“¿Hay algo más gracioso que ver a un futbolista con una llanta en la cintura?”. Así presentaba hace unos años el diario británico The Sun su “top 10 de futbolistas gordos” en las principales ligas del mundo. Una lista que encabezó Ronaldo, por “los logros alcanzados con un cuerpo excedido de peso”.
Pero varios casos, algunos locales y recientes, como el del Ogro Fabbiani, demuestran que el sobrepeso en un deportista de alto rendimiento está lejos de ser un motivo de broma, una preocupación estética o un “plus” inofensivo. Todo lo contrario, una alimentación inadecuada puede condicionar el rendimiento físico y el desarrollo profesional de estos atletas.
“Se dice que el entrenamiento contribuye en un 50 % al logro de los objetivos y que la otra mitad la aporta una buena alimentación”, señala a Docsalud.com la Dra. Alicia Dorín, coordinadora del consultorio de nutrición y deporte del Hospital Italiano de Buenos Aires. “Si el entrenamiento es muy bueno pero el plan alimentario no es el apropiado, el rendimiento no puede ser el óptimo”, resalta.
Y hablar de nutrición adecuada requiere entender que cada deporte tiene sus exigencias particulares. “Un nadador de aguas abiertas debe tener una capa de grasa que le sirva para aislarlo del frío y así aumentar su rendimiento. En cambio, un luchador necesita tener más masa muscular y menor cantidad de grasa, para poder realizar movimientos rápidos”, aclara el Dr. Daniel Estala, especialista en Medicina del Deporte e integrante del Departamento de Medicina Deportiva de la AFA.
Es por esto que, en nutrición aplicada al deporte, se trabaja considerando los “somatotipos de cada disciplina”, es decir, el cuerpo ideal (en cuanto a forma, cantidad de grasa y desarrollo de masa muscular y huesos) que debería tener un atleta. Y parte del examen físico de los deportistas de alto rendimiento consiste en comparar su constitución corporal con estos modelos preestablecidos.
“A través de la cineantropometría obtenemos medidas, como el grosor de la piel, los perímetros musculares y el diámetro de los huesos, que nos permiten saber cómo está formado el cuerpo del deportista: qué porcentaje de su peso corresponde a grasa o a músculo”, explica Estala y señala que estos exámenes se realizan por lo menos dos veces por año, o incluso tres, en el caso de atletas que participan en competencias muy exigentes, como las olimpíadas.
“Es raro que un deportista de alto rendimiento no pase las pruebas antropométricas” cuenta el especialista y agrega que, cuando esto sucede, es porque los expertos encuentran que el atleta
“tiene muy alta proporción de grasa y poco porcentaje de músculo, lo que puede predisponer a lesiones por una sobrecarga de peso”.
Casos como estos son los que recibe Dorín en su consultorio, sobre todo de aquellos clubes que, curiosamente, no tienen especialistas en nutrición dentro de sus cuerpos médicos, aún cuando se trata de un aspecto tan importante de la salud y el desempeño de un atleta.
“Las consultas que recibimos son por distintos motivos: para aumentar la masa muscular, quemar grasas, mejorar el rendimiento, o adecuar el plan alimentario a cambios en la rutina deportiva, como la intensificación del entrenamiento o la proximidad de una competencia deportiva particular”, relata la médica.
Las características físicas de cada persona, su actividad deportiva específica, el periodo en que se encuentra un deportista e incluso los gustos personales son factores que los deportólogos nutricionistas tienen en cuenta a la hora de armar un plan alimentario.
Como ejemplo de estas variables, Estala señala que, en el fútbol, los defensores o el arquero son, en general, jugadores de mayor contextura física, con gran masa muscular, para alcanzar explosividad en los movimientos y capacidad de salto. Por el contrario, los volantes son más bajos y con características físicas que les permiten correr con gran rapidez. Y, como actual responsable de la salud física y el entrenamiento de los réferis argentinos, agrega que los árbitros de fútbol corren más que un jugador, entre 14 y 16 km por partido, una medida que pudieron obtener tras colocarles un GPS para trazar el recorrido que hacen en la cancha.
Sobre las características del plan alimentario, Dorín agrega que las proporciones recomendadas de hidratos de carbono, proteínas y grasas no dependen de la actividad deportiva particular, pero sí puede diferir la cantidad de calorías que necesitan incorporar los distintos atletas. Además, aclara que estas proporciones se deben ajustar los cambios en la rutina deportiva. “Cuando un deportista está por competir, el porcentaje de hidratos de carbono en la dieta puede alcanzar el 75 u 80 %, para que tengan suficiente energía disponible”, aclara.
Por el impacto que tiene la nutrición en el rendimiento de un atleta, la especialista considera que es fundamental adoptar hábitos de alimentación saludables desde el inicio de una carrera. Por eso hace hincapié en trabajar desde las divisiones inferiores, junto a los padres y los entrenadores, porque cuando los deportistas ya están en alta competencia “es muy difícil que escuchen las recomendaciones del nutricionista y cambien sus costumbres”. Sin embargo, se lamenta de que el trabajo conjunto con el cuerpo técnico no es habitual.
“Cuando hace ocho años Huracán descendió a la B, me ofrecí a trabajar con el equipo para ayudarles a mejorar el rendimiento. No pedí nada a cambio, sólo quería ver feliz a mi hijo. Me resultó imposible llegar al equipo de primera: los médicos no quisieron. Pero sí pude llegar a las inferiores. Tampoco sirvió de mucho, vinieron un par de veces al consultorio, pero luego perdieron el interés. No volvieron siquiera a retirar los resultados de los estudios que les hicimos. No les interesa y es una pena: esos chicos deben ser los que hoy están en el plantel principal”, cerró Dorín con una sonrisa y un silencio que invita a la reflexión tras los últimos resultados del equipo.
