Días pasados, Silvia Süller publicaba en sus redes sociales que había sido internada por una afección cardiaca denominada “Síndrome del Corazón Roto”, que tiene relación con sus emociones. A partir de dicho comentario muchos se habrán preguntado de qué se trata este síndrome y por qué lo relacionó a cómo se siente. Y si de emociones se trata, no podemos dejar de plantearnos si la situación qué estamos atravesando actualmente en nuestro país por la pandemia de COVID-19 pudo haber influido.
Para empezar, este síndrome no implica la ruptura del corazón, situación que -vale la pena aclarar- tiene un muy mal pronóstico, sino que hace referencia a una entidad denominada miocardiopatía por estrés o síndrome de Tako-Tsubo. Fue descripto por primera vez en la década del ‘90 en Japón y recibe su nombre por la imagen que se evidencia en el ventriculograma (se realiza durante la cinecoronariografía o cateterismo) que se asemeja a una vasija de cuello estrecho, utilizada tradicionalmente entre los pescadores para atrapar pulpos. En cuanto a la forma de presentación, los síntomas suelen ser similares a los provocados por problemas coronarios, como dolor de pecho y falta de aire e incluso produce alteraciones electrocardiografías que muchas veces hacen que el diagnóstico diferencial con estos cuadros sea muy difícil.
Es una entidad que se observa mayormente en mujeres postmenopáusicas pero puede presentarse tanto en hombres como en mujeres más jóvenes. Ejemplo de esto es un caso que observamos semanas atrás en una mujer que presentó este cuadro durante una cesárea. También tengo el recuerdo de un hombre en quien se hizo el diagnóstico luego de una cirugía muy importante en una de sus piernas que se encontraba muy angustiado porque no sabía si iba a poder volver a caminar, como en muchos aspectos de la vida a veces el recuerdo de la primera vez que vemos algo es difícil de olvidar. Mientras hacia mis primeros pasos en la residencia de cardiología recuerdo a una paciente que se internó por un cuadro de dolor precordial (pecho) el día en el aniversario de la perdida de una hija. Cuando revise sus antecedentes había presentado el mismo cuadro los dos años anteriores exactamente en la misma fecha.
Como podemos ver en los distintos ejemplos que cité, hay un componente emocional que podría interpretarse como desencadenante del cuadro. El registro interTAK que es el de mayor numero de pacientes incluidos con esta patología nos muestra que el 70% de los casos presentó previo a la aparición del cuadro estrés físico, emocional o la combinación de ambos, por lo que como mencionó Silvia Süller en gran parte de los casos, tiene relación con las emociones. Lo que no sabemos en forma clara actualmente es cual es el mecanismo por el cual las emociones producen este síndrome. Lo que si sabemos es que se cursa con una disfunción de del ventrículo izquierdo (la cavidad del corazón que expulsa la sangre del mismo) que es transitoria en la mayoría de los casos recuperando el funcionamiento normal del corazón en días o semanas, por lo cual tiene un buen pronóstico. Sin embargo, hay casos que pueden presentar complicaciones serias como la insuficiencia cardiaca, el shock cardiogénico e incluso un desenlace fatal. El tratamiento es sintomático en los casos leves y de sostén hemodinámico en los casos severos.
Volviendo al tema de las emociones, sabemos que dentro de los llamados daños colaterales de la COVID-19 se encuentra el impacto emocional producido por el miedo, el aislamiento, problemas económicos, entre otras cosas. Un estudio reciente llevado a cabo en dos centros de salud en Ohio (EEUU) y publicado recientemente en una prestigiosa revista científica internacional mostró que la incidencia de este síndrome durante un bimestre de la pandemia fue 4,5 veces mayor que la observada en periodos pre pandemia. Si bien la hipótesis de los autores es coherente y podría ser cierta, por cuestiones metodológicas del estudio no podemos afirmar que la pandemia por Covid-19 haya incrementado el número de casos de Tako-Tsubo a nivel mundial.
*El doctor Augusto Lavalle Cobo es médico cardiólogo, coordinador del servicio Cardiología del Sanatorio Finochietto y director del Consejo de Epidemiología y Prevención Cardiovascular de la Sociedad Argentina de Cardiología.