A casi nada del comienzo del Mundial de Fútbol, el espíritu y expectativas que despierta la Selección argentina se asienta hoy mucho más en los resortes sociales del espectáculo, de la participación colectiva en los eventos que en la confianza sobre la performance del equipo nacional.
La inclusión de una gran masa femenina, antes inimaginable, como espectadoras y actoras de organización, cánticos, reuniones grupales y familiares o asistencia a lugares públicos donde se proyecten los partidos es un hecho que ha modificado el clásico folklore masculino del fútbol.
Lo identitario nacional aúna y libera resortes emocionales, necesidad de reconocimiento y triunfo a vastísimos sectores que en épocas de ajuste ecónomico pueden encontrar en lo deportivo amplio canal de desahogo.
El equipo argentino no tiene aún funcionamiento ni equilibrio sostenido como para generar enamoramiento o expectativas de muy alta performance. Si la tienen muchos jugadores que la integran, incluidos el as de espadas, Lionel Messi. Pero para ganar, igual que en el truco necesita de acompañamiento y buena distribución del juego.
Hay un desperdicio de posibilidades, de recursos no utilizados, siendo el descuido en el trabajo anímico y grupal uno esencial de ellos, impensable exclusión en los tiempos que corren.
La posibilidad de trabajar sobre las presión y sus efectos, que pueden traducirse en fallas en la precisión, en los momentos de definir o también en las lesiones, el ensamble y la cohesión grupal son, a modo de muestra, algunas de estas áreas a trabajar y mejorar.
A pesar de todo, y en un deporte con tantos elementos fortuitos como el fútbol, el milagro, la genialidad individual o contagiada pueden continuar transformando la realidad y el recreo que nos depara este evento en algo que nos invita a soñar e ilusionarnos.
*El doctor Ricardo A. Rubinstein es médico psicoanalista y autor del libro Deportes al Diván. Es miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).