La Enfermedad de Parkinson (EP) es la segunda patología neurodegenerativa más frecuente, después del Alzheimer. Si bien no hay cifras oficiales publicadas, se calcula que en nuestro país hay cerca de 75 mil pacientes, por lo que es una causa habitual de consultas a neurólogos.
Cabe destacar que en la actualidad hay más enfermos que en el pasado, debido a la mayor expectativa de vida de la población. Por esta misma razón, hay estimaciones que indican que dentro de pocas décadas habrá aún más personas padeciéndola, un dato que deben considerar las autoridades sanitarias y los sistemas de salud en el mundo.
La patología -que debe su nombre a James Parkinson, un médico inglés que en 1817 describió sus síntomas en un libro – suele comenzar luego de los 60 años de edad y se caracteriza por la presencia de lentitud motora, temblor y rigidez muscular. Algunos de los movimientos corporales en los que se percibe el descenso de velocidad se dan al vestirse, darse vuelta en la cama o salir de un automóvil, entre otros. También hay dificultad en la escritura, con empequeñecimiento de la letra. Estos síntomas avanzan de manera paulatina. Luego, se agrega marcha con pasos cortos, arrastre de pies y postura encorvada. La cara pierde expresión, lo cual es descripto como “cara de jugador de póker”.
Si bien se sabe que la EP ocurre por degeneración y pérdida de neuronas dopaminérgicas en la Sustancia Nigra y en otros núcleos profundos del cerebro, aún no se conoce la causa de este proceso. Existe evidencia de genes causantes de parkinsonismo en algunas familias, pero sólo explican un muy bajo porcentaje. No obstante, sí se identificaron genes (el de Parkina y otros) como responsables de cerca de la mitad de casos de la enfermedad cuando ésta tiene comienzo temprano (antes de los 40 años), que es lo menos común.
Probablemente, existen bases genéticas sobre las que actúan factores ambientales, no bien definidos aún, que puedan explicar la causa de esta patología en la gran mayoría de casos, que son esporádicos y comienzan después de los 60 años.
Es importante señalar que puede existir incertidumbre y fallas en el diagnóstico, particularmente en la etapa inicial, dado que otros trastornos neurológicos se presentan con cuadros clínicos similares y, de este modo, conducen a errores en su reconocimiento. Es por eso que resulta crucial la opinión de un neurólogo especializado en Parkinson.
Como apoyo al diagnóstico, además del examen de un especialista, son útiles algunos estudios como las imágenes cerebrales (Tomografía Computada o Resonancia Magnética Nuclear) y otros tests especiales como el PET (Tomografía por Emisión de Positrones) y el Ultrasonido cerebral. De todos modos, la impresión clínica de un experto y la buena respuesta a la medicación específica, siguen siendo los mejores instrumentos de diagnóstico.
Dado que aún no existe cura para la EP, una vez hecho el diagnóstico las medidas terapéuticas apuntan hacia los síntomas con la utilización de fármacos, que es el procedimiento aplicado universalmente. Pero ésta no es la única opción disponible, ya que la fisioterapia, los grupos de autoayuda y el apoyo psicológico también desempeñan un importante papel, tanto al inicio, como en todas las etapas de la patología. Lamentablemente, aún no se halló un tratamiento eficaz para prevenir la progresión de la enfermedad.
En la utilización de terapia farmacológica se toman en cuenta varios factores: el estadio de la enfermedad, el nivel de compromiso funcional y el grado de incapacidad. Este último, en la EP, está determinado no sólo por la presencia de síntomas, sino también, por otras variables como la edad, el tipo de empleo y la sintomatología acompañante, como por ejemplo, la depresión o el deterioro cognitivo. Por todo esto, el tratamiento de cada paciente es individualizado y, muchas veces, llega a ser complejo. Para mejorar los síntomas, afortunadamente, hoy en día contamos con un número importante de fármacos con distinto mecanismo de acción. El manejo juicioso de éstos permite una mejoría clínica apreciable y, además, evitar complicaciones por mal uso de la medicación.
Hay tres etapas en el tratamiento de la Enfermedad de Parkinson. Una primera, en la cual los síntomas se controlan casi totalmente. Luego hay una segunda en la que predominan las fluctuaciones motoras, es decir, hay cambios en los síntomas, con momentos del día en que éstos aparecen y desaparecen, en general esto se relaciona con la duración del efecto de la medicación. En este punto, también pueden aparecer las llamadas discinesias, que consisten en movimientos anormales de tipo baile. En la etapa avanzada, hay síntomas y signos motores más importantes, cierto grado de deterioro cognitivo, trastornos autonómicos y del equilibrio. Además, es frecuente que se asocie depresión. Sin embargo, la patología afecta muy poco la expectativa de vida: no se fallece de EP, sino con ella.
En pacientes con complicaciones del movimiento severas y rebeldes, se puede indicar alguna de las diferentes técnicas quirúrgicas que se aplican en estos casos. De hecho, se obtuvieron beneficios con los implantes de electrodos de estimulación cerebral en núcleos profundos del cerebro (como el Pálido interno o el Subtalámico). La clave del éxito de estos procedimientos quirúrgicos, necesarios sólo para un bajo porcentaje de enfermos, es la buena selección del paciente y la realización de la cirugía en centros con adecuada experiencia y resultados.
También es importante el tratamiento de los aspectos no motores de la EP. Depresión, trastornos del sueño, síntomas autonómicos, somnolencia diurna, complicaciones psiquiátricas de la enfermedad y por su medicación, son problemas que no deben descuidarse y tienen una terapéutica específica. Por último, no debe olvidarse que es de capital importancia la terapia física, que debe comenzar desde las primeras etapas y es un complemento ineludible de la terapéutica farmacológica. Existen talleres para pacientes en donde éstos pueden realizar actividades complementarias al tratamiento médico. Estos talleres son muy importantes para los enfermos, familiares y cuidadores por la contención que brindan los grupos de profesionales que los conducen.
Mejorar la calidad de vida del paciente es un desafío que no pasa solamente por la prescripción de un medicamento. Un tratamiento adecuado para la Enfermedad de Parkinson consiste en medicación apropiada para cada caso y en dosis correctas, terapia física, apoyo psicológico y tareas que contribuyen a estimular aspectos físicos y mentales del paciente.
El Dr. José A. Bueri es Jefe del Servicio de Neurología Hospital Universitario Austral y Profesor Adjunto de Neurología de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral. También es Director General de la Asociación Civil Enfermedad de Parkinson (ACEPAR).