Difundir que donar óganos es dar vida fue el mensaje que muchos pacientes quisieron transmitir durante la celebración de los mil trasplantes hepáticos que realizó ayer el hospital italiano.
Emocionados, se hicieron presentes para reecontrarse con los médicos y con otras personas que atravesaron la misma situación. Distintos fueron los cuadros. Pero todos brindaron un mensaje en común: concientizar sobre la importancia de dar aún en momentos en los que se atraviesa mucho dolor. Aquí, cuatro historias que pueden seguir siendo escritas gracias a la ciencia y a la solidaridad
María Victoria Gil Kowaliszyh, de 2 años. Es la trasplantada número mil
Durante un festejo repleto, una madre le ofrecía galletitas a su hija de dos años que poco sabíalo que pasaba a su alrededor, pero que hoy, gracias a la ciencia y la solidaridad, puede sonreír. Esa pequeña recibió el trasplante número mil en el Hospital Italiano.
Cuando nació María Victoria había sido diagnosticada con atresia de vías biliares, por lo que necesitaba un trasplante hepático. Finalmente, hace cinco meses llegó un donante cadavérico.
“Mi hija cumplió dos años estando internada y hoy puedo decir que su vida es totalmente distinta . Antes se la veía caída, desnutrida, estaba amarillenta y le picaba mucho el cuerpo. También se ponía muy quisquillosa por la enfermedad que tenía, pero ahora es una nena con otra alegría”, recordó su mamá.
A pesar de que tiene que recibir cuidados específicos, como 23 medicamentos diarios que sus padres dosifican e ingerir comidas ni muy dulces ni muy saladas, su vida cambió totalmente.
“Al trasplante lo vivimos como un acto de amor impresionante y estoy eternamente agradecida a ese nene y a su familia que gracias a él, mi hija puede vivir”, concluyó su mamá emocionada.
Evangelina Centurión, de 33 años. Su caso sentó precedentes y hoy es mamá
Conoció a su donante cuando tenía apenas 13 años: un amigo. Y su caso fue el primero en el que estaba involucrado un donante vivo no relacionado que entregó parte de su hígado para dar vida.
“Hubo que pedir autorización al juez, tuvimos que probar que éramos amigos y presentar testigos. El caso sentó jurisprudencia porque fue el primero aprobado en el país”, recordó Evangelina, quien fue operada en 2005. Por una extraña enfermedad tenía 12 tumores primarios del hígado.
“Pasaron nueve meses desde el momento en que se detectó la patología hasta que fui operada. El tiempo previo al trasplante lo viví con mucha fe y agradezco a mi amigo y a los médicos pudieron salvarme a tiempo”.
Evangelina hoy lleva una vida normal. Tras el trasplante retomó su trabajo en la administración pública, terminó su carrera de contadora y presta servicios en una parroquia, tarea que, de acuerdo con sus palabras, es la que más le gusta.
Además es madre de un niño de dos años llamado Tomás. “Estoy muy feliz con mi amor que es mi regalo de Dios y muy agradecido a mi amigo”, dijo.
Por último, expresó: “Pienso en todas esas personas que esperan un trasplante y pediría a la gente que se solidarice con esta situación, ya que son muchos los chicos y los grandes que mueren esperando. Sé que es muy difícil la decisión de donar, porque es un acto de amor en un momento en el que el dolor también es muy grande, pero es dar a otro la posibilidad de la vida”.
Myriam Cabañas, de 38 años. Su vida cambió tras una larga espera
Pasaron muchos años hasta que Myriam pudo ser operada. Es que le habían detectado hepatitis autoinmune cuando tenía 11 años y recién fue intervenida a los 20.
“La lista de espera se podría definir como lo más triste en el tema del trasplante, porque uno tiene tiempo para deprimirse y pensar un montón de cosas, como si va a llegar un donante o no. En particular, fue lo que más me marcó en la vida”, recordó.
Hoy sigue en tratamiento, pero está emocionada de volver a ver a los médicos y a otros expacientes. Es que su trasplante, realizado en 1995, fue uno de los primeros.
Por último, tras agradecer a la familia de quién le procuró un hígado, djjo: “ Hay que difundir más el tema de la donación de órganos ya que se salvan muchas vidas”.
Antonia Lisano, de 48 años. Su trasplante fue una cuenta regresiva
Hace apenas un año atrás, Antonia había ingresado al hospital con un pico de fiebre y su primer diagnóstico fue el de piedras en la vesícula. Pero tras una serie de estudios se pudo comprobar que en realidad sufría una falla hepática fuminante, en la que se produjo, según sus palabras, “la muerte del hígado”.
“Me puse de color amarillo, porque la toxina del hígado se fue al torrente sanguíneo. Pero lo más fuerte es que cuando me detectaron el cuadro, sólo me quedaban 8 horas de vida, por lo que necesitaba un trasplante urgente”, recordó. Hoy, esta ama de casa lleva una vida relativamente normal.