El estrés oxidativo es consustancial a la vida en el planeta Tierra. La vida animal existe porque hay oxígeno en la atmósfera. La oxidación produce efectos no deseables y, entre ellos, encontramos el denominado «estrés oxidativo».
En primer lugar, hay que indicar que este procedimiento es tan normal como ir a la playa, bañarte y salir mojado del agua. Con el tiempo acabarás secándote.
En el caso del estrés oxidativo, el cuerpo de los mamíferos (entre los que se incluyen los humanos) tiene mecanismos que se ocupan de controlar este «desafortunado» procedimiento.
Es cierto que siempre nos oxidamos. La clave está en tener controlado el exceso de elementos nocivos. Dicho de otra manera, hay que mantener a raya lo que produce daños.
¿De qué está hecho realmente el cuerpo humano?
El estrés oxidativo tiene lugar cuando se producen en nuestro cuerpo compuestos que no son útiles para la vida (radicales libres, agua oxigenada, etc.).
Cuando su presencia es excesiva, reportan consecuencias negativas porque alteran, por ejemplo, la funcionalidad de la membrana.
Si las membranas se rompen, las células se mueren y la enfermedad aparece.
En un individuo sano y con unas pautas adecuadas de alimentación y de estilo de vida, el estrés oxidativo se puede minimizar. No por completo, pero se puede controlar.
Implicaciones en el envejecimiento
Cuando el organismo envejece, los mecanismos de control del estrés oxidativo dejan de funcionar correctamente.
Ocurre lo mismo con el resto de mecanismos que mantienen las constantes vitales (el término correcto en la jerga científica es «homeostasis»). Ocurre algo similar en, por ejemplo, personas que tienen obesidad.
Por tanto, es una falacia que el hombre pueda ser inmortal. La muerte puede ocurrir, incluso, sin ninguna enfermedad. Podemos morir de vejez cuando los mecanismos de control de la homeostasis ya no pueden mantener a esa persona con vida.
A mayor estrés oxidativo, mayor actividad de los mecanismos de control.
Para hacernos una idea de cómo funcionan estos mecanismos de control que luchan contra el estrés oxidativo, podemos pensar en una balanza.
Es decir, al mismo tiempo que producimos sustancias de estrés oxidativo (por ejemplo, radicales libres), activamos controladores específicos o producimos sustancias (reductoras) que inactivan las sustancias nocivas.
Si el sistema deja de estar engrasado, como sucede durante la vejez, la balanza se desequilibra hacia la producción de sustancias prooxidantes.
Al envejecer, el mecanismo de control del estrés oxidativo y de otras células en todo el cuerpo humano se resiente. Merece la pena recordar que el ser humano no tenía previsto vivir tantos años como lo hace ahora, por lo que debemos encontrar la manera de alargar la vida útil de los procesos de detoxificación.
Cómo protegernos del estrés oxidativo
Obviamente, los comportamientos sedentarios influyen negativamente en este proceso. Hay que tener siempre en marcha la maquinaria para que todo esté engrasado. Es importante caminar, hacer deporte, ejercitar el cerebro, etc. para ralentizar la oxidación y, con ello, el estrés oxidativo y la pérdida de homeostasis.
En resumen, el envejecimiento afecta a todos nuestros procesos orgánicos.
Si no ponemos de nuestra parte, la dishomeostasis es más severa y el estrés oxidativo más abundante y dañino.
Para estar en forma hay que hacer ejercicio y, análogamente, hay que buscar la manera de estar preparados y tener engrasados los mecanismos innatos de detoxificación de los productos derivados del estrés oxidativo.