Expertos de varios países presentaron los resultados de nuevos estudios realizados en diversas regiones del mundo, incluyendo América Latina y el Caribe, que revelan cómo la exposición a la violencia durante la niñez aumenta el riesgo de sufrir o ejercer violencia en etapas posteriores de la vida. Para la doctora Mirta Roses Periago, Directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), estos hechos de abuso contra la mujer y contra los niños “están vinculados en múltiples formas”. Sin embargo, con pocas excepciones, “los programas, políticas e investigaciones en estas áreas han crecido en caminos separados y paralelos”, señaló al inaugurar este 10 de diciembre el debate “Rompiendo el ciclo: Comprendiendo las intersecciones de la violencia contra la mujer y la violencia en la niñez”, auspiciado por la OPS, en su sede de Washington, EEUU.
La directora del organismo internacional indicó que los programas que proveen servicios a niños y niñas que sobrevivieron a la violencia suelen fallar en examinar la posibilidad de que las mujeres en esos mismos hogares pueden también sufrir violencia, y viceversa. “Ha llegado el tiempo de mirar estos asuntos como parte de un todo y de diseñar estrategias para prevenir y responder a estas diferentes manifestaciones de violencia de una manera integrada”, remarcó.
La violencia en la niñez tiene consecuencias de largo alcance que incluyen una amplia gama de discapacidades como lesiones, retrasos en el desarrollo, trastornos de conducta, abuso de alcohol y drogas y otras conductas de riesgo. Según estimaciones globales basadas en diversos estudios entre el 25 y el 50% de los hombres y las mujeres reportaron haber sido abusados físicamente cuando niños, y entre el 20% de las mujeres y entre el 5 y 10% de los hombres dijeron haber sido abusados sexualmente en su infancia.
Existe nueva evidencia que corrobora que la relación entre la violencia en la niñez y contra la mujer comienza muy temprano en la vida para algunos niños y niñas. Por ejemplo, las agresiones del compañero íntimo de la madre durante el embarazo, que se asocia con una serie de resultados negativos tanto para la salud de la mujer como para la del niño. Los estudios documentan que la prevalencia de los maltratos físicos en el período de gestación llega hasta un 32% en algunos países, aunque en la mayoría de ellos, entre el 4% y el 9% de las mujeres que alguna vez esperaron un hijo indica haber sufrido violencia de pareja durante ese período.
“Hay una relación entre evolución, economía, cultura y género. No se los puede separar”, consideró el doctor Neil Boothby, asesor especial del Gobierno estadounidense y coordinador principal para el Administrador de la Agencia de los EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID) en el tema de Niñez en Adversidad. Opinó que resulta “crítico” invertir en género y en el desarrollo de la niñez desde muy temprana edad.
El especialista se refirió al Plan para Niños en la Adversidad de la Casa Blanca, que buscará llegar al 30% de los niños y niñas que alcanzan su quinto cumpleaños con alguna disminución cognitiva, así como a las familias para evitar la separación por situaciones de pobreza o de guerra y también para prevenir la violencia y la explotación durante la niñez.
Jacquelyn Campbell, de la Escuela de Enfermería de la Universidad Johns Hopkins, manifestó que “cuando la mujer sufre violencia, muchas veces sus hijos están con ella y esta impresión neuroquímica puede ser tóxica para su desarrollo”. Según la especialista, se debe analizar la dinámica del poder, el racismo, el machismo y las sanciones que juegan un papel en la aceptación de la violencia. “Necesitamos mayor sinergia intersectorial y lograr la participación de los hombres y los niños para cambiar sus actitudes en cuanto a violencia contra la mujer”.
En América Latina y el Caribe, datos de un nuevo análisis comparativo de encuestas de población de 12 países elaborado por la OPS y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos, muestran que las mujeres casadas o en pareja que reportaron haber experimentado violencia física o sexual por parte de su pareja va del 17% en República Dominicana al 53% en Bolivia.
La asesora regional en violencia intrafamiliar de la OPS, Alessandra Guedes, indicó que muchas de las encuestas indagaron si las mujeres estuvieron expuestas a diferentes tipos de agresiones en su infancia. La proporción de encuestadas que declararon haber sido golpeadas cuando niñas varió del 16,8% en Paraguay en 2008 al 69,5% en Jamaica en 2008-2009.
“Las mujeres que reportan haber sufrido violencia física en la niñez notificaron en mayor número haber experimentado violencia de pareja en la edad adulta. En tres países (El Salvador, Nicaragua y Paraguay) la proporción fue más de dos veces más alta”, señaló Guedes.
Michele Moloney-Kitts, de Onusida y de la Alianza Juntos por las Niñas (Together for Girls), afirmó que los pequeños que sobreviven a la violencia se tienen que sentir seguros para hablar de lo que les ocurre. “Tenemos que aprender del trabajo en VIH/sida y trabajar en desestigmatizar”, subrayó. Para Moloney-Kitts, hacer frente a esta problemática requiere más evaluación, respuesta multisectorial y coordinada (intervenciones en salud mental, prevención, apoyo a sobrevivientes), además de inversión.
Tanto la violencia en la niñez como en la pareja comparten factores de riesgo, indicó Lori Heise, de la Escuela de Medicina Tropical e Higiene de Londres, y mencionó la pobre crianza de los hijos y un ambiente familiar disfuncional. “Los niños que son sancionados con castigo corporal repiten el patrón, y tienen más riesgo de violencia en la pareja y hacia sus hijos en la adultez”, manifestó.
Este tipo de castigos responde, entre otras cosas, a la falta de conocimiento sobre cómo ser padres. “Cuando existe abuso en contra de la mujer se lo justifica como algo correctivo, y vemos que sucede algo muy parecido en la niñez. Mientras haya una causa justa y el castigo no sea muy severo tanto en niños como en mujeres, no se lo condena”, lamentó.
El sector de la salud puede jugar un rol vital a la hora de romper el ciclo de violencia contra los niños y las mujeres ayudando a identificar el abuso en forma temprana, ofreciendo a las víctimas el tratamiento adecuado y refiriendo a los sobrevivientes a cuidados apropiados e informados. Sin embargo, también debe trabajar para prevenir la violencia a través de la implementación de estrategias de salud durante el ciclo de vida, desde programas para padres y visitas a los hogares en la primera infancia hasta estrategias que alienten a las mujeres a ser económicamente independientes.
Fuente: Prensa OPS/OMS