Luego de la falta de quórum en Diputados, el debate por la ley de etiquetado frontal sigue alentando la conversación de la ciudadanía y los profesionales de la salud. Si bien la mayoría coincide en que una ley de este tipo es necesaria, donde surgen las diferencias es en el cómo. ¿Es esta legislación la más completa y efectiva? ¿Es posible introducir modificaciones que permitan tener mejores resultados a mediano y largo plazo?
Que en Argentina exista un proyecto de ley de etiquetados es un gran paso para empoderar a los consumidores en su toma de decisiones, particularmente teniendo en cuenta la necesidad de que empecemos a hacer compras más saludables, ya que los problemas de exceso de peso y la mala calidad de la dieta están muy presentes en nuestra población. Por eso, es lógico pensar que una ley así puede ayudar a despertar la conciencia de lo necesario que es llevar una alimentación sana. Sin embargo, tal como está planteada, no basta para frenar una tendencia que se viene dando hace años en el país porque la problemática de la obesidad es compleja, multicausal y afecta tanto a niños como adultos en una alta proporción, a través de todos los niveles socioeconómicos y todas las regiones del país. Por eso, pensar que una sola estrategia, aún cuando incluya regulación de la publicidad y acciones educativas, logre disminuir las altas prevalencias, es quizás demasiado ambicioso.
Lo cierto es que mucha gente no sabe lo que come y tampoco está informada respecto de qué alimentos debería incluir una buena alimentación. Actualmente el porcentaje de la población que mira las etiquetas es muy bajo, su comprensión no resulta fácil y, además, la información que se encuentra actualmente en los envases es difícil de encontrar y de interpretar. Es por ello que una de las ventajas respecto de la legislación que está actualmente en debate es que los sellos de advertencia son uno de los sistemas de etiquetado que más fácilmente se interpretan y son los mismos que se han aplicado en otros países de la región, como Chile y Uruguay, pero es relevante señalar que los umbrales y puntos de corte que plantea el proyecto de ley son diferentes a los de dichos países. Esto quiere decir que la experiencia en Argentina sería distinta de la de aquellos países en los que ya existe una legislación de este tipo.
La mejor ley posible
Como ocurre con toda legislación que se encuentra en etapa de debate, esta también tiene aspectos que podrían mejorarse. Las desventajas de esta ley radican en el diferente umbral respecto al de otros países. En el modelo que se plantea en Argentina, los umbrales son muy exigentes y el análisis de componentes en función del contenido de calorías proveniente por cada uno de los nutrientes considerados críticos, desincentiva la producción y afectará a más del 80% de los productos envasados, lo que podría llegar a generar un impacto negativo en la población. También tendrá un impacto en los costos, lo que, en un país con elevada tasa de pobreza e indigencia, complicaría aún más el acceso a los alimentos.
Por otro lado, es necesario que el sistema de perfil utilizado para clasificar a los alimentos sea consistente con las Guías Alimentarias para la Población (GAPA), con lo cual, la revisión de umbrales, puntos de corte es prioritaria. ¿Por qué? Porque los puntos de corte muy exigentes pueden resultar un desincentivo para la reformulación de productos por parte de la industria. Definir valores que sean significativos para tener impacto en la salud, pero no tan exigentes como para ser un desincentivo, es una mejora que debería considerarse.
También es muy importante brindarle al consumidor información sobre la calidad de los diferentes productos porque esto le permitirá elegir entre varios alimentos de una misma categoría de alimentos. El modelo que se quiere aprobar solo diferencia los alimentos en dos grupos: aquellos que exceden el contenido de nutrientes y otros que no. Pero en realidad dentro de cada grupo hay una variedad muy grande con diferencias de calidad significativa. En el mundo existen modelos que clasifican a los alimentos en tres o más categorías, de esta manera se pueden elegir mejor en función de diferentes niveles de calidad. Por ejemplo, las papas fritas de paquete podrán tener el mismo sello de exceso de grasas saturadas que un queso y la densidad de ambos alimentos es diferente. Lo mismo ocurriría con la gaseosa y el yogur: llevarán el mismo sello de exceso en azúcar, pero mientras que la primera no ofrece nutrientes beneficiosos para la salud, el segundo aporta proteínas, calcio, vitaminas, probióticos.
Las causas de la obesidad en Argentina
Pensar la mejor ley posible implica analizar cómo es la población a la que la normativa va a impactar y cuáles son las causas que impactan en la salud de los argentinos. Por eso, hay factores que tienen un fuerte peso en la epidemia de obesidad y sin embargo no se están considerando.
La ingesta de nutrientes críticos provenientes de alimentos envasados no es la única causa de obesidad en Argentina. De hecho, gran parte de la ingesta de dichos nutrientes proviene de preparaciones caseras y de alimentos que no se verían afectados por un etiquetado porque se venden sin estar envasados (carnes frescas, productos de panadería y pastelería, preparaciones caseras, comidas listas, entre otros). A este dato hay que sumarle el hecho de que el consumo de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y lácteos, como el yogur, es insuficiente y cumple un rol importante en el diagnóstico actual de malnutrición con prevalencia de exceso de peso. Estas razones hacen pensar que esperar un impacto en las tasas de prevalencias resulta, como dije al principio, muy ambicioso.