La vejiga hiperactiva, síndrome caracterizado por el aumento en la frecuencia y la necesidad de orinar, que puede ocurrir ante factores patológicos locales como la infección urinaria, afecta al 16% de la población mundial, aumenta con la edad y es más común en las mujeres. El mismo porcentaje afecta a los argentinos.
Al conmemorarse el Día Internacional de la Incontinencia Urinaria, los especialistas destacaron la importancia de conocer las formas de detección y tratamiento de esta enfermedad, sin complicaciones ni efectos secundarios.
Esta patología -que muchas veces implica pérdida de orina- genera severos trastornos, ya que trae aparejadas limitaciones en la vida social, familiar, afectiva y sexual.
Muchas personas abandonan gimnasios, pasatiempos o incluso presentan problemas laborales por la elevada frecuencia con la que deben concurrir al toilette.
En otros casos, planifican sus recorridos de acuerdo con la disponibilidad de baños, no siempre accesibles, o deben utilizar ropa amplia y de colores oscuros para ocultar la pérdida de orina, lo que genera sentimientos de culpa, vergüenza y depresión, que dañan de manera severa la autoestima.
Gustavo Garrido, médico urólogo del Hospital de Clínicas, explicó que «uno de los tratamientos más utilizados para combatir este problema es la medicación por vía oral, combinada muchas veces con ejercicios«, aunque destacó también el uso de la toxina botulínica (Botox, según su nombre comercial).
«Varios estudios clínicos indican que con la aplicación de Botox se pueden obtener excelentes resultados. Tenemos un grupo importante de pacientes que puede dar fe de ello«, aseguró Garrido.
Los tratamientos disponibles permiten que los pacientes tengan grandes probabilidades de mejoras de sus síntomas, lo que les devuelve la calidad de vida y evita complicaciones como traumatismos y fracturas, una de las principales consecuencias de la incontinencia urinaria.
«En el caso de la vejiga hiperactiva de origen neurogénico, la orina puede ascender por los uréteres hacia los riñones, provocando una insuficiencia renal. El uso de Botox disminuye las contracciones anormales de la vejiga y aumenta su capacidad. Esto minimiza los riesgos de reflujo y permite controlar la incontinencia urinaria«, sostuvo el especialista.
El uso localizado de esta toxina permite disminuir o evitar los episodios de incontinencia urinaria, devolviéndole a los pacientes su independencia en las actividades diarias, tanto laborales como sociales y personales.
De todas maneras, ante cualquier duda o inquietud, siempre es aconsejable consultar a un especialista, según indicó Garrido.