La clínica es la madre de todas las especialidades médicas, y el clínico en muchos casos se encuentra en una situación de privilegio, dado su contacto prolongado con el paciente. El olfato, no obstante ser una vía directa de acceso al cerebro, es un sentido un poco olvidado en la atención diaria, ya que en general tomamos en consideración la vista y la audición. Pero sin duda, merece la atención de los profesionales de la salud
Es un sentido que recoge percepciones olfatorias del medio ambiente, y se encuentra conectado con el sistema límbico, que es una parte muy antigua de nuestro cerebro. Está ligado a respuestas instintivas, emociones, y recuerdos.
Las percepciones olfatorias fundamentales pueden agruparse en 10, que son las básicas: fragante o floral; leñoso o resinoso; frutal (no cítrico); químico; mentolado o refrescante; dulce; quemado o ahumado; cítrico; podrido y por último acre o rancio.
Ante un déficit olfatorio (hiposmia) o su pérdida total (anosmia), debemos investigar: infecciones de vía aérea superior, traumatismos craneo-encefálicos, procesos dentarios, exposición a ciertos tóxicos, medicación que toma el paciente, trastornos hormonales y enfermedades neurodegenerativas (Parkinson o Alzheimer).
La idea entonces es reflotar el tópico, y si bien la derivación al especialista se impone, el médico de cabecera, puede adelantar en estudios para encontrar la etiología o causa del síntoma. Además el gusto y el olfato son dos sentidos íntimamente ligados cuya merma o alteración o déficit van de la mano.
*El doctor Natalio Daitch es médico clínico.