Las enfermedades uroginecológicas y sexuales producto de las alteraciones musculares del periné han ganado visibilidad en los últimos años. Hasta hace poco —y aún ahora en algunos sectores de población— se ignoraba y silenciaba la sintomatología femenina relacionada con la incontinencia de orina y/o gases, las molestias durante las relaciones sexuales o alteraciones corporales como los prolapsos.
Sin embargo, en los últimos tiempos ha aumentado la sensibilidad hacia estos problemas y muchas mujeres son conscientes de que se trata de patologías o síntomas tratables y curables.
“Es fundamental que se informe y sensibilice a la población sobre la importancia de la prevención desde la juventud”, sostiene Raquel Leirós Rodríguez, doctora en Fisioterapia de la Universidad de León . “Así se conseguirá que las mujeres detecten precozmente alteraciones menores, que se reduzca la incidencia y prevalencia de estas patologías y, en definitiva, aumente la calidad de vida de las mismas”, afirma.
Control del periné
En primer lugar, es necesario que las mujeres sean conscientes de que su periné, como cualquier otro grupo muscular, debiera ser contraído y relajado a demanda.
Que esta posibilidad esté presente es indicativa de que la representación en el esquema corporal de la musculatura perineal está conservada.
A efectos prácticos, una comprobación sencilla de este fenómeno es que, al contraer voluntariamente el periné, no deberíamos sentir cambios de tensión en los glúteos, los aductores (zona interna de los muslos) y/o el abdomen.
En estas zonas se sitúan los tres grandes grupos musculares que suelen actuar como «parásitos» de la contracción perineal.
Parásitos porque no deberían activarse, ya que realmente no aumentan la continencia pero engañan a la persona haciéndole sentir que sí está contrayendo su musculatura adecuadamente.
Hábitos diarios
En el día a día, es muy recomendable sensibilizar sobre la importancia de adecuados hábitos de higiene miccional.
El primero y más sencillo consiste en respetar la «llamada miccional». Es decir, acudir a evacuar cuando se siente la necesidad sin relegarlo hasta que no se aguante más.
Y una vez respetada esa llamada, la micción debe ser pasiva y completa: no hay que hacer fuerza activa para evacuar y hay que esperar a que se complete el vaciado de la vejiga.
Además, tampoco es aconsejable el «stop-pipí» o stop-test. Esta técnica consiste en la interrupción voluntaria del chorro miccional para reanudarlo de nuevo pasados unos segundos.
Este procedimiento, pensado para entrenar la fuerza perineal, altera la secuencia de reflejos basados en el automatismo. Es decir, la repetición continuada de esta técnica altera la secuencia de acciones musculares, nerviosas y de automatismos que suceden de forma natural durante la micción.
Por tanto, podría ser causante y agravante de procesos de incontinencia urinaria e hiperactividad vesical.
La postura correcta de defecación
Otros hábitos diarios relevantes tienen que ver con la defecación.
Para una correcta defecación es necesario que exista una flexión de caderas superior a 90º. O lo que es lo mismo, las rodillas deben estar más elevadas que las caderas.
En esta posición la musculatura encargada de la continencia fecal se relaja y no es necesario hacer tanta fuerza para defecar.
Si una mujer defeca en una posición biomecánicamente incorrecta o padece de forma crónica estreñimiento, se verá obligada a realizar un esfuerzo excesivo.
Esta fuerza adicional provoca aumentos de la presión intraabdominal nocivos.
Ocurre porque, al aumentar la presión dentro del abdomen, esta fuerza comprime las vísceras pélvicas (intestinos, útero, vagina y vejiga, fundamentalmente) hacia abajo.
El desplazamiento hacia los pies empuja al suelo pélvico que, progresivamente, se deforma y debilita cada vez más.
La obesidad y el tabaquismo, enemigos del suelo pélvico
Otro factor de riesgo modificable es la presencia de obesidad abdominal que aumenta la presión (por el propio peso de la masa grasa) sobre el diafragma pélvico.
El tabaquismo también se relaciona con mayor incidencia de alteraciones en el suelo pélvico porque las sustancia tóxicas que contiene facilitan la degeneración del tejido conjuntivo o fascial.
Este tipo de tejido representa más del 70% de las células que conforman el periné. Si, aún manteniendo un buen nivel de fuerza muscular, la fascia y ligamentos de la zona no realizan adecuadamente su función, pueden desarrollarse patologías.
Suelo pélvico y embarazo
Finalmente, es de especial importancia la prevención de alteraciones durante el embarazo y postparto.
El embarazo, por sí mismo, finalice o no en parto vaginal, representa un factor de riesgo para el desarrollo de patologías relacionadas con el suelo pélvico.
La sobrecarga ponderal (el peso) de la barriga sobre el periné lo debilita progresivamente a lo largo de la gestación.
Además, este proceso suele finalizar con la enorme sobresolicitación estructural de la zona que implica la dilatación para el nacimiento del bebé.
A lo que se suma el riesgo de lesión implícito al parto en postura de litotomía (boca arriba), al uso de instrumental médico como fórceps y ventosas, intervenciones como la episiotomía o al desarrollo espontáneo de complicaciones como los desgarros musculares.
Para minimizar la incidencia de estos problemas y reducir su gravedad debieran implantarse de forma generalizada los programas de acompañamiento y preparación física al embarazo y al parto.
– Orientación en cuanto a la actividad deportiva y ejercicio físico durante el embarazo y postparto.
– Evaluación y prevención perineal pre y post parto.
– Información y herramientas físicas de utilidad durante el parto: posturas de dilatación y parto, técnica de pujos y modalidades respiratorias.
– Tratamiento de la patología dolorosa obstétrica de síndromes inespecíficos como lumbalgias, lumbociatalgias, dorsalgias y calambres en piernas, tan frecuentes durante el embarazo y la cuarentena.
– Terapia manual y normalización pélvica pre y posparto.