Seis de cada 10 fumadores (60,7%), en caso de decidir dejar de fumar, lo harían por su cuenta, apostando solo a su voluntad personal, según un relevamiento realizado en plena época de distanciamiento social preventivo y obligatorio (DISPO, junio 2020). El dato produjo la preocupación de los especialistas, ya que las mayores probabilidades de éxito están asociadas al acompañamiento profesional.
El dato surge del trabajo denominado ‘Estudio de Opinión sobre hábitos y tabaquismo en tiempos de cuarentena’, llevado a cabo a nacional por la Consultora Julio Aurelio-ARESCO a pedido del Centro de Investigaciones de Enfermedades No Transmisibles (CIENTA) que incluyó la participación telefónica de 3.418 individuos mayores de 16 años de todo el país durante el mes de junio de 2020.
Con todo bastante habitual que la gente lo intente por su cuenta: las estadísticas históricas de consulta médica para la cesación tabáquica se encuentran por debajo del 10%, tanto a nivel local como internacional.
De acuerdo con la encuesta, entre otros comportamientos elegibles para dejar de fumar, el 8,6% manifestó que utilizaría herramientas como grupos de autoayuda, el 13,3% recurriría a medicamentos, chicles o parches, el 7,2% a terapias alternativas y el 4,3% utilizaría el cigarrillo electrónico como paso intermedio.
En opinión de los especialistas, en general el porcentaje de personas que deciden pedir ayuda con los profesionales es muy bajo, y seguramente ello contribuye a que se sucedan múltiples fracasos en los intentos antes de alcanzar el objetivo. “Los valores aportados por los participantes de la encuesta están en línea con lo reportado por los expertos en cesación tabáquica, y eso genera un desafío porque seguramente el mensaje no está llegando como debiera y muchos fumadores por desconocimiento o falta de confianza en el abordaje médico del tabaquismo, no recurren a sus servicios”, manifestaron desde CIENTA.
En cuanto a la utilización bajo indicación médica del cigarrillo electrónico como un vehículo que contribuya a la cesación tabáquica, cada vez son más los autores que ubican al “vapeo” dentro del concepto de “reducción de daño”, que significa trabajar escalonadamente con herramientas que, aunque no son inocuas, son mucho menos dañinas que el cigarrillo a combustión. Es decir, reconociendo que en algunos casos puede ayudar en el proceso de abandono del consumo de cigarrillos de combustión mediante un reemplazo temporario por estos dispositivos. Pero siempre bajo la supervisión y el seguimiento de un profesional de la salud. No obstante, en la Argentina, si bien no está prohibido su uso, no está autorizada su comercialización y se carece de una legislación que regule o controle su consumo.
“La adicción al cigarrillo de combustión es muy fuerte, y al momento de evaluar un abordaje de cesación tabáquica todas las estrategias y recursos disponibles deben ponerse sobre la mesa y evaluar en conjunto, paciente y médico tratante, la que mejor se adapte a las características de cada individuo. Sin embargo, si la gente no se acerca a pedir ayuda e inicia cada proceso por su cuenta apelando exclusivamente a su voluntad, les priva a los profesionales de ofrecerle asistencia y un abanico de recursos disponibles en la medicina actual”, afirmó por su parte la licenciada Florencia Morales, del equipo de Sociología de CIENTA.
El relevamiento reportó un nivel de tabaquismo en 1 de cada 5 encuestados (20,8%), valor que se corresponde con los resultados arrojados por la 4a Encuesta Nacional de Factores de Riesgo del Ministerio de Salud de la Nación (realizada en 2018 y presentada en 2019), en la que se muestra una prevalencia de tabaquismo del 22,2% en los mayores de 18 años. Cabe destacar que de los fumadores que participaron en la encuesta, solo un 30% intentó dejar de hacerlo, pero sin éxito, un 48.1% lo pensó, pero no lo intentó y un 14.5% ni siquiera lo intentó. En cuanto al tipo de cigarrillo, 8 de cada 10 (82%) consumieron el cigarrillo tradicional a combustión, 7,4% cigarrillo electrónico, 2,7% ambos y ‘otros’ el 5,6%.
A criterio de los especialistas ya no cabe ninguna duda del rol del tabaquismo en el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles, circunstancia que se ve agravada cuando la adicción se suma a la presencia de otros factores de riesgo como la hipertensión, el exceso de peso, el sedentarismo o una mala alimentación. La sumatoria de dos o más de esos factores potencia la probabilidad de padecer enfermedades cardiovasculares y cáncer, entre otras afecciones.