerebro (Foto: Pixabay)

Después de una experiencia traumática, en especial el cerebro tiene un mecanismo para protegernos: hay una parte de la memoria que se borra o no nos permite acceder. De esa manera no se elimina la reacción emocional pero sí elimina los detalles, es una memoria selectiva.

Los traumas no nos afectan a todos por igual, sino que hay personas que pueden llegar a ser más o menos sensibles que otras frente a una experiencia traumática. La forma de manifestar los efectos a largo plazo también varía dependiendo de la persona. Muchas veces el trauma se manifiesta como reviviscencias del evento traumático, pesadillas, y pensamientos negativos que interfieren con su vida diaria.

Joelle Rabow Maletis, educadora y asesora en psicología, señala que «Este fenómeno se llama trastorno de estrés postraumático, o TEPT, y es el mal funcionamiento de mecanismos biológicos que nos permiten hacer frente a experiencias peligrosas y que es tratable»

El efecto en una persona de una experiencia traumática depende de varios factores, entre ellos el fenotipo cerebral de cada individuo, explica Manuel Portavella, profesor en el área de Psicobiología y coordinador del Máster en Estudios Avanzados en Cerebro y Conducta de la Universidad de Sevilla. Por ejemplo, es posible que 4 personas sean sometidas a la misma experiencia traumática y una sola de ellas consigue llevar una vida normal, pero las otras no. Esto se debe a lo que en psicología clínica se conoce como diátesis-estrés, que es la combinación del estrés y la sensibilidad de cada persona ante él.

La psiquiatra Ellen Vora afirma que «las experiencias traumáticas con frecuencia se almacenan en el cuerpo, el cual también reprograma el cerebro. Y cuando eso ocurre, la amígdala -esa parte del sistema límbico a cargo de nuestra respuesta del miedo- queda en una especie de estado de agitación creando ansiedad desproporcionada a lo largo de la vida»,

Uno de los efectos del trauma es que deja al cerebro en alerta, incluso si la amenaza ya no existe. Esto hace que las personas se sientan en peligro cuando no lo están. Esto se debe a que las experiencias traumáticas activan el sistema de alarma cerebral conocido como: lucha, escape o bloqueo.

«Junto al miedo esas son reacciones naturales que han estado diseñadas a lo largo de la evolución para nuestra supervivencia. Son emociones prediseñadas en nuestra genética y se empiezan a desarrollar en la infancia», explica la especialista.

El estrés por el trauma es una respuesta, una herramienta para ayudarnos a sobrevivir, nos indica si debemos huir o defendernos en una situación crítica. Sin embargo, en un contexto de maltrato continuado no hay forma de “escapar”, por eso se mantiene el estrés y el estrés produce muchas alteraciones metabólicas porque hace que nos preparemos para una acción. Entonces se produce una “cascada química”, que es una reacción que inunda el cuerpo con varias hormonas de estrés, causando cambios psicológicos que preparan al cuerpo para defenderse.

«Nuestro ritmo cardíaco se acelera, la respiración se acelera y los músculos se tensan, se altera el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA) y en ese proceso se desencadena la respuesta del miedo por la activación del sistema límbico. Si esto se mantiene en el tiempo, desarrollamos un trastorno porque el sistema aprende que hay una amenaza permanente y una vez que lo aprende, aunque salga de esa situación, se ha modificado, se ha hecho más sensible al estrés». sostiene Portavella.

¿Cómo reacciona la memoria?

«El estrés sostenido puede generar la muerte del hipocampo, una estructura fundamental de la memoria, y eso puede producir problemas de memoria y de concentración», dice el profesor. La memoria, además, de resolver problemas, tomar decisiones y planificar, es la encargada de regular nuestras emociones. Es por eso que las experiencias de maltrato en la infancia pueden crear recuerdos negativos que pueden ser abrumadores y también influir en la creación de recuerdos nuevos.

El sistema de recompensa en nuestro cerebro, que usa la dopamina, ayuda a reconocer los aspectos positivos de nuestro entorno y a motivarnos. “Las investigaciones muestran que los niños que han experimentado abuso y negligencia tienen una sensibilidad reducida en estas regiones (del cerebro) en comparación con la de sus compañeros cuando procesan señales de recompensa, posiblemente reflejando la adaptación a un mundo donde la recompensa es poco frecuente o impredecible” indica el experto.

La reparación del daño que causa el trauma no siempre es lineal. Hay personas que experimentan las secuelas del trauma de forma persistente y luego desaparecen temporalmente para resurgir unos meses después. El experto afirma que “No comprendemos por completo qué está pasando en nuestro cerebro, pero una teoría es que la hormona del estrés, el cortisol, puede estar continuamente activando la respuesta ‘lucha, huida, bloqueo’, reduciendo el funcionamiento general del cerebro dando lugar a síntomas negativos”.

Generalmente, cuando los problemas duran más de un mes, se diagnostica TEPT. Sin embargo, es habitual que el trauma se esconda por meses o incluso años antes que la sintomatología de un trauma aflore.

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