“Está demostrado que los microorganismos multirresistentes pueden persistir por algunos meses en el ambiente donde estuvo un paciente infectado. Y una persona que se interna en la misma sala, tiene cinco veces más chances de adquirirlos”, afirma el doctor Rodolfo Quirós, jefe del Servicio de Infectología, Prevención y Control de Infecciones del Hospital Universitario Austral. Pero inmediatamente aclara que esto no se trata de una desgracia inevitable: “Ese riesgo se puede eliminar con una limpieza adecuada”.
En este sentido, la doctora Lucía Daciuk, coordinadora de la Comisión de Infecciones Asociadas al Cuidado de la Salud y Seguridad del Paciente de la Sociedad Argentina de Infectología enfatiza que la limpieza hospitalaria “debe estar sistematizada y tener una periodicidad menor y una meticulosidad mayor a la de cualquier otro centro”. Por su parte, Quirós agrega que esto implica seguir una estrategia, una pauta que establezca una política de cómo se debe limpiar.
En segunda instancia, el especialista remarca que se debe obtener una medida de la higiene alcanzada. “Por ejemplo, se pueden marcar las superficies con un marcador fluorescente y luego controlar que las marcas desaparezcan con la limpieza. Se supone que si esto sucede, se eliminan también los gérmenes. Con este método, en nuestro hospital llegamos al 90% de efectividad”.
Para cumplir este objetivo, se usan mayoritariamente productos “dos en uno”, que limpian y desinfectan en simultáneo. “El uso de la lavandina está restringido, porque es corrosiva –señala Quirós–. Se la utiliza, por ejemplo, cuando en la habitación hay un paciente infectado con la bacteria Clostridium difficile, que produce diarrea.”
Antibióticos sí, pero como corresponde
Pero si algo no se debe perder de vista cuando se repasan las medidas para combatir las infecciones asociadas al cuidado de la salud es el rol crítico que tuvo el uso inadecuado de los antibióticos en la evolución de este problema. Cuando los tratamientos se extienden más de lo necesario, o cuando estas drogas se utilizan para tratar enfermedades que no las necesitan, se termina por aumentar la resistencia de las bacterias a estas sustancias.
Como señala Quirós, a esto se suma que la capacidad de la industria para generar nuevos antibióticos va muy por detrás de la velocidad con que las bacterias generan resistencias. “Existe una iniciativa que busca desarrollar 10 nuevas moléculas para 2020, pero estamos en 2012 y aún no hay resultados. Hoy, la única salida es usar los antimicrobianos de forma apropiada”, subraya.
Tanto Daciuk como Quirós ponen gran énfasis en la necesidad de que los médicos receten estos tratamientos solo cuando corresponde y en que, al hacerlo, respeten las dosis y tiempos de administración recomendados. Asimismo, destacan que las pacientes no deben automedicarse.
“Cada institución debe tener sus propias guías y normas de uso de antibióticos de acuerdo a cada enfermedad. Los hospitales deben conocer cuáles son sus gérmenes prevalentes. El farmacéutico hospitalario y de la comunidad cumple un importante papel en el control de indicaciones y posología de antibióticos. Hay muchas enfermedades, como los cuadros respiratorios, que no requieren de los mismos”, concluye Daciuk.